Only mammals and birds are sentient, according to Nick Humphrey

Only mammals and birds are sentient, according to neuroscientist Nick Humphrey’s theory of consciousness, recently explained in “Sentience: The invention of consciousness”.

In 2023, Nick Humphrey published his book Sentience: The invention of consciousness (S:TIOC). In this book he proposed a theory of consciousness that implies, he says, that only mammals and birds have any kind of internal awareness.

His theory of consciousness has a lot in common with the picture of consciousness is described in recent books by two other authors, neuroscientist Antonio Damasio and consciousness researcher Anil Seth. All three agree on the importance of feelings, or proprioception, as the evolutionary and experiential base of sentience. Damasio and Seth, if I recall correctly, each put a lot of emphasis on homeostasis as a driving evolutionary force. All three agree sentience evolved as an extension of our senses–touch, sight, hearing, and so on. But S:TIOC is a bolder book which not only describes what we know about the evolutionary base of consciousness but proposes a plausible theory coming as close as can be to describing what it is short of actually solving Chalmers’ Hard Problem.

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https://forum.effectivealtruism.org/posts/AvubGwD2xkCD4tGtd/only-mammals-and-birds-are-sentient-according-to

 

Consciousness baffles me, but not the Hard Problem

Simply put, the Hard Problem asks the following question: how can the machinery of the brain (the neurons and synapses) produce consciousness — the colours that we see, for example, or the sounds that we hear?

https://www.abc.net.au/news/2017-07-07/david-chalmers-and-the-puzzle-of-consciousness/8679884

“Consciousness baffles me, but not the Hard Problem. The Hard Problem arises only if one makes a metaphysical assumption, namely that the intrinsic nature of the world’s quantum fields – the essence of the physical – is non-experiential.”
David Pearce

https://www.facebook.com/tyler.s.anderson.54/posts/pfbid02VaMvEC4E6H7ip4k2diwnkvpLEDnkDdteesjnSvsJs9qZ1tfEGudjAUSfJfyMbjskl

Consciousness as something fundamental, that pre-exists in our Universe

Consciousness is fundamental, pre-exists our Universe and manifests in everything that we think of as real. A brain, as important as it seems, is nothing more than the way that non-local consciousness operates at an “avatar” level during a lifetime. The evidence that all of this is true is consistent and overwhelming. But mainstream science is still bound by the centuries-old “materialist dogma” and stuck with the “hard problem” of consciousness. ​If we assume that consciousness doesn’t arise from the brain activity, as some neuroscientists still presume to be true, where does it come from?

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Consciousness: Redefining the Mind-Body Problem by Alex Vikoulov

Integrating information in the brain’s EM field: the cemi field theory of consciousness

A key aspect of consciousness is that it represents bound or integrated information, prompting an increasing conviction that the physical substrate of consciousness must be capable of encoding integrated information in the brain. However, as Ralph Landauer insisted, ‘information is physical’ so integrated information must be physically integrated. I argue here that nearly all examples of so-called ‘integrated information’, including neuronal information processing and conventional computing, are only temporally integrated in the sense that outputs are correlated with multiple inputs: the information integration is implemented in time, rather than space, and thereby cannot correspond to physically integrated information. I point out that only energy fields are capable of integrating information in space. I describe the conscious electromagnetic information (cemi) field theory which has proposed that consciousness is physically integrated, and causally active, information encoded in the brain’s global electromagnetic (EM) field. I here extend the theory to argue that consciousness implements algorithms in space, rather than time, within the brain’s EM field. I describe how the cemi field theory accounts for most observed features of consciousness and describe recent experimental support for the theory. I also describe several untested predictions of the theory and discuss its implications for the design of artificial consciousness. The cemi field theory proposes a scientific dualism that is rooted in the difference between matter and energy, rather than matter and spirit.

