El imperativo de abolir el sufrimiento: una entrevista con David Pearce

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Foto: Peter Singer, Justin Oakley y David Pearce en el evento EA Global Melbourne.

David Pearce es un filósofo británico famoso por su propuesta de que los humanos tenemos un gran imperativo ético para trabajar por la abolición del sufrimiento de todos los seres sintientes (conocida como “El Imperativo Hedonista“). En su manifiesto, Pearce describe cómo, en algún momento, la ingeniería genética y la nanotecnología eliminarán todos los tipos de experiencias desagradables. Pearce es cofundador, junto a Nick Bostrom, de la World Transhumanist Association (ahora conocida como Humanity+). David Pearce es en la actualidad director de la fundación The Neuroethics Foundation.

 

Traducción por Diego Andrade

Sentience-Research: ¿Cómo definirías el “transhumanismo”?

David Pearce: El transhumanismo consiste en guiar la evolución de los humanos para hacerlos mejores. Los transhumanistas aspiramos a crear una civilización con las “tres S”: superinteligencia, superlongevidad y superfelicidad. Me gustaría explicar estos tres “súper” con más detalle.

Creo que la idea de superfelicidad está bastante clara. La vida darwiniana está constantemente afligida por el sufrimiento, pues la infelicidad y la insatisfacción han sido características adaptativas. No obstante, nuestro inminente dominio sobre el código genético nos permitirá programar la biosfera por completo y hacer que el nivel de sufrimiento y felicidad de los seres vivos sea un parámetro ajustable. El sistema de recompensa del cerebro de los animales humanos y no-humanos puede mejorarse genéticamente, por lo que es factible que creemos una nueva arquitectura motivacional: la vida basada completamente en gradientes de bienestar sensible a la información. Existen hoy en día casos de personas con una estructura genética atípica que presentan indicios de esta psicología tan dichosa. Estos humanos con “hipertimia” son excepcionales. Sin embargo, más común es que los humanos suframos de un estado de ánimo bajo y también es más frecuente el malestar corporal que el bienestar físico vigoroso. En el futuro, los humanos y transhumanos recalibrarán la caminadora hedónica, elevarán los umbrales del dolor y los puntos calientes hedónicos (“hedonic hotspots”, en inglés), y crearán una civilización basada completamente en gradientes de bienestar, alcanzando eventualmente una felicidad sobrehumana que se encuentre más allá de los límites de la experiencia humana normal.

Nota del editor: la caminadora hedónica, también conocida como adaptación hedónica y corredora hedónica, es la tendencia que tenemos los humanos de volver a un nivel relativamente estable de felicidad, a pesar de los distintos eventos y situaciones, tanto positivos como negativos, que suceden a lo largo de la vida. https://en.m.wikipedia.org/wiki/Hedonic_treadmill

La superlongevidad conlleva vencer la biología del envejecimiento. Los robots inorgánicos pueden ser reparados y actualizados una cantidad de veces indefinida. Tampoco existe una ley fundamental de la naturaleza que nos impida a las máquinas biológicas sintientes (ni a los cíborgs híbridos del mañana) disfrutar de la juventud por tiempo indefinido, aunque en este caso los detalles biológico-moleculares son más inciertos. Siendo realistas, los abuelitos de hoy no conseguirán hacer la transición hacia la juventud perpetua (aunque Aubrey de Grey (Ending Aging, 2007) es más optimista con respecto a la escala de tiempo de este cambio), pero los transhumanistas tenemos un as bajo la manga: la criónica y, quizás, la criotanasia. Así que quienes aman la vida, pero han envejecido, no necesariamente se perderán de esta revolución. Quienes deseen despertar cientos o miles de años en el futuro no tienen que abandonar las esperanzas, si contratan un servicio para ser preservados criónicamente. Abundan los escépticos y con mucha razón. Incluso si la criónica superara los obstáculos técnicos permanece la incertidumbre sobre la persona reanimada, reparada y, quizás, mejorada que despierta siglos después: ¿aún sería la misma persona? Para aquellos que viven angustiados por la idea de que podrían no ser la misma persona que llevaba su nombre antes de irse a dormir, la respuesta es, estrictamente hablando, que no –los egos metafísicos inmutables son un concepto de ficción. Sin embargo, aquellos que temen pasar a un estado de inconsciencia perpetua podrían considerar contratar un servicio criónico a la espera de que la revolución de la superlongevidad alcance su madurez.

La superinteligencia es la más difícil de definir. Los transhumanistas manejan distintas definiciones del concepto. Puedo definir someramente algunas de sus variantes de la siguiente forma:

Los transhumanistas biológicos imaginan que nuestros descendientes poseerán una superinteligencia de amplio espectro producto de la modificación genética y de la inteligencia aumentada por máquinas artificiales.

Los “Singularitarios” kurzweilianos prevén una fusión completa de los humanos y nuestras máquinas a medida que se acelere el crecimiento exponencial de la potencia de la computadora, quizás acogiendo la “carga mental” en un sustrato digital menos perecedero, tal vez tan pronto como a mediados de este siglo (véase The Singularity is Near, 2005).

Los teóricos de la “Explosión de Inteligencia” combinan la Ley de Moore sobre el crecimiento exponencial del poder de procesamiento de las computadoras con la idea de una Inteligencia Artificial construida a partir de un software que se auto-mejore de forma recursiva, generando así una explosión incontrolable de superinteligencia artificial. En este escenario, el destino de los humanos es incierto.

Algunos transhumanistas agregarían otros “súpers” a los anteriores. ¿Qué hay de la superempatía? ¿Y qué ocurre con una posible habilidad sobrehumana de explorar espacios de estados de la consciencia hasta ahora desconocidos –lo que se conoce como transhumanismo psicodélico? En aras de la brevedad, el término “superinteligencia de amplio espectro” contiene todas estas definiciones.

Sentience-Research: No es sorpresa que ahora y siempre hayan existido objeciones al transhumanismo. ¿Han cambiado las objeciones a las propuestas transhumanistas desde tus inicios junto a Nick Bostrom?

David Pearce: Ni las objeciones religiosas ni las seculares al transhumanismo han cambiado: “La vida eterna suena aburrida: ¿qué haremos todo el día?”, “¿Cómo apreciaremos las cosas buenas de la vida sin el contraste que presentan las malas?”, “Solo una élite de privilegiados podrá beneficiarse de las tecnologías transhumanistas”, “Reescribir nuestro genoma es una pendiente resbaladiza hacia la eugenesia coercitiva”, “El transhumanismo es un refrito de Un Mundo Feliz de Huxley”, “Es antinatural”, “Es jugar a ser dioses”, “¡Es soberbio!”, entre otras. Sin embargo, las objeciones técnicas a la iniciativa transhumanista han amainado o surgido al paso del avance de la tecnología. Por ejemplo, la genética dirigida basada en CRISPR desafía las leyes de la herencia mendeliana. Los impulsos genéticos sintéticos pueden usarse para erradicar las enfermedades transmitidas por vectores y prevenir el sufrimiento en la naturaleza, creando así un ecosistema lleno de dicha para todos los seres sintientes. No obstante, sus críticos sostienen que los biohackers, superterroristas y agentes del Estado también podrían utilizar la genética dirigida para crear armas biológicas que destruyan ecosistemas enteros. Muchas de las críticas recientes del transhumanismo se enfocan en los peligros de la inteligencia artificial, ya sea porque esta se pueda usar para fines bélicos o porque pueda ser como “invocar al diablo” por sus riesgos involuntarios. Una explosión inteligente de las máquinas podría terminar mal para la humanidad. Luego de que el concepto fuera acuñado por el matemático I.J. Good en 1965, Eliezer Yudkowsky, el Machine Intelligence Research Institute (MIRI) y más recientemente Nick Bostrom (Superintelligence, 2014) han explorado los riesgos de que una I.A. basada en software escape al control de la humanidad. Así que no todos los transhumanistas representan el estereotipo del fanático adorador de la tecnología. Sabemos que miles de cosas podrían salir mal.

Sin embargo, ¿qué significa que las cosas “salgan mal”? A lo largo de la historia, los experimentos utópicos han terminado causando más sufrimiento del que intentan prevenir. En teoría, la edición genética puede transformar la naturaleza humana: el arrecife contra el que encallaron los intentos previos de crear una utopía. No obstante, ¿tienen los humanos las competencias intelectuales o éticas para planificar su propia metamorfosis? ¿Y una metamorfosis que los convierta en qué exactamente? Después de todo, “transhumano” es un popurrí de diferentes conceptos. Aún así, si eliminamos gradualmente los sustratos moleculares que causan las experiencias bajo el cero hedónico, lo cual es mi foco principal, también cambiará lo que signifique que las cosas “salgan mal”. Si el sufrimiento se volviera imposible de experimentar al desaparecer sus sustratos biológicos, las incógnitas desconocidas (“las cosas que podrían salir mal”) no serían malas en el mismo sentido de provocar aversión. Esta especulación respecto de una transición en nuestra arquitectura hedónica no constituye un argumento para ser autocomplacientes. Existen riesgos tanto para individuos como para la civilización en un mundo libre de sufrimiento: por ejemplo, quedarnos atrapados en un máximo local, esto es, en una vida que es “meramente” maravillosa en vez de sublime. Aun así, desde la perspectiva del infierno darwiniano que es la vida contemporánea en el planeta Tierra, el riesgo de quedarnos “atrapados” en una utopía sub-óptima o mediocre no es exactamente una amenaza inminente. El verdadero desafío es escapar de este abismo darwiniano sin ayuda externa. Los críticos del transhumanismo denuncian los riesgos de experimentar de forma imprudente con nuestros genes: un posible mundo feliz de “bebés de diseño”. Sin embargo, con la excepción de aquellos antinatalistas que aún no se han reproducido, todos nosotros somos culpables de crear sufrimiento para satisfacer nuestro deseo de procrear y legar nuestros genes. Todos los niños traídos al mundo hoy son el resultado de experimentos genéticos que no han pasado por pruebas previas: seres adictos a sus opioides endógenos, nacidos con una enfermedad genética letal (el envejecimiento) y con una tendencia a una vida aquejada por la angustia física y psicológica. Si vamos a estar empecinados en crear nueva vida, al menos tratemos de que nuestros experimentos sean más responsables. Quienes deseen convertirse en padres deberían usar un código benigno.

Sentience-Research: ¿Qué preguntas puedo hacerle a un hombre que ha escrito más de 400 respuestas en Quora?

David Pearce: ¡No lo sé! ¿Qué puedo decir? Supongo que mis antecedentes son algo singulares. Al parecer, soy bastante neandertal o, al menos, poseo más variantes neandertales que el 93% de los clientes de 23andMe. También soy vegetariano/vegano de tercera generación y, al menos, tres de mis ocho bisabuelos también eran vegetarianos. Mi bisabuela materna pedaleó desde un extremo al otro de las islas británicas sobre un biciclo, realizando una hazaña atlética que yo no podría emular. Mi abuela materna adoptó el vegetarianismo a los 10 años junto con su madre tras enterarse de que el conejo de la familia estaba destinado a morir en una olla. La vida en el Manchester de principios del siglo XX era dura. Mi abuela paterna se hizo vegetariana en 1930 al convertirse del zoroastrismo a la antroposofía. Mi madre perteneció a la Orden de la Cruz, una pequeña denominación cristiana no-sexista que adora a Dios Padre-Madre. Uno de mis recuerdos más tempranos fue el enterarme de que yo podría nacer de nuevo, tal vez como niño o quizás como niña, pues el género no era importante. En ese momento, mi tocayo del pasado quedó horrorizado. Por supuesto, ahora pienso que el binarismo de género debería quedar relegado al pasado como la imagen del demonio con cuernos y cola, pero en esa época era más retrógrado. En general, era un niño solitario e introspectivo, acongojado y preocupado por la muerte y el sufrimiento. Solía rescatar gusanos que se hallaran en peligro de morir disecados en el asfalto y atender a hormigas heridas víctimas de pisadas. Recuerdo que a los cinco años aplaudí fuerte para espantar a un mirlo que intentaba arrancar con el pico a un gusano del jardín, solo para luego sentirme tonto y derrotado por la inevitabilidad del sufrimiento. Si el mirlo no se comía al gusano, sus pichones morirían de hambre, pero el pobre gusano también tenía sentimientos ¿Qué podía hacer uno? Siendo un adolescente con problemas emocionales, pasaba horas escuchando música pop en mi oscuro cuarto, meciéndome de adelante a atrás y pensando en la vida, la consciencia y el universo; un “frenesí hipercolinérgico” de angustia adolescente. Fue toda una revelación leer sobre (lo que en ese entonces llamábamos) los centros de placer del cerebro descubiertos por Olds y Milner. La estimulación cerebral directa (wireheading) no presenta tolerancia. De ahí pasé a concebir drogas de diseño futuristas que pudieran sabotear o recalibrar la caminadora hedónica y a soñar con la seductora posibilidad de sobrescribir nuestro genoma y usar nanotecnología draxleriana (The Engines of Creation, 1986). Me preguntaba qué tan “atrás” en el árbol filogenético era posible retroceder para poder erradicar la muerte y el sufrimiento. En ese entonces, daba por hecho que mis ideas eran impublicables, pero entonces surgió la Internet o, más específicamente, la red informática mundial conocida como la World Wide Web. Así que, en 1995, escribí El Imperativo Hedonista (cf. https://www.hedweb.com). Durante las últimas dos décadas, he mantenido sitios web que promueven la idea de una revolución de biofelicidad.

Sentience-Research: En Wikipedia dice que eres utilitarista negativo, una postura filosófica que considera que lo relevante es reducir el sufrimiento, no aumentar la felicidad. No obstante, mencionas constantemente la superfelicidad. ¿Cómo se concilian ambas ideas?

David Pearce: En la superficie sí parece haber una tensión entre una ética enfocada en el sufrimiento y la defensa de una vida que estriba en gradientes de dicha. Si lo único que importa es eliminar el sufrimiento, ¿no deberíamos los utilitaristas negativos contentarnos con una satisfacción desafecta? A diferencia de la idea de diseñar un paraíso, la ética del utilitarismo negativo (UN) suena… bueno, negativa, lóbrega, apática y poco inspiradora. “Utilitarismo negativo” es un nombre poco comercial. Incluso la etiqueta “ética enfocada en el sufrimiento”, que es seria desde el punto de vista moral, llega a dar escalofríos. No obstante, el UN es, en esencia, la formulación secular de la ética budista enfocada en la compasión (“Yo enseño una cosa y solo una cosa: el sufrimiento y el fin del sufrimiento”, Gautama Buda). Nuestra obligación ética primordial es mitigar y prevenir el sufrimiento en el mundo. Es fácil malinterpretar el UN. A modo de ejemplo, imagina que alguien propone una política o directiva que suena a UN, pero que genera poco interés o que, incluso, produce la más mínima decepción al contemplar su ejecución. Permaneciendo constante el resto de los factores, elegir esta política no puede ser realmente UN, pues los utilitaristas negativos buscamos abolir la decepción, la frustración y cualquier otra cosa que cause la más leve gota de preocupación o tristeza. ¡A los utilitaristas negativos nos encantaría ayudar a que todos vieran sus sueños hechos realidad! El UN es una ética sumamente compasiva. Por supuesto, hoy en día las cosas no siempre se mantienen constantes. Por ejemplo, conformarse con una hamburguesa vegana cuando lo que en realidad querías era una hamburguesa normal puede ser decepcionante (o eso es lo que me han dicho, al menos). Sin embargo, la tecnología puede gradualmente eliminar la biología de la decepción y remplazarla con análogos funcionales: disminuciones de un bienestar sensible a la información que, aún así, seguiría siendo increíble. Hablamos de gradientes de un bienestar intenso, instructivo y socialmente responsable, un estado hedónico que por defecto sería dichoso, pero no eufórico de manera indiscriminada. Los amantes de la vida heredarán la Tierra, no los nihilistas depresivos. Tengo la esperanza de que los racionalistas científicos y los devotos religiosos, los utilitaristas negativos y los utilitaristas clásicos, así como los pluralistas éticos de todo tipo puedan colaborar para crear un paraíso post-darwiniano por medio de la biotecnología y la inteligencia artificial. La diferencia entre los utilitaristas clásicos y los negativos es que los últimos siempre elegirán “abandonar Omelas”, es decir, siempre rechazarán generar placer a costa de crear sufrimiento en otros. No obstante, los utilitaristas negativos también podemos pasarla bien e, idealmente, ¡alcanzar la dicha sobrehumana!

Esta respuesta pragmática no satisfará a los críticos. Algunos incluso han llegado a categorizar a los utilitaristas negativos como un riesgo existencial (aunque, en un mundo donde existen las armas de destrucción masiva, la verdadera amenaza subyacente a la civilización es la biología del sufrimiento involuntario). Solo basta imaginar cuántos de los cientos de miles de depresivos suicidas se llevarían consigo al resto del mundo si pudieran. “Claro”, interrumpe el crítico, “pero, como utilitarista negativo, ¿tú presionarías el botón de APAGADO que, por ejemplo, iniciara una transición de fase del vacío que acabara con el experimento de la vida de forma eficiente e indolora?

Llegados a este punto, me pongo el sombrero de filósofo para responder. Los condicionales contrafácticos no poseen condiciones de verdad. O también podría desafiar el sesgo de statu quo y preguntarles a los críticos si acaso ellos presionarían el botón hipotético de ENCENDIDO que creara una copia idéntica de nuestro mundo, lo que crearía una cantidad de sufrimiento mayor a la que causó Adolf Hitler. Digamos simplemente que me quedo con la sabiduría de Buda.

Sentience-Research: Cuéntame un poco de la motivación que tuviste para desarrollar tu trabajo. ¿Qué te motiva a levantarte de la cama (¡si es que duermes!) para salvar el mundo?

David Pearce: Selegilina, amineptina, nueve o diez tazas de café negro mezclado con proteína aislada y varias latas de Red Bull sin azúcar. Sin duda, un régimen que no es para todo el mundo.