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Teorías de la sintiencia: una charla con Magnus Vinding

English version

Magnus Vinding es un filósofo centrado en reducir el sufrimiento. En su obra desarrolla temas como el altruismo eficaz, el antiespeciesismo, la ética centrada en el sufrimiento (sobre la que actualmente está escribiendo un libro) y cuestiones de identidad personal y ontología, como el individualismo abierto y el fisicalismo. Es licenciado en matemáticas y autor de los libros: Why We Should Go Vegan, Why “Happy Meat” Is Always Wrong, Speciesism: Why It Is Wrong and the Implications of Rejecting It, Reflections on Intelligence, You Are Them, y Effective Altruism: How Can We Best Help Others?

Manu Herrán: Comencemos por el principio. Usaré la palabra sintiencia para las experiencias de sufrimiento y disfrute, y conciencia para las experiencias subjetivas en general. No solo dolor y placer sino, por ejemplo, percibir. ¿Coincide con tu terminología?

Magnus Vinding: Sí.

Manu Herrán: Algunos investigadores consideran que, en general, los animales no humanos tienen falta de conciencia. ¿Implica que merecen menos (o incluso ninguna) consideración moral?

Magnus Vinding: La palabra “conciencia” a veces es entendida como “autoconocimiento”, que uno puede buscar operacionalizar y medir de varias maneras, pero una forma obvia es comprobar si un individuo puede pasar la prueba del espejo. Muchos animales no humanos son evidentemente conscientes en este sentido. Pero más allá de eso, es ciertamente posible, digamos, que un invertebrado o un niño humano en desarrollo sienta dolor sin tener una idea muy clara de lo que está sucediendo, sin tener un modelo de uno mismo. Pero eso no disminuye la relevancia moral de ese sufrimiento, cuando existe. En mi opinión, la sintiencia es, en última instancia, lo que importa, o al menos lo que más importa.

Manu Herrán: ¿La sintiencia es lo único que importa?

Magnus Vinding: Existe desacuerdo entre los filósofos en este asunto. Pero al menos parece que la mayoría coincide en que, en la medida en que algo pueda importar, la sintiencia se encuentra por lo menos en el conjunto de las cosas que importan.

Manu Herrán: Otras personas consideran la belleza, la complejidad o la vida. O el conocimiento.

Magnus Vinding: Se puede argumentar que el conocimiento, especialmente si se interpreta de manera amplia de forma que incluya valores epistémicos, tiene un estatus especial. Visto en perspectiva, podemos pensar en términos de valores epistémicos por un lado (por ejemplo, consistencia, sobriedad, “parecer razonable / plausible”, etc.) y valores morales por el otro (por ejemplo, reducir el sufrimiento, vivir en armonía, no mentir, etc.).

Me parece que la relación entre estas dos clases de valores es interesante. Por ejemplo, debemos depender de ciertos valores epistémicos para alcanzar cualquier conjunto de valores morales, sin embargo, a su vez, podemos decidir, en función de nuestros valores morales, cambiar ciertos valores epistémicos que inicialmente teníamos, por ejemplo, si pensáramos que un exceso de curiosidad y afán de exploración podría causar más sufrimiento en el futuro. Y esto podría acarrear el coste de cerrarnos a cierto conocimiento que en realidad podría cambiar aún más nuestros valores morales. El problema de cómo equilibrar lo mejor posible estos valores entre sí es complejo; después de todo, ¿qué valores deberían soportar este análisis? Esto es filosofía profunda.

En relación con el asunto de si la belleza, la complejidad o la vida son buenas (o malas), mi opinión es que solo tienen valor instrumental. Es decir, son buenas o malas en la medida en que haya alguien cuya experiencia se vea afectada de manera positiva o negativa por ellas.

Lo mismo puede decirse sobre el conocimiento, si ignoramos el tema más fundamental mencionado anteriormente: en mi opinión, respecto de la ética, el conocimiento es bueno en la medida en que puede ayudarnos a evitar el sufrimiento extremo (lo cual no quiere decir que debamos pensar necesariamente acerca del conocimiento en tales términos instrumentales; eso puede no ser útil en la mayoría de los casos).