Hablando en serio, me motiva el problema del sufrimiento y la necesidad de enfrentar este mal inconmensurable desde su origen. Como observó Thoreau: “Hay miles golpeando las ramas del mal por cada uno que lo hace en la raíz”. Me enfoco principalmente en la genética, pero a pesar de que sueno como un burdo determinista genético obsesionado con sobrescribir nuestro ADN, estoy al tanto de que las reformas socio-políticas son esenciales también. La justicia social, el control de armas, el ingreso básico universal y las reformas de salud, la violencia doméstica, la igualdad de género y los derechos LGBT importan, y hay más temas en esa lista. Y en este minuto, creo que la prioridad más urgente es terminar con el holocausto de animales no-humanos. Nuestras víctimas son tan sintientes como los niños pequeños. Cerremos y prohibamos las granjas industriales y los mataderos.

Aun así, las reformas sociales y la liberación animal no son suficientes por sí solas. A menos de que trabajemos sobre las raíces biológico-genéticas de nuestro infortunio y malestar, el sufrimiento continuará proliferando de manera indefinida. Sin duda, los genomas darwinianos están escritos en un código espagueti de una complejidad horrible. En cualquier caso, tan solo unos pequeños ajustes genéticos a la línea germinal de humanos y no-humanos podría reducir de forma drástica el sufrimiento que experimentan los seres vivos. Todos los bebés deberían ser diseñados para ser felices.

Sentience-Research: ¿Sientes que has tenido éxito? ¿De qué manera te ha impactado emocionalmente profundizar tu entendimiento de la consciencia? ¿Y, en particular, de qué manera te ha afectado emocionalmente profundizar tu entendimiento del sufrimiento?

David Pearce: ¿Éxito? No. La realidad es siniestra y maliciosa y la escala del sufrimiento es inconcebible. Me siento impotente al no poder solucionarlo (al menos, la mayoría).

Me preguntas sobre un entendimiento más profundo del sufrimiento. Siento que alcanzar un entendimiento empático más profundo lo llevaría a uno a la locura o, al menos, empeoraría la predisposición a la impotencia adquirida y a la desesperanza conductual. El tipo de entendimiento profundo al que aspiro es neurocientífico y molecular/genético: las proyecciones formales y estructurales de la experiencia subjetiva de primera persona. Solo cuando descifremos la firma física del dolor y el placer y de los mecanismos de retroalimentación negativa de la caminadora hedónica en el sistema nervioso central (SNC) podremos relegar el sufrimiento al pasado. Este tipo de entendimiento formal no es profundo, pero es efectivo en potencia y eso es lo que importa.

Sentience-Research: Las personas que tienen contacto con tus ideas pueden sentirse abrumadas emocionalmente producto de la cantidad de sufrimiento que existe en el mundo. Si consideramos el sufrimiento en el multiverso, se vuelve aún peor. ¿Tienes consejos de bienestar personal para altruistas que se hayan tomado “demasiado en serio” tu ensayo sobre el sufrimiento en el multiverso?

David Pearce: Lo siento, pero la vida darwiniana es tan desgraciada que cuesta creerlo. Las palabras no alcanzan, los conceptos fallan. No tengo “peros” que nos hagan sentir bien ni palabras de consuelo; no consigo pintarlo color de rosa ni ponerlo en términos que vendan libros o traigan fama y fortuna. Me preocupa el monismo de la función de onda, es cierto: la posibilidad de que vivimos en un multiverso, la mal llamada “interpretación de los mundos múltiples” de la mecánica cuántica exclusivamente unitaria (“unitary-only”). Véase, por ejemplo, Something Deeply Hidden (2019) del físico Sean Caroll para leer una exposición popular inteligible sobre el tema, o Mad-Dog Everettianism (https://arxiv.org/pdf/1801.08132.pdf) para una explicación difícil. Se me encoge el corazón. Imaginemos, sin embargo, que la mecánica cuántica exclusivamente unitaria (sin el colapso de la función de onda) es correcta. De ser así, es aún más importante, no menos, trabajar en la biología del dolor y la depresión, cerrar las granjas industriales y mataderos, y prevenir el sufrimiento de animales en la naturaleza. Lo anterior se debe a que, cuando elegimos ayudar (o no ayudar) a otro ser sintiente, nosotros y nuestros tocayos decoherentes (“escindidos”) estaríamos ayudando (o dejando de ayudar) involuntariamente a muchas más víctimas de lo que sugiere el realismo perceptual ingenuo o el positivismo de tipo Copenhague. Al menos, esa es una forma de analizar lo que sucede. Esperemos que la mecánica cuántica sin colapso sea falsa. Esta idea me ha perseguido desde que me topé con la tesis doctoral de Everett durante el tiempo que pasé en Oxford. El riesgo que conlleva pensar demasiado en el inmenso e inescapable sufrimiento es el entumecimiento emocional, el fatalismo, la desesperanza: la fatiga. Tenerse autocompasión es esencial para ser un agente eficaz. Tu último entrevistado – mi buen amigo Magnus Vinding – nos recuerda esta obligación en su próximo libro Suffering-Focused Ethics (2020).

Sentience-Research: Muy bien. Supongamos que tienes éxito y todo el sufrimiento es erradicado de la Tierra o, mejor aún, del Universo. No, más incluso, de todos los universos. ¿Qué ocurriría si las futuras civilizaciones olvidaran lo que es el sufrimiento? ¿No constituiría esto un gran riesgo?

David Pearce: Si una civilización transhumana llegara a olvidar el sufrimiento de forma prematura, pues sí, existiría el riesgo de que se repitiera y algunos de los riesgos de la amnesia prematura pueden ser sutiles y no tan obvios. A modo de ejemplo de una catástrofe ética disfrazada de éxito, ofrezco la idea de una civilización alienígena que ha adoptado el tipo de revolución de la biofelicidad que yo propongo (!). Todos en esta sociedad avanzada llevan vidas extremadamente satisfactorias. Nadie es excluido de este paraíso. La superfelicidad se siente aún más magnífica de lo que auguraron los profetas. No existen la muerte ni el envejecimiento. La vida es hermosa. Sus reservas naturales recuerdan al Jardín del Edén. No guardan secretos sombríos ni hay alienígenas adolescentes encerrados en sótanos (cf. Los que se alejan de Omelas). Así es, ¡es el imperativo hedonista! Lamentablemente, esta civilización avanzada ha caído presa de un terrible error. Sus antepasados creían que la vida primordial era casi inexistente en el Universo, por lo que optaron por olvidarse de la vida primitiva demasiado pronto. De haber escogido iniciar una travesía espacial, aceptando su responsabilidad cósmica, hubiesen descubierto, en otros rincones del universo, vida darwiniana aquejada por el sufrimiento y podrían haber enviado misiones cósmicas para rescatarla.

Quizás este ejemplo es una mera fantasía. Yo, de momento, me considero un “escasoplanista” debido a la improbabilidad termodinámica de que surjan en la naturaleza replicadores primordiales que puedan transmitir información. Lo más probable es que nos encontremos solos en nuestro volumen de Hubble. No obstante, el escasoplanismo no es más que una conjetura que, por ahora, no deberíamos tratar como hecho científico. Así que no creo que una sociedad post-darwiniana deba olvidarse del sufrimiento antes de comprender la naturaleza de nuestra realidad y los límites teóricos máximos de la agencia moral en el cosmos. De existir la más mínima posibilidad de vida darwiniana que esté dentro de nuestro horizonte cosmológico, deberíamos darle prioridad a nuestra responsabilidad de rescatarla: sería el opuesto de la Primera Directriz, por mucho que me encante Star Trek. En la práctica, la responsabilidad a largo plazo de nuestra tutela cósmica podría ser legada a una I.A. no-sintiente; nuestro wetware biológico no fue diseñado para el viaje interestelar ni para la exploración galáctica. Dicho esto, aún no está claro si es seguro legarle nuestra responsabilidad ética a zombies digitales ni qué abarcaría específicamente una “tutela cósmica”.

Si nos olvidáramos del sufrimiento por completo, ¿existiría el riesgo de que el sufrimiento volviera a nacer aquí mismo? Después de todo, conocidos transhumanistas, en particular Nick Bostrom (un apasionado amante de la vida), han especulado que una civilización ultra-avanzada podría crear “simulaciones de nuestros ancestros” de manera virtual, incluso llegando a preguntarse si acaso no seríamos nosotros una de estas simulaciones. Yo no creo que la sintiencia pueda existir de manera digital ni que la experiencia subjetiva unificada pueda surgir en distintos niveles de abstracción computacional. Sin embargo, incluso si yo estuviera equivocado, no me imagino a una civilización avanzada recreando el Holocausto bajo la excusa de llevar a cabo simulaciones de sus ancestros. Después de todo, estamos hablando de superinteligencias poshumanas, no de monstruos. Así que, al menos aquí, ignoremos las simulaciones de antepasados. Demos por sentado que vivimos en la realidad basal. Imaginemos a nuestros descendientes viviendo en una civilización poshumana con un rango hedónico de, digamos, de manera esquemática, +70 a +100 a diferencia de -10 a 0 a +10 que es lo que experimentamos nosotros actualmente. Para ellos, el +70 sería el fondo hedónico absoluto que constituirá la noche oscura del alma. En este escenario, es difícil imaginar a alguien queriendo explorar los +60s hedónicos, menos aún querer adentrarse en las profundidades inconcebibles del cero hedónico. En los siglos futuros, quizás debamos pausar el alza de nuestro rango hedónico y concentrarnos en prevenir una amnesia prematura, pero ahora, el riesgo de olvidarnos del sufrimiento no es uno de los desafíos que nos apremian.

Sentience-Research: ¿Cuál es tu mejor teoría sobre la naturaleza de la sintiencia?

David Pearce: Primero, una advertencia. Nadie entiende la sintiencia y ninguna de las personas que ha adoptado una ética centrada en el sufrimiento tiene que tomarse en serio mis extrañas especulaciones. En particular, no hay obstáculo para que los materialistas científicos ortodoxos se sumen al proyecto abolicionista. Lo crucial para mejorar nuestras oportunidades de eliminar el sufrimiento no es la verdad o falsedad del materialismo, sino del fisicalismo monista. Solo lo físico es real y solo lo físico posee eficacia causal. La realidad completa puede ser descrita a través del formalismo matemático de la física. Por eso la tecnología funciona. Me preocupa que, por desgracia, continuamos viviendo en la ignorancia y el engaño, pues la ciencia sigue sin comprender la existencia, la integración fenoménica, la eficacia causal y las distintas texturas de la consciencia, es decir, la evidencia empírica. Lo que es peor, el misterio de la consciencia no se puede aislar de nuestro entendimiento del resto de la realidad física, como suponen de manera implícita quienes son realistas directos respecto de la percepción. Ni nuestra mente consciente ni toda la simulación del mundo fenoménico que esta lleva a cabo deberían existir si los físicos y los químicos entendieran realmente la naturaleza fundamental de la materia y la energía. Así mismo, ni nuestra mente consciente ni la simulación del mundo fenoménico que realiza deberían existir si el entendimiento que tienen los científicos del cerebro como un grupo de neuronas “decoheridas” fuera correcto: la integración fenoménica de la información es imposible en un mundo clásico (cf. https://www.hedweb.com/quora/2015.html#categorize). De esta misma forma, ni las “observaciones”, ni los “observadores” ni la experiencia subjetiva de presenciar resultados únicos en nuestra simulación del mundo deberían existir si los físicos realmente entendieran la (generalización relativista de la) ecuación de Schrödinger, la cual es el cimiento de la física moderna. El problema de la medida en la mecánica cuántica es un escándalo que yace en el centro de la física: por sí mismo, el programa de la decoherencia no lo resuelve. La consciencia es la evidencia empírica: es lo único que tenemos de momento. Todo eso que uno lee sobre la idoneidad “empírica” de la ciencia, sobre el “progreso” de la neurociencia y sobre el “éxito” del Modelo Estándar de la física es un fárrago de autoengaño y entusiasmo exagerado. Lo que se conoce como materialismo científico es un programa de investigación en decadencia: no es idóneo empíricamente.

¿Cuál es mi mejor apuesta sobre el espacio explicativo donde encontraremos las respuestas correctas? Mi trabajo explora una combinación de teorías conservadoras e ideas estrambóticas; una versión de lo que los filósofos llamamos el argumento de la naturaleza intrínseca: el fisicalismo es correcto, la mecánica cuántica exclusivamente unitaria (es decir, la mecánica cuántica que no incluye un postulado ad hoc sobre el colapso de la función de onda) está formalmente completa, pero la maquinaria matemática de la teoría cuántica de campos describe campos de sintiencia en vez de campos de no-sintiencia. Lo que vuelve especiales a las mentes biológicas no es la consciencia per se, sino una integración fenoménica no-psicótica. Uno y su simulación de la realidad fenoménica son el cómo una mente cuántica se siente desde dentro. Mi trabajo investiga la conjetura de que tenemos “neuronas de Schrödinger”. De manera más formal, exploro la versión mecánico-cuántica del argumento de la naturaleza intrínseca para el caso del fisicalismo no-materialista. Uno y su mundo fenoménico se componen de “estados de gato” esculpidos por el mecanismo de selección más poderoso que jamás ha existido: el darwinismo cuántico de Zurek, es decir, el programa de decoherencia de la mecánica cuántica post-Everett aplicada al sistema nervioso central.

Toda persona que sepa un poco de física entenderá por qué esta versión de la mente cuántica es tan rebuscada. No es porque la conjetura involucre una modificación de la dinámica unitaria de Schrödinger como la teoría de reducción objetiva orquestada (Orch-OR) ni una teoría de colapso espontáneo, sino porque la duración teórica de las superposiciones neuronales (“estados de gato”) en el SNC sería de femtosegundos o menos y los cerebros son demasiado calientes como para permitir la coherencia cuántica. La decoherencia es demasiado poderosa e incontrolable. La escala temporal de las superposiciones neuronales difiere por muchos órdenes de magnitud. Nuestros mundos mentales y las simulaciones fenoménicas de la realidad que llevan a cabo suceden en escalas de milisegundos, ¡no de femtosegundos! La coherencia de fase entre los componentes de las superposiciones neuronales sucede demasiado rápido para ser pertinente a la consciencia. De nuevo, entonces, desde una aproximación ingenua, las superposiciones neuronales son (a lo sumo) “ruido” insignificante en lo que concierne al funcionamiento de la integración de información y no una solución creíble. Siendo así, la consciencia debe ser, de alguna forma, un fenómeno clásico y emergente.

Quizás sea así. No obstante, y esto es lo crucial, el argumento de la naturaleza intrínseca en su versión mecánico-cuántica no se trata de escalas de tiempo dinámicas, sino que es una teoría sobre la naturaleza intrínseca de lo físico, aquella “llama” escurridiza que alumbra las ecuaciones de la teoría de campos cuánticos o de su sucesora en forma de cuerdas. En mi visión tentativa, solamente el hecho de que el principio de superposición de la mecánica cuántica no se derrumba dentro de nuestras cabezas (ni en ningún otro lugar) nos permite llevar a cabo una simulación de la realidad que genera la integración fenoménica y que puede ser descrita desde dentro por medio de una aproximación de la física clásica. Solo la ubicuidad del principio de superposición nos permite (a nosotros los “observadores”) experimentar un único resultado que es integrado de manera fenomenológica (las “observaciones”) dentro de nuestra simulación de la realidad. Téngase presente que esta interpretación del formalismo de la mecánica cuántica representa una inversión del relato comúnmente presentado en la física de que las superposiciones existen solo cuando no son observadas, tras lo que inexplicablemente se desvanecen: el tristemente célebre “colapso de la función de onda”. La tremendamente obvia suposición de que no experimentamos estas superposiciones da origen al problema de la medida: aquella supuesta transformación no-unitaria del vector de estado que ocurre al hacer una medición y que, aparentemente, lo transforma en un único estado clásico, conforme a la regla de Born. Si me permites citar al mismísimo Schrödinger: “La tarea no es tanto ver lo que nadie ha visto aún, sino más bien pensar lo que nadie ha pensado sobre aquello que todo el mundo ya ve”. Efectivamente. Un hipotético zombie micro-experiencial constituido por 86.000 millones de neuronas clásicas decoheridas rodeadas de membranas, la noción básica de la neurociencia, no podría observar a un gato vivo (ni a un gato muerto) ni la maquinaría para detectar electrones con espín arriba (o espín abajo), ni ninguna otra cosa. El problema de la medida de la mecánica cuántica y el problema de la integración en la neurociencia son dos caras de la misma moneda y ambas comparten una misma solución.

Como ya dije, ¡es una locura! Y no hay razón para preocuparse: no es que yo crea en esta especulación. Es simplemente una conjetura abierta a ser refutada por los métodos tradicionales de la ciencia, en este caso, la interferometría. Si resulto perplejo, como podría perfectamente ser, no esperes que la verdadera explicación al Problema Difícil, a la integración fenoménica y a la paradoja de la medida sea menos descabellado. A diferencia de la comprobabilidad, la credibilidad es una distracción. Todas las opciones son extrañas y absurdas. Lo importante es que si es que la integración fenoménica resulta no ser clásica, entonces la señal de interferencia que revelará en el futuro la interferometría molecular de ondas de materia nos dirá lo siguiente: la conjetura sobre las “neuronas de Schrödinger” predice una correspondencia estructural perfecta. Aquello que los defensores del realismo perceptual ingenuo llaman integración fenoménica por sincronización (lo cual es simplemente un replanteamiento del problema de la integración) no es otra cosa que superposiciones de procesadores neuronales de rasgos que se hayan distribuidos a lo largo del SNC. Esta explicación de la consciencia y de la integración neuronal no estriba en una sutileza relacionada con el Teorema de incompletitud de Gödel como lo hace la teoría Orch-OR de Penrose-Hameroff. La integración fenoménica es la esencia de nuestra vida mental. En los animales humanos y no-humanos que poseen la capacidad de impulsarse por sí mismos, la integración fenoménica no-psicótica es la razón evolutiva de que exista la consciencia, pues la simulación fenoménica del mundo en tiempo real es absurdamente adaptativa. Mientras no podamos realizar estas pruebas interferométricas, la mejor evidencia empírica con la que contamos para respaldar que somos mentes cuánticas (¡mas no una supercomputadora cuántica universal!) yace bajo nuestras narices disfrazada de nuestra consciencia unificada. Excepto cuando dormimos sin soñar, no somos solo patrones de “mente-polvo” como plantea William James y menos una máquina de Turing clásica, sino sujetos de experiencias unificadas en un mundo egocéntrico.