Manu Herrán: Estás en contacto con los principales investigadores y organizaciones que tienen como objetivo reducir el sufrimiento. ¿Dirías que compartís un entendimiento común de la sintiencia, de qué se trata y de dónde proviene?

Magnus Vinding: En algunos aspectos sí, pero no en otros. Llevaría mucho tiempo explicarlo todo correctamente, pero la distinción principal es entre realistas y no realistas sobre la conciencia.

Los no realistas, o eliminativistas, sostienen que la conciencia realmente no existe. Brian Tomasik ha defendido esta opinión, y parece haber inspirado a muchas personas preocupadas por reducir el sufrimiento (Brian a su vez se ha inspirado en Daniel Dennett y Eliezer Yudkowsky).

El eliminativismo es también la posición que tentativamente suscribe el Sentience Institute. Digo “tentativamente” porque el Sentience Institute no parece sostener que la conciencia no exista. Por ejemplo, Jacy Reese escribe: “Estoy totalmente de acuerdo con el ‘Pienso, luego existo’ y con la idea de que existe un 100% de confianza en tu propia experiencia en primera persona”. El sentido en el que Jacy niega la existencia de la conciencia es, por lo que puedo decir, más bien en el sentido de que la conciencia no es una categoría nítida, así como, digamos, “música” no es una categoría nítida y bien demarcada. Sin embargo, esto, diría yo, no es negar la existencia de la conciencia en ningún sentido sustantivo; después de todo, la mayoría de los realistas estarían de acuerdo con la afirmación de que la conciencia, en el sentido de una mente compuesta compleja, no es una categoría claramente delineada.

He intentado, en otro lugar, establecer una analogía con el sonido y la música: precisamente porque “música” es una categoría difusa, y es posible que no podamos dar una respuesta clara a si una colección de sonidos cuenta como música o no. Esto no significa que no haya verdades sobre la naturaleza de esta colección de sonidos (su volumen, tono, carácter, etc.). Lo mismo, diría, se puede aplicar a la conciencia: solo porque no podamos estar de acuerdo acerca de lo que cuenta como una mente compuesta (que a menudo es lo que el término “conciencia” connota) no significa que no haya verdades sobre el estado fenoménico de una mente-cerebro dada (en términos de intensidad, su contenido, su carácter, etc.).

A diferencia de los no realistas, existen realistas explícitos sobre la conciencia. Uno de ellos es David Pearce, quien ve la “conciencia” y “lo físico” como el mismo fenómeno bajo diferentes descripciones (he tratado de dar una explicación simple de su punto de vista aquí). Pearce ha presentado una atrevida hipótesis sobre la conciencia en términos físicos concretos que uno puede encontrar aquí.

Entro los realistas también se encuentran Mike Johnson y Andrés Gómez Emilsson co-fundadores del Qualia Research Institute, en el que exploran las firmas físicas de la conciencia desde una posición algo más agnóstica que la de Pearce (en cuanto a qué podrían ser dichas firmas físicas en última instancia).

Más allá de eso, hay que hacer una distinción entre las explicaciones de la conciencia funcionalistas y no funcionalistas (tal vez podría llamarlos “concretistas”). Brian Tomasik es un funcionalista, mientras que alguien como Mike Johnson no lo es; solía serlo, pero cambió de opinión y escribió lo siguiente, en mi opinión, más bien una dura crítica al funcionalismo. Pearce a veces se llama a sí mismo “micro-funcionalista”, lo que significa que si hiciéramos una copia de una mente-cerebro hasta el más fino nivel de detalle “micro-físico”, en un sentido concreto más que abstracto, entonces tendrá las mismas propiedades fenomenológicas que el original. Pero no de otra manera, y por lo tanto no es funcionalista en el sentido tradicional.