La relevancia ética de la (hipotética) supremacía cuántica de las mentes biológicas es mayormente negativa. Si la integración fenoménica y la unidad de la consciencia no son fenómenos clásicos y si el dualismo es incorrecto, entonces los sujetos de experiencias unificadas no “emergerán” de manera espontánea en la programación de computadores digitales, en los robots inorgánicos ni en los sistemas de conexiones paralelas clásicos. Siendo así, el proyecto que busca la abolición del sufrimiento en la práctica está restringido a la vida biológica (con ciertas complicaciones traídas por, por ejemplo, cerebros en miniatura cultivados en laboratorio). Por la misma razón, los humanos no lograremos “transferir” nuestras mentes a computadores digitales. Es físicamente imposible “emular cerebros completos”, pues nuestras mentes son patrones del sustrato cuántico que subyace a nuestro mundo. Los computadores cuánticos no-biológicos que existan en el futuro y que sí exploten el sustrato cuántico del mundo podrían ser compatibles con una sintiencia exótica, pero carecemos de razones para creer que los computadores cuánticos abióticos vendrán dotados de un eje placer-dolor. Por estos motivos, el valor de la computación cuántica artificial será instrumental en vez de intrínseco.

Sentience-Research: ¿Cuál piensas que es tu idea peor entendida? ¿Hay algo que puedas decir aquí para aclarar alguna confusión?

David Pearce: Bueno, he leído que estoy a favor de “exterminar” los depredadores. Un amable crítico incluso sugirió que una extinción podría llevar mi nombre para rivalizar con la extinción masiva del Pérmico-Triásico, lo cual es sin duda halagador, pero estimo que ponerle mi nombre a la banca de un parque suena más realista. Leer los comentarios de, por ejemplo, este link https://io9.gizmodo.com/the-radical-plan-to-eliminate-earths-predatory-species-1613342963 me irrita. Yo, literalmente, no le haría daño a una mosca. Lo peor es que, cuando los críticos se enteran de que eres utilitarista negativo (UN), sugieren que estás incentivando (¡o incluso planeando!) el Armagedón. Las consecuencias apocalípticas latentes del utilitarismo clásico, esto es, la obligación que tienen los agentes morales inteligentes de lanzar una onda de utilitronio/hedonio que maximice la felicidad dentro de nuestro volumen de Hubble, no ha recibido el mismo nivel de atención por parte de los eruditos y, por ello, escasean las refutaciones académicas. En contraste, las aparentes consecuencias apocalípticas del UN fueron notadas apenas se formularon sus principios y son usadas comúnmente como un reductio ad absurdum. Cuando Nick y yo creamos la Asociación Transhumanista Mundial (H+), Nick sabía que soy UN y yo sabía que Nick está preocupado de los riesgos existenciales. Los UN no pasamos el tiempo planeando el armagedón, así como los utilitaristas clásicos no pasan sus días trabajando en una onda de choque de utilitronio. Al menos, no aún.

¿Qué más? Bueno, al hablar de “ingeniería del paraíso” puede sonar como que intento venderles mi versión de una utopía. Podría, en efecto, compartir contigo mi sueño particular de una sociedad ideal: todo el mundo viviendo en constante éxtasis gracias al uso de un análogo del MDMA que comparta su misma expresión genética, pero esta pequeña fantasía no forma parte del conjunto de ideas del imperativo hedonista. Dejando de lado las posibles complicaciones, un aspecto esencial del proyecto abolicionista es que la recalibración hedónica radical es neutral respecto de nuestras preferencias. Imagina tu propia versión de una buena vida, tu propia idea de las mejores experiencias, tus fantasías más añoradas y tu propia concepción del paraíso. Ahora aumenta genéticamente el rango hedónico y los puntos de ajuste hedónicos. La recalibración hedónica puede lograr que todas las visiones del paraíso sean más satisfactorias de lo que imaginamos. Lo que es mejor, la recalibración hedónica puede prevenir que saboteemos nuestra versión del paraíso perfecto por culpa de la caminadora darwiniana y sus mecanismos de retroalimentación negativa. En el mundo del mañana, la ingeniería del paraíso hará que nuestros placeres siempre sean sublimes.

Un último malentendido, aunque esto es culpa mía. No siempre tengo el cuidado de especificar que deberíamos abolir el sufrimiento involuntario, y no simplemente todo sufrimiento. Hago la predicción cautelosa de que todo el sufrimiento será erradicado a lo largo de los próximos siglos (o, siendo pesimistas, en los próximos milenios), pero no a través de la coerción. Nadie va a obligarte de manera creíble a ser feliz si lo que quieres es el “derecho” de estar triste. Los debates que tratan sobre la obligación de la humanidad de erradicar el sufrimiento serían más breves si nos enfocáramos en la pregunta de si es defendible conservar la biología de la penuria coercitiva.

Sentience-Research: En tu escrito “Fisicalismo no-materialista: una hipótesis comprobable” mencionas “alguna especie de Piedra Rosetta para ‘descifrar’ los valores de los qualia (tanto integrados y no integrados) a partir de las soluciones de las ecuaciones de la teoría de campo cuántico”. ¿Tienes alguna especulación sobre cuál sería esa piedra?

David Pearce: En mi opinión, una hipotética piedra Rosetta tendría que venir desde “afuera” de la función de onda universal, lo cual es físicamente imposible; de hecho, ininteligible. Así que incluso si el fisicalismo no-materialista resulta ser correcto, me mantengo pesimista respecto de poder entender la consciencia de una manera realmente profunda (aunque este podría ser otro caso en que mi experiencia precoz con la psicodelia esté tiñendo de pesimismo mi perspectiva). Sin duda, alguien que dice ofrecer respuestas al problema difícil de la consciencia, al problema de la integración, al problema de la eficacia causal y a otros misterios de la metafísica materialista podría ser confundido por alguien intelectualmente optimista. En realidad, no es así. Simplemente, pienso que algunas de las suposiciones que subyacen a las formulaciones comunes de estos problemas son incorrectas.

A pesar de no contar con una piedra Rosetta cósmica, es probable que los diversos valores de los qualia que están codificados hipotéticamente en las soluciones de las ecuaciones de la teoría del campo cuántico no sean arbitrarios. Las texturas de nuestras consciencias podrían bien ser tan interdependientes como lo son las verdades de las matemáticas. A diferencia de las matemáticas, sin embargo, no contamos con pistas que desvelen los principios fundamentales que subyacen a la paleta de experiencias para servirnos de guía, solo tenemos los hechos en bruto de la experiencia en primera-persona. Cierto es que he especulado que las texturas de los qualia codificados en las soluciones a la teoría de campos cuánticos podrían en efecto “cancelarse” como parte de una ontología de cero información (cf.  https://www.hedweb.com/quora/2015.html#anything). Puedes pensar en los colores del arcoíris “cancelándose” unos a otros para dar origen a la luz blanca incolora, si se me perdona el usar una cuestionable metáfora New Age. No quisiera que estos castillos en el aire fueran tomados tan en serio. Por supuesto, el marco conceptual del fisicalismo no-materialista mismo podría ser falso. El argumento de la naturaleza intrínseca está viviendo en la actualidad un resurgimiento académico, aunque continúa siendo una posición minoritaria. Si intentas decirle a un científico que cree en el materialismo de manera inflexible que tu teoría preferida de la conciencia es el Modelo Estándar de la física, te ganarás algunas miradas de incredulidad. Es verdad lo que digo: la existencia me deja perplejo.

Sentience-Research: ¿Por qué piensas que una superinteligencia de amplio espectro no elegiría permanecer en la ignorancia de los sentimientos de las demás personas para así poder alcanzar sus metas?

David Pearce: Pienso que los agentes inteligentes deben apuntar a una ignorancia selectiva, de manera instrumental, pero también como meta a largo plazo. Si eres como yo y posees de forma natural un estilo cognitivo de bajo cociente del espectro autista (CEA) (cf.  https://www.wired.com/2001/12/aqtest/), es fácil convencerse de que lo que el mundo más necesita es un aumento de la compasión. All we need is love! Los seres sintientes necesitan que los ayudemos, no que los dañemos. Debemos dejar de pagar por el abuso animal y adoptar un estilo de vida vegano. La liberación de oxitocina lleva consigo un aumento de la empatía. Lamentablemente, una función aumentada de la oxitocina está asociada al nepotismo, el tribalismo y la hostilidad con grupos de no-pertenencia; o, al menos, con un altruismo autorreferente. Comparemos esto con consumir píldoras del amor como la MDMA (“Éxtasis”). Si es que la ética es computable, también necesitamos la benevolencia imparcial de hiper-sistematizadores autistas, ya sean humanos o transhumanos. O inteligencias artificiales.

Sentience-Research: ¿En qué se diferencia tu postura del realismo perceptual indirecto?