Estas opiniones, a su vez, tienen implicaciones muy diferentes para lo que es el sufrimiento en particular y lo que podemos hacer al respecto. Por ejemplo, David Pearce ve el sufrimiento como un fenómeno concreto que probablemente entenderemos con gran detalle y finalmente eliminaremos, mientras que Brian Tomasik no ve el sufrimiento como algo que se pueda entender o eliminar de manera nítida; En su opinión, el sufrimiento es, al menos en cierto sentido, más inherente a la realidad.

Manu Herrán: Esta es una diferencia muy importante, con implicaciones muy significativas en la asignación de recursos en un posible proyecto para reducir el sufrimiento. ¿No es así? Estoy pensando, por ejemplo, en el proyecto de The Hedonistic Imperative.

Magnus Vinding: Sí, aunque explorar el alcance total de las diferencias está más allá del alcance de esta conversación. Sin embargo, también vale la pena señalar que hay puntos significativos de convergencia, incluido que los límites que establecemos en relación con los cuales los seres pueden sufrir son bastante confusos desde nuestro punto de vista actual. Aunque desde una perspectiva realista son difusos debido a nuestra ignorancia; mientras que en la visión no realista son difusos más o menos por definición. Por lo tanto, se puede decir que el realismo implica más investigación sobre esta cuestión que el no realismo (lo que no quiere decir que necesariamente no se encuentren ciertas respuestas asumiendo el realismo).

Más allá de eso, vale la pena señalar que, independientemente de sus puntos de vista sobre la conciencia, prácticamente todos los que participan en el movimiento Altruismo Eficaz y tratan de reducir el sufrimiento están de acuerdo en que debemos tratar de explorar los riesgos futuros con una mente abierta; que debemos tratar de relacionarnos con otras personas de manera amistosa y cooperativa; que deberíamos expandir el círculo moral; que debemos promover la compasión y un pensamiento consecuencialista prudente, etc.

Manu Herrán: ¿Cómo puede Brian conciliar el eliminativismo y el funcionalismo? Quiero decir, si entiendo correctamente, Brian cree en el eliminativismo y en el funcionalismo al mismo tiempo.

Magnus Vinding: Tendrías que preguntarle, supongo. Pero sospecho que diría que el eliminativismo es cierto objetivamente, mientras que (su) funcionalismo es la forma en la que elige, subjetivamente, de definir la conciencia y la sintiencia.

Manu Herrán: ¿Crees que Brian y David tienen cada uno una fuerte convicción acerca de sus propios (y diferentes) entendimientos sobre la sintiencia o por el contrario reconocen honestamente que otras teorías también pueden ser ciertas?

Magnus Vinding: Sé que a David le cuesta entender la opinión de Brian, por ejemplo, le cuesta incluso entender lo que significa. Brian, que yo sepa, en su mayoría retiene cierta incertidumbre por motivos de tipo “Aumann. Pero hablando en términos más generales, creo que ambos tienden a reconocer que todos podemos estar muy equivocados acerca de la naturaleza de la realidad, y que nuestros conceptos humanos pueden en última instancia hacer un mal trabajo cuando se emplean para tratar de capturar lo que realmente está sucediendo.

Manu Herrán: ¿Cuál es tu punto o puntos de vista preferidos sobre la conciencia? Quiero decir, en el sentido de las “hipótesis más probables”.

Magnus Vinding: Mi punto de vista es fisicalista y no funcionalista en el sentido macro; únicamente en el sentido micro / “concretista”. En general, creo que David Pearce tiene razón en que, tal como Mike Johnson resume la opinión de David: “la conciencia es ‘ontológicamente unitaria’, por lo que solo una propiedad física que implique unidad ontológica (como la coherencia cuántica) podría instanciar físicamente la conciencia” (Principia Qualia, p. 73).