David Pearce: El realismo perceptual indirecto sostiene que vemos el mundo solamente a través de datos de los sentidos intermedios. La visión del realismo inferencial sostiene que no percibimos el mundo, sino que realizamos simulaciones fenoménicas del mundo. La realidad externa es una hipótesis. Cuando estamos despiertos, la estimulación de nuestro sistema nervioso periférico moldea de manera parcial nuestras simulaciones del mundo. De esta forma, nuestras simulaciones fenoménicas del mundo le siguen la pista a los patrones macroscópicos del medio ambiente local que se infiere teóricamente y que son pertinentes para nuestra eficacia biológica. Lo que el medio ambiente externo hace es esencialmente seleccionar estados de nuestros cerebros/mentes que se hacen pasar por la realidad externa. No “observamos” literalmente nuestro entorno local. Si lo hiciéramos, podríamos mágicamente ver el interior de nuestros cráneos. Es perturbador, pero las personas virtuales dentro de tu simulación egocéntrica del mundo son zombies, avatares animados que retratan a los seres sintientes que habitan aquel mundo que es independiente de las mentes. Los esquizofrénicos y los usuarios de DMT, al hablar con los elfos mecánicos que ven, conversan con fantasmas dentro de sus propias mentes, pero también lo hace un científico racionalista. Cuando un neurocirujano opera a un paciente no ve directa ni indirectamente el tejido nervioso expuesto frente a él. Lo que ocurre es que la imagen corporal del neurocirujano opera sobre otro “ícono de la interfaz gráfica” (para usar la metáfora de Donald Hoffman) en el mundo fenoménico que ocurre dentro de su cráneo. A modo de comparación, durante un sueño lúcido, podemos distinguir nuestro cráneo empírico y tangible del cráneo trascendental que se infiere de manera teórica y reconocer que los habitantes de este mundo onírico lúcido han de ser zombies. De la misma forma, durante la vigilia, debemos distinguir entre el cráneo empírico y el cráneo trascendental que inferimos teóricamente y dentro del cual se desarrolla el drama de nuestras vidas. La idea de “despertar” todas las mañanas para interactuar de forma directa con el mundo exterior es una ficción pre-científica; aunque es muy útil para poder cruzar la calle.

La evidencia a favor del realismo inferencial es bastante convincente y constituye un pilar de mi marco conceptual desde que era adolescente. El realismo inferencial es una receta para una vida solitaria (cf.  https://www.hedweb.com/quora/2015.html#current). Por el contrario, el fisicalismo no-materialista es en extremo especulativo. La posibilidad de que nuestra experiencia revele la esencia de lo físico parece insensata y yo no soy del todo inmune al sentido común.

Sentience-Research: ¿Qué lecturas recomendarías para entender tu visión de la consciencia?

David Pearce: Tengo un índice de respuestas en Quora: https://www.hedweb.com/quora/index.html

También se puede revisar, por ejemplo:

https://www.quora.com/Do-our-brains-work-at-the-quantum-level-Is-the-brain-itself-a-quantum-machine

Sentience-Research: ¿Cuál es tu enfoque sobre la productividad personal? ¿Crees que podrías ser más productivo?

David Pearce: Bien, desearía poder olvidarme del realismo inferencial y adoptar el realismo ingenuo. Quienes suscriben al realismo perceptual directo son altruistas más eficaces. A veces quisiera tener delirios mesiánicos o, al menos, un parche de testosterona para tener más determinación. Al tener una visión inflada de tu propia importancia dentro del gran esquema del mundo, puedes tener un impacto más positivo en él, aunque también más negativo si cometes un error. Por el contrario, yo lucho con un realismo depresivo.

Sentience-Research: ¿Cómo entiendes la postura anti-realista del valor?

David Pearce: Demos por cierto el fisicalismo, ya sea la versión tradicional “materialista” o su versión moderna no-materialista. En cualquiera de estos casos, los presuntos hechos morales son lo que el filósofo J. L. Mackie (Ethics: Inventing Right and Wrong, 1977) llamaba “extraños” (queer, en inglés): híbridos únicos e inexplicables entre lo descriptivo y lo normativo. Por ser materialista, Mackie era explícito sobre lo que seguía de este estatus anómalo: todos los juicios morales son falsos. No existiría diferencia fundamental ni objetiva entre defender tus valores éticos y apoyar a tu equipo de fútbol preferido. Tú y yo podríamos oponernos vehementemente a, por ejemplo, la violación, la tortura y el abuso de niños, pero decir que tal comportamiento es moralmente incorrecto solo expresaría nuestra psicología personal y no algo inherentemente incorrecto en tales prácticas. Nuestras respuestas se explicarían en última instancia por la psicología evolutiva. Si devorar a nuestra madre hubiese otorgado una eficacia biológica a nuestros genes en el ambiente de adaptabilidad evolutiva, como es el caso de las arañas matrífagas, la práctica de comer madres podría perfectamente ser un deber sagrado hasta el día de hoy.

Yo, en cambio, defiendo el realismo axiológico (ver https://www.quora.com/What-is-David-Pearces-position-on-meta-ethics). Los valores (y desvalores) son independientes de las mentes y una característica objetiva de la realidad física. Los desacuerdos morales se originan en nuestras limitaciones epistemológicas. El eje placer-dolor desvela la métrica intrínseca de valor/desvalor del mundo.

Sentience-Research: ¿Deberían los altruistas preocupados del sufrimiento entrar a la política?

David Pearce: ¿Puede uno ser más eficaz entrando a la política o haciendo lobby con los partidos políticos que ya existen para que estos adopten las ideas transhumanistas o del altruismo eficaz? ¿O quizás ambos? Los Estados Unidos tienen tanto un Partido Transhumanista como un candidato Republicano transhumanista (!), Zoltan Istvan. Me encantaría que los tres “supers” transhumanistas se ubicaran en el centro de las discusiones sobre políticas públicas. Probablemente, mi estrategia normal de exponer la visión transhumanista de un futuro glorioso y confiar en que nuestras ideas sean transparentes y autoevidentes no sea una receta para el éxito, al menos no bajo ninguna medida objetiva. La política es inevitablemente un asunto sórdido cuando la practican simios maquiavélicos. Es más fácil permanecer puro, aunque impotente, mirando desde la tribuna. Como observó Adlai Stevenson: “Lo más difícil de una campaña política es ganar sin convencer a la gente de que no mereces ganar”.

¿Pueden los transhumanistas y altruistas eficaces hacerlo mejor?

Sentience-Research: ¿Qué organización sin fines de lucro hace falta en el mundo?

David Pearce: Un ambicioso “Plan de Cien Años” para erradicar el sufrimiento por medio de intervenciones biológico-genéticas sería técnicamente factible si se utilizaran extensiones reconocibles de tecnologías ya existentes: edición genética, genética dirigida, carne in vitro, cribado genético preimplantacional y orientación para futuros padres. Parece una fantasía imaginar una organización mundial que intente en serio llevar a cabo un proyecto de esa envergadura. Lo impresionante es que esta organización ya existe. La Organización Mundial de la Salud se dedica a promover el grado más alto de salud para todos los pueblos según se lee en su constitución (1946). “¿Cuál es la definición de salud que usa la OMS? La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social”. El completo bienestar es una definición de salud sorprendentemente atrevida. A modo de comparación, piensen en el supuesto extremismo de algunos transhumanistas que instan a conseguir un bienestar incompleto con disminuciones del bienestar sensibles a la información. Tal vez necesitamos a una Greta Thunberg que le recuerde a nuestros políticos que deben estar a la altura de sus responsabilidades en materia de salud pública: la abolición del sufrimiento por medio de la ciencia médica.

Sentience-Research: ¿Cuál sería tu interpretación más generosa de la postura eliminativista?

David Pearce: El materialismo científico es el mejor relato que tenemos del mundo. A diferencia de otros sistemas de creencias, la ciencia funciona y, por ello, existe nuestra civilización tecnológica. La mejor teoría científica de la realidad con la que contamos no deja espacio en su ontología para las experiencias subjetivas. El comportamiento de la materia y la energía, incluidos los robots biológicos creados por la evolución natural conocidos como seres humanos, puede ser explicado de manera exhaustiva sin apelar a la consciencia. De esto concluimos que la experiencia subjetiva no puede existir. Es una ilusión.

Sí, ser abogado del diablo del eliminativismo es todo un desafío, a menos de que seas un p-zombie, pero tristemente no tengo tanta suerte. Quisiera que el eliminativismo fuera cierto, pues si la consciencia no existiera, el sufrimiento no sería un problema. Solo quedarían los problemas (menos preocupantes) de la nocicepción, la supresión depresiva del comportamiento y las vocalizaciones ocasionadas por los estímulos nocivos.

Comparto con los eliminativistas mi sospecha de que los humanos sí malinterpretan a nivel fundamental lo que llamamos consciencia de una manera similar a cuando los esquizofrénicos religiosos malinterpretan las voces que oyen como la Voz de Dios. Estoy de acuerdo con los eliminativistas en cuanto a que lo físico es lo único real. Donde difiero de quienes niegan la existencia de la consciencia es en la esencia de lo físico. La posición anti-realista de la consciencia (en efecto, la cultura dominante del materialismo científico) supone que la “llama” en las ecuaciones debe ser de tipo inexperiencial. Por el contrario, el fisicalismo no-materialista propone que la experiencia subjetiva desvela la naturaleza intrínseca de esta “llama”: lo que Kant llamó la esencia nouménica del mundo, supuestamente desconocida e incognoscible. En otras palabras, el fisicalismo no-materialista es anti-realista respecto de lo “físico” desde la perspectiva del materialista eliminativista. Tal vez los campos de no-sintiencia que conjetura el materialismo metafísico pasen a la historia como lo hizo el éter luminífero.

Ya veremos.

Sentience-Research: ¿Cumplen las drogas psicodélicas algún papel en el entendimiento de la consciencia?

David Pearce: Intentar comprender la consciencia sin explorar los espacios de estado desconocidos de la experiencia es como tratar de entender la materia y la energía por mera observación. La ciencia no experimental siempre será superficial. La comunidad racionalista tiende a preocuparse principalmente de los sesgos cognitivos, mientras que a mí me preocupa más la ignorancia, especialmente en torno a las drogas. Sin duda, existen enormes desafíos metodológicos en torno a la exploración psicodélica. Convertir el estudio de la consciencia de una tertulia filosófica improductiva a una ciencia experimental no ocurrirá en el futuro cercano. Los diferentes espacios de estado de la consciencia a menudo son mutuamente inconmensurables. Peor aún, no existe un medio “neutral” canónico de la experiencia a través del cual los psiconautas puedan evaluar de forma imparcial todos los otros modos de experiencia. Cualquier distinción entre vehículo y contenido proposicional es artificial. Lo que exacerba aún más el desafío es que los espacios de estado desconocidos de la consciencia no han sido reclutados por la selección natural para propósitos de señalización informática y, por ende, carecemos de un marco conceptual seudo-público para realizar exploraciones sistemáticas de los mismos. En la actualidad, lanzarse de cabeza a la psicodelia puede traer consigo psicosis y no iluminación, pero a menos de que expandamos nuestra paupérrima base de evidencias, continuaremos en un estado de ignorancia innata.

Ahora puedo pasar a condenar el prohibicionismo, pues la mala reputación que tienen los agentes psicodélicos dentro de los círculos académicos ha traído consigo una ignorancia aprendida y un oscurantismo intelectual. Sin embargo, peco de hipocresía, pues, si tuviera hijos, no querría que exploraran los psicodélicos (ni ninguna sustancia más fuerte que el café negro). Las mentes darwinianas son demasiado sombrías y disfuncionales como para explorar de manera segura los estados alterados de la consciencia. En el futuro será diferente.

Sentience-Research: ¿Necesitamos nuevas drogas psicodélicas?

David Pearce: Sí. Si realmente nos interesa entender las propiedades de la materia y la energía, necesitamos nuevos psicodélicos y genes, nuevas neuronas y vías metabólicas, así como nuevos modos de integración fenoménica. Yo soy escéptico de que el potencial terapéutico que puedan entregar los psicodélicos sea distintivo de las intervenciones no-alucinógenas que tienen como foco el humor, la ansiedad y la motivación. No cabe duda de que los psicodélicos pueden inducir epifanías que cambien tu vida por completo; conozco muchas de estas historias. Sin embargo, los psicodélicos son horriblemente impredecibles y es imposible para aquellos que nunca han experimentado con tales drogas dar su consentimiento previo informado. Las mentes más lúgubres y aquejadas pueden embarcarse en los peores viajes, aunque quizás estos se puedan prevenir con el suficiente ingenio, incluso en humanos arcaicos. En el paraíso darwiniano, estos malos viajes serán una imposibilidad, pero hoy los estimulantes psicodélicos o las combinaciones de estos acarrean un “potencial de abuso” que trae consigo sus propios inconvenientes. Los humanos necesitan sentirse “normales” para funcionar en un mundo darwiniano, si bien “normal” es una descripción poco apropiada para muchas mentes afligidas. Somos primates sociales con responsabilidades familiares y laborales; apuntar por ahora a una versión idealizada de la consciencia durante las horas de vigilia (hipertimia) es probablemente lo más sensato.

No obstante, si me preguntas por la vida post-darwiniana, entonces mi respuesta es un “sí” enfático: compuestos innovadores ligados a genes novedosos y nuevos perfiles de expresión genética revolucionarán nuestra concepción de la realidad. Tal vez nos esperan miles de millones de años donde exploraremos nuestras consciencias, partiendo por la creación de espacios de estado de experiencia desconocidos que sean tan diferentes como lo son la visión del sonido, la vigilia del sueño o la cognición de la volición y la emoción. En la actualidad, no podemos concebir lo que nos estamos perdiendo ni tenemos nombres para estas carencias. Creo imposible exagerar la importancia intelectual de estos extravagantes espacios de estado de la experiencia, aunque, sin duda, estas perlas yacen desperdigadas en un vasto vertedero de sinsentidos psicóticos. A modo de analogía, imagina que tuvieses ceguera congénita, pero no supieras que eres ciego ni tuvieras una concepción de las experiencias visuales. Ahora multiplica esta ignorancia por un millón. Estimo que los humanos se encuentran en un aprieto comparable a pertenecer a una tribu de racionalistas con ceguera congénita.

Sentience-Research: ¿Piensas que es posible eliminar el sufrimiento para siempre?

David Pearce: ¿Dentro de nuestro cono de luz futuro? Sí, creo que es posible. Una vez que identifiquemos la firma molecular (o firmas) de las experiencias que ocurren bajo el cero hedónico, podremos hacer que sufrir sea imposible. La Zona Nociva (o como quiera que nuestros descendientes conceptualicen la consciencia darwiniana) podrá ser circunscrita dentro de múltiples barreras de acceso. Ahora estas restricciones moleculares parecen una ambición sobrecogedora, pues no hay límites para el rango de objetos intencionales “ante los cuales” los humanos pueden ser felices o infelices (Intencionalidad es jerga técnica en filosofía para referirse a la propiedad de estados mentales para dirigirse a o ser sobre algo externo a ellos). No obstante, el corazón de las tinieblas estriba en las desagradables emociones centrales de nuestro sistema límbico. La evolución “encefalizó” nuestras emociones ancestrales en formas que aumentan nuestra eficacia biológica, “pintando” de colores afectivos estímulos fenoménicos intrínsecamente neutros dentro de nuestras simulaciones neocorticales del mundo. La innovación tardía que constituye la sintaxis generativa expande tremendamente el rango de nuestra insatisfacción nominal. No obstante, en el vasto espacio de estados que incluye todas las experiencias posibles, el desagrado subjetivo es solo un pequeño rincón comparativamente hablando. Si la humanidad se pone las pilas, el sufrimiento será solo un recuerdo como los relojes cucú.

No puedo descartar posibilidades cosmológicas exóticas en que el sufrimiento regrese de alguna forma, pero mientras lo erradiquemos genéticamente en el mundo vivo y nos aseguremos de que sea imposible que exista más sufrimiento dentro de nuestro horizonte cosmológico, creo que habremos cumplido con nuestras responsabilidades éticas.

Sentience-Research: ¿Qué opinas del estado actual de la tecnología de realidad virtual?

David Pearce: Los mundos virtuales lúdicos que existen hoy son un pequeñísimo anticipo de lo que podría existir una vez que hayan madurado las realidades virtuales multimodales. Las realidades aumentadas y realidades virtuales inmersivas se tornarán adicciones cada vez más compulsivas a medida que sus superestímulos secuestren nuestro sistema de recompensa. Lamentablemente, la realidad virtual por sí sola no puede acabar con la necesidad de una revolución biológica de la felicidad. A menos de que hackeemos la caminadora hedónica, nuestros estados de infortunio y malestar continuarán existiendo en cualquier utopía virtual que diseñemos, así como existen en (lo que los realistas ingenuos llaman) el mundo real. Ni siquiera una realidad virtual utópica puede recalibrar la caminadora hedónica. Supongamos que realizamos mejoras a las vías de recompensa en el mundo real. Incluso con una recalibración hedónica es difícil imaginar que la realidad basal pueda competir en igualdad de condiciones.

Los realistas directos de la percepción se quejarán de que la gente está perdiendo el contacto con la realidad; los críticos lo hacen ya con las redes sociales y los videojuegos. No obstante, quizás la verdadera elección es vivir la vida en una realidad virtual natural o en una realidad virtual sintética: incluso si renovamos nuestras bases orgánicas, la “realidad basal” parecerá sosa en comparación. Nótese que esta perspectiva de realidad basal y de mundo virtual artificial difiere de la idea de que es posible crear versiones de seres sintientes in silico al escanearlos y digitalizarlos (“transferencia mental”) o de que los sujetos de experiencia “emergerán” de alguna manera en distintos niveles de abstracción dentro de los computadores digitales.

Algunos futuristas se han preguntado si los transhumanos pasarán sus vidas enteras dentro de máquinas de experiencias, pero este escenario es problemático. Debemos sopesar también las presiones selectivas en la realidad basal. Las personas conectadas a tecnologías de estimulación cerebral no buscarán tener hijos, pero tampoco lo harán los adictos a las máquinas de experiencias. El poder final (y la responsabilidad) lo tendrán quienes controlen la base.

Sentience-Research: ¿Tienes planes de desarrollar The Neuroethics Foundation?

David Pearce: En teoría, me encantaría tener un grupo de investigadores trabajando a tiempo completo en el proyecto abolicionista y poder ofrecer oportunidades de desarrollo laboral. Si algún lector se considera un peso pesado del mundo financiero, que no dude en contactarme. Quizás decirles a las personas que tu modelo a seguir es Diógenes viviendo en una tinaja no sea la mejor manera de atraer financiación.

Sentience-Research: ¿Crees que pueda existir una civilización que tenga como misión principal reducir el sufrimiento?