Es decir, me inclino hacia la idea de que mi mente consciente actual es una “cosa” física, real y unitaria. Después de todo, si la experiencia no fuera físicamente unitaria de esta manera, si pudiera emerger de algo físicamente desconectado por una pequeña distancia, ¿por qué no podría ser capaz de emerger de algo separado por una gran distancia? ¿Por qué el estado físico que media un aspecto particular de mi experiencia  — digamos, percepciones — no podría estar situado en otro país, o de hecho en otro planeta, lejos de los estados físicos que median otros aspectos, como los sonidos y las emociones? (Trazo una analogía similar con computadoras hechas con bolas de billar aquí). Creo que debe haber alguna conexión e integración en términos físicos, y sospecho que las intuiciones de la mayoría de las personas estarían de acuerdo.

Y la pregunta relevante es entonces en qué sistemas se obtiene dicha conexión / integración. ¿Podría, por ejemplo, obtenerse algún día en sistemas como las computadoras actuales? Lo dudo, y creo que en nuestros círculos muchos tratan la respuesta afirmativa a esta pregunta como una conclusión inevitable, y consideran que las dudas al respecto equivalen a sobrenaturalismo y antropocentrismo. Creo que es una equivocación. Las computadoras no han sido diseñadas para reunir constantemente gran cantidad de información sensorial de su entorno para su propia supervivencia. Los cerebros biológicos en cambio, sí. Esta es una diferencia bastante significativa. Y decir que dos modelos altamente abstractos de sistemas físicos diferentes son, en cierto sentido, isomórficos (digamos, algún modelo abstracto de computador personal, y el de un cerebro animal, respectivamente) de ninguna manera implica asumir que vayan a compartir todas las propiedades relevantes que tienen estos sistemas físicos.

Manu Herrán: ¿Tu fisicalismo es el mismo que el de David Pearce?

Magnus Vinding: En cierto sentido. Sin embargo, por lo que puedo decir, soy mucho más agnóstico acerca de la naturaleza de la conciencia en términos físicos. Pero a nivel básico, sigo el pensamiento de Pearce, y de hecho me ha inspirado mucho. Es decir, como Pearce, tengo una visión monista según la cual solo hay un mundo conforme a diferentes descripciones.

Esta visión puede parecer contraintuitiva, pero creo que la analogía que dibujé anteriormente en relación con el sonido en general y la música en particular puede ayudar a disolver parte de nuestra confusión y hacerla más intuitiva. El problema es que tenemos esta palabra, conciencia, que cubre demasiado. Se requiere cierto refinamiento léxico (ver el enlace anterior para más detalles).

Otro punto de confusión es que combinamos epistemología y ontología; en cierto sentido, confundimos nuestros modelos físicos de realidad con la realidad misma, y no nos damos cuenta cuando hablamos de reducción epistemológica versus reducción ontológica. Estas ideas las desarrollo en un artículo que he publicado recientemente, titulado Physics Is Also Qualia.

Manu Herrán: Las diferentes teorías suenan complejas, pero tus explicaciones las aclaran mucho. ¿Podemos resumir que Brian, David y tu tenéis puntos de vista diferentes sobre la sintiencia?

Magnus Vinding: Sí, creo que es bastante correcto decirlo así. Aunque la diferencia entre David y yo no es tan grande; estamos cerca el uno del otro en relación con Brian (aunque, de alguna manera, Brian también está cerca, como cuando describe su punto de vista como pampsiquista). La principal diferencia entre la opinión de David y la mía es, como se mencionó, que soy más agnóstico con respecto a los “detalles” físicos. Además, a diferencia de David, no creo haber dicho realmente nada original; Las cosas que he escrito sobre la conciencia en su mayoría aclaran y defienden aspectos de la visión de David.

Manu Herrán: ¿Crees que podremos vencer el sufrimiento?

Magnus Vinding: Daré una respuesta funcional que pueda ser útil para los agentes morales: creo que los agentes morales orientados a reducir el sufrimiento siempre deben emplear una gran parte de sus recursos en explorar cómo pueden reducir el sufrimiento futuro de la mejor manera, y esto seguiría siendo cierto incluso cuando el sufrimiento esté totalmente bajo control.

Además, el asunto de si el sufrimiento puede ser abolido definitivamente y para siempre dependerá de la visión que uno tenga de la naturaleza del tiempo y del universo en general, por lo que no es fácil dar una respuesta concisa.

Más allá de eso, también diría que centrarse en derrotar el sufrimiento como objetivo personal puede ser realmente perjudicial. Creo que es mejor centrarse en reducir el sufrimiento esperado tanto como sea posible, pero dentro de los límites de unas restricciones coyunturales razonables, lo cual en el mejor escenario será también parte constituyente de la “derrota del sufrimiento” global de todos modos.

Manu Herrán: Gracias Magnus. Ha sido un placer tener esta charla.

Magnus Vinding: Lo mismo digo. Buena suerte con tus proyectos.

 

The imperative to abolish suffering: an interview with David Pearce

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Photo: Peter Singer, Justin Oakley and David Pearce at EA Global Melbourne.

David Pearce is a British philosopher famous for his idea that there is a strong ethical imperative for human beings to work towards the abolition of suffering of all sentient beings (named “The Hedonistic Imperative“). In the manifesto, Pearce outlines how genetic engineering and nanotechnology will eliminate, over time, all forms of unpleasant experience. He is co-founder, along with Nick Bostrom, of the World Transhumanist Association (today known as Humanity+). David Pearce is currently director of The Neuroethics Foundation.

 

Sentience Research: How would you define “transhumanism”?

David Pearce:  Transhumanism is the directed evolution of improved humans. Transhumanists aspire to a “triple S” civilisation of superintelligence, superlongevity and superhappiness. These three “supers” need unpacking.

Superhappiness sounds straightforward enough. Darwinian life is racked by suffering. Misery and discontent have been adaptive. Imminent mastery of our genetic source code means the entire biosphere will soon be programmable. The level of suffering – and bliss – in the living world will be an adjustable parameter. The reward circuitry of human and nonhuman animals can be genetically upgraded. A new motivational architecture is feasible – life based entirely on information-sensitive gradients of well-being. A few genetic outliers today display hints of such a blissful psychology. Such “hyperthymic” folk are exceptional. Low mood is more common. Bodily malaise is more widespread than vibrant physical well-being too. In future, humans and then transhumans will recalibrate the hedonic treadmill, ratchet up pain-thresholds and hedonic set-points, and create a civilisation based entirely on gradients of bliss – eventually, superhuman bliss beyond the bounds of normal human experience.

Editor’s note: The hedonic treadmill, also known as hedonic adaptation, is the observed tendency of humans to quickly return to a relatively stable level of happiness despite major positive or negative events or life changes. https://en.m.wikipedia.org/wiki/Hedonic_treadmill

Superlongevity entails overcoming the biology of aging. Inorganic robots can be repaired and upgraded indefinitely. No fundamental law of Nature forbids sentient biological machines – and tomorrow’s cyborg hybrids – from enjoying indefinite youthful lifespans as well. Here the molecular-biological details are sketchier. Realistically, today’s oldsters won’t make the transition to perpetual youth – although Aubrey de Grey (Ending Aging, 2007) is more optimistic about timescales. But transhumanists have a fall-back strategy: cryonics and maybe cryothanasia. So aging life-lovers needn’t miss out. If you want to wake up a hundred or thousand years from now, you needn’t abandon hope – if you sign up to be cryonically suspended. Understandably, sceptics abound. Even if cryonics technically succeeds, will the reanimated, repaired and maybe enhanced person who awakes centuries hence still be me? If you’re an angst-ridden soul who wakes up troubled by the worry you might be a different person from your namesake who fell asleep last night, then no – strictly speaking, enduring metaphysical egos are a fiction. But otherwise, if you’re afraid of oblivion, consider signing up for cryonics until the superlongevity revolution matures.

Superintelligence is trickiest to define. Transhumanists differ radically on its nature. Here’s a crude trichotomy.

Biological Transhumanists envisage full-spectrum superintelligence as our AI-augmented and genetically-rewritten descendants.