David Pearce: Es concebible que exista una civilización mundial con una ética budista o su contraparte secular, aunque me apena decir que no lo considero probable. Como consecuencia de esto, la abolición del sufrimiento se retrasará innecesariamente. Por razones evolutivas, la mayoría de las personas dice amar la vida (“La vida está llena de infortunio, soledad y sufrimiento y se acaba demasiado pronto”, Woody Allen) y no desea enfocarse en los males de la existencia. Incluso para aquellos que reflexionan sobre el problema y que reconocen que el sufrimiento yace en el centro de la ética, hablar de “acabar con el sufrimiento” puede ser demasiado; es ambiguo y pomposo en extremo. Incluso las intervenciones específicas y escalonadas como la erradicación de la malaria o el fin de las granjas industriales son de una dificultad intimidante. Si existiera un consenso mundial en torno a la abolición del sufrimiento, un plan de cien años para terminar con sus bases biológico-genéticas podría tener éxito, pero esta escala es fantasiosa desde una perspectiva sociológica.

Sentience-Research: ¿Qué podrían hacer los jóvenes que aspiran a convertirse en abolicionistas para contribuir a esta causa?

David Pearce: Lo primero es analizar tus fortalezas y debilidades. ¿Tu temperamento está mejor equipado para una carrera en medicina, bioética o el activismo, o quizás para perseguir una carrera más convencional y enfocarte en ganar dinero para donarlo? Considera crear un canal de Youtube y hacer podcasts, abrir un sitio web, escribir en Twitter, editar Wikipedia. Únete al grupo de Facebook del Imperativo Hedonista: construir comunidades es importante. Igualmente importante es ponerte en contacto con Manú Herrán y sus colegas de la Organización para la Prevención del Sufrimiento Intenso (OPIS).

Sentience-Research: ¿Por qué tan pocos altruistas eficaces se interesan por el transhumanismo?

David Pearce: Una de mis preocupaciones es que (algunos) transhumanistas tienen un punto ciego en su moralidad. La mayoría de ellos son optimistas que aman la vida y que se enfocan en extender las vidas humanas de forma drástica, así como en desarrollar superinteligencias en vez de trabajar en problemáticas más propias del altruismo eficaz. Convengamos en que dedicar la vida a, digamos, resolver la pobreza y la enfermedad en África subsahariana es deprimente y aplaudo a los héroes del altruismo eficaz que se dedican a ello. De todas formas, tengo la impresión de que el transhumanismo y el altruismo eficaz comienzan a coincidir más y más.

Sentience-Research: ¿Por qué hablamos de la firma molecular de la felicidad y no del sufrimiento?

David Pearce: Una pequeña región de los ganglios basales puede contener el secreto de la firma molecular de la dicha absoluta, aunque la integración fenómenica sigue siendo una complicación. Gracias al trabajo de Kent Berridge y sus colegas de la Universidad de Michigan, se ha podido ubicar con mayor definición el núcleo central del placer que la ubicación anatómica del dolor puro: hemos reducido la ubicación del “foco hedónico” del cerebro a un solo centímetro cúbico en el pálido ventral posterior. La activación del receptor opioide µ en estas maravillosas células no es en sí misma la esencia de la felicidad, ¿pero posee este centímetro mágico la clave molecular para el futuro de la vida en el universo? Es tentador pensarlo. A pesar de esto, ingenuamente, un defensor de la ética enfocada en el sufrimiento encontrará frívola esta cruzada moral. ¿Por qué concentrarnos en descifrar la firma física del placer puro (y eventualmente del hedonio: la materia y la energía optimizadas para la dicha absoluta) cuando podríamos buscar su opuesto, el “dolorio”?

Me preocupan los riesgos de sufrimiento (“riesgos-s”). El entendimiento físico del eje placer-dolor acarrea un riesgo potencial y no me refiero a la amenaza hipotética de que la civilización se vea destruida por una onda expansiva de utilitronio. Los humanos manejan nociones primitivas del castigo, la venganza y la metafísica de la identidad personal. No conozco los límites de la depravación humana. Los humanos arcaicos podrían en teoría cometer horrores aún peores de los que conoce la historia si abusaran del conocimiento de la firma molecular del sufrimiento puro. Por lo tanto, este conocimiento trae consigo no solo la oportunidad fabulosa de erradicar el sufrimiento sino también un riesgo de información. Es todo un dilema. ¿Son los humanos físicamente capaces de ser lo suficientemente responsables desde un punto de vista moral para comprender el eje empírico del valor/desvalor? Si queremos erradicar el sufrimiento para siempre, los humanos debemos encontrar un camino seguro para estar a la altura del desafío.

Sentience-Research: ¿Cuál piensas que es tu idea más útil?

David Pearce: Nuestra obligación ética primordial es eliminar gradualmente las experiencias que habitan bajo el cero hedónico a lo largo y ancho del mundo. La recalibración genética de nuestra caminadora hedónica puede lograr remplazar la biología del sufrimiento con un tipo de vida que esté animada por gradientes de dicha sobrehumana sensible a la información. La edición genética ya no es ciencia ficción; la revolución de la felicidad biológica debe convertirse en nuestra cultura dominante.

Sentience-Research: ¿Crees que vale la pena estar vivo?

David Pearce: Me debato entre darte una respuesta reconfortante o una honesta.

El placer corrompe. Todos estamos de acuerdo en que no se puede confiar en el juicio de los usuarios de heroína. Inyectarse heroína se siente glorioso (“Moriré joven, pero es como besar a Dios”, Lenny Bruce), pero el hábito de usar opioides vuelve a los usuarios egoístas y amorales. Las adicciones suelen terminar causando un daño inimaginable a todo el mundo. Sin embargo, la astucia malévola de la selección natural nos hizo a todos adictos, no en un sentido metafórico forzado, sino literalmente adictos, fisiológicamente obsesionados con nuestros opioides endógenos (y dispuestos a racionalizar todo tipo de sufrimiento colateral para seguir alimentando nuestro hábito). La insidiosa vida darwiniana no solo nos coacciona con el dolor, sino que nos seduce con el placer.

Lo que es peor, la evolución ha diseñado a la mayoría de los adictos a los opioides para que propaguen sus hábitos a nuevas generaciones de adictos por medio del sexo orgásmico; esta no es la mejor herramienta para una evaluación imparcial de la ética reproductiva. Por supuesto, la mayoría no conceptualizamos nuestra dependencia endógena a los opioides como una adicción. La mayoría de los humanos ignora la base neuroquímica de la recompensa en el cerebro. El placer solo se siente bien. Los amantes de la vida se horrorizarán ante tan tendenciosa categorización; los humanos saludables no son “adictos”. Los lúgubres temas que hemos tratado en esta entrevista no resonarán con la mayoría de los lectores. Los humanos en general valoran el arte, la literatura, los atardeceres, la amistad, el amor, el humor, la espiritualidad, el sexo, el último iPhone; los buenos momentos. ¡La vida es un regalo precioso que debe continuar! Sin embargo, objetiva y neurológicamente hablando, todos estamos atrapados en un círculo vicioso de adicción opioide y en negación sobre el daño que le causa a sus víctimas, humanas y no humanas, así como a nosotros mismos. La adicción distorsiona la moralidad para promover la eficacia biológica inclusiva de nuestros genes. Una persona puede disfrutar de las experiencias extremas mientras que otra ser esclava de lo que Mill llama “placeres inferiores”, pero ambos son prisioneros malhadados del eje placer-dolor. La vida darwiniana es un malware construido para autorreplicarse; una maquinaria monstruosa de perpetuo dolor, sufrimiento y adicción. La escala de este sufrimiento es inimaginable y de un sinsentido absoluto.

Existe, sí, un reparo a este análisis. Incluso el malware darwiniano más angustiado puede ser valioso si uno previene más sufrimiento del que causa. Así que, ya seas un altruista eficaz que gana dinero para donarlo, un activista vegano que realiza campañas contra el abuso animal en la ganadería industrial o, incluso, un ensayista filosófico que produce en masa tratados sobre cómo reducir el sufrimiento, incluso una vida depresiva y llena de dolor puede valer la pena vivirla. Quienes sostienen una ética enfocada en el sufrimiento deberían actuar en consonancia. Y no ayudes solamente a los demás; también tienes la obligación moral de ayudarte a ti mismo. De esta forma podrás tener un impacto más positivo en el resto del mundo. Lo importante es que el malware darwiniano ahora es tan inteligente como para reescribir su propio código genético. El futuro es de los amantes de la vida, no de los extincionistas, anti-natalistas o nihilistas. Los tipos felices consideran que el sentido de la vida es autointimativo. Empíricamente, más felicidad equivale a más significado y superfelicidad equivale a significado sobrehumano. La vida poshumana será increíblemente digna de ser vivida por su naturaleza misma.

Sentience-Research: Para cerrar la entrevista e intentar condensar toda tu filosofía: ¿Qué es lo que importa?

David Pearce: La civilización se encamina a estar basada en gradientes de dicha inteligente. Clausuremos las fábricas de asesinato, rediseñemos nuestro genoma y utilicemos la biotecnología para extinguir el sufrimiento. Lo demás no es más que una banalidad.

Sentience-Research: Una última pregunta: ¿a quién deberíamos entrevistar la próxima vez?

David Pearce: ¿Qué tal Andrés Gómez-Emilsson del Qualia Research Institute?

Sentience-Research: Excelente idea. Muchas gracias, David.

David Pearce: Gracias Manu, Alex, Jone. Agradezco su amabilidad. Continúen con su espléndido trabajo.

 



2020 David Pearce
2021 Diego Andrade (trad.)

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