Kurzweilian “Singularitarians” foresee a complete fusion of humans and our machines as the exponential growth of computer power accelerates, perhaps embracing “mind uploading” to a less perishable digital substrate – maybe as soon as the middle of this century (cf. The Singularity is Near, 2005).

Intelligence Explosion theorists combine Moore’s law of the exponential growth of computer power with the idea of recursively self-improving software-based AI that leads to a runaway explosion of machine superintelligence. The fate of humans on this scenario is uncertain.

Some transhumanists would add further “supers”. What about super-empathy? And what about a superhuman capacity to explore alien state-spaces of consciousness – so-called psychedelic transhumanism? But as shorthand, the term “full-spectrum superintelligence” encompasses them all.

Sentience Research: It is no surprise that both now and then there are objections to transhumanism. Have the objections presented before transhumanist proposals evolved since your beginnings with Nick Bostrom?

David Pearce: The religious and secular objections to transhumanism haven’t changed. Eternal life sounds boring: what will we do all day? How can you appreciate the good things in life without a contrast with the bad? Only a privileged elite will benefit from transhumanist technologies. Rewriting the genome is a slippery slope to coercive eugenics. Transhumanism is a rehash of Huxley’s Brave New World. It’s unnatural. It’s playing God. Hubris! And so forth. But the technical objections to the transhumanist project have receded or developed in pace with advancing technologies. For instance, CRISPR-based gene drives defy the “laws” of Mendelian inheritance. Synthetic gene drives can be used to eradicate vector-borne disease and prevent suffering in Nature – and help create a blissful ecosystem for all sentient beings. However, critics highlight how gene drives could also be used by biohackers, super-terrorists or state actors as bioweapons to crash whole ecosystems. Much recent criticism of transhumanism has focused on the hazards of artificial intelligence – whether weaponised AI or the inadvertent risks of “summoning the Demon”. A machine Intelligence Explosion might not turn out well for humanity. Following its conception by mathematician I.J. Good back in 1965, Eliezer Yudkowsky, the Machine Intelligence Research Institute (MIRI) and most recently Nick Bostrom (Superintelligence, 2014) have explored the risks to mankind of runaway software-based AI. So transhumanists aren’t all the gung-ho technology worshippers of popular stereotype. We know countless things could go wrong.

Yet what does it mean for things to “go wrong?” Historically, utopian experiments end up causing more suffering than they prevent. In theory, gene-editing can transform human nature – the rock on which previous utopian schemes foundered. But are humans intellectually or ethically competent enough to orchestrate their own metamorphosis? And metamorphosis into what exactly? “Transhuman” is a ragbag term. However, if we phase out the molecular substrates of experience below hedonic zero – my own primary focus – then the nature of things “going wrong” will change too. If suffering becomes impossible because its biological substrates are absent, then the unknown unknowns – “things going wrong” – can’t literally be bad in the same aversive sense. This speculative transition in our hedonic architecture isn’t an argument for complacency. There are risks both to individuals and to civilisation in a world without suffering – for instance, getting trapped in a local maximum, i.e. life that is “merely” wonderful rather than sublime. Yet from the perspective of Earth’s contemporary Darwinian hellhole, the risk of getting sub-optimally “stuck” in a mediocre utopia isn’t exactly imminent. Bootstrapping our way out of the Darwinian abyss is the challenge. Critics of transhumanism decry the risks of reckless genetic experimentation: a brave new world of “designer babies”. Yet with the exception of child-free anti-natalists, we’re all implicated in the creation of suffering to gratify our craving to reproduce and pass on our genes. All children born today are untested genetic experiments – endogenous opioid addicts born with a lethal genetic disease (aging), and prone to a lifetime of physical and psychological distress. If we’re determined to create new life, then let’s at least try to experiment more responsibly. Prospective parents should use benign code.

Sentience Research: What can I ask a man who has written more than 400 answers in Quora?

David Pearce: I don’t know! What can I say? I guess my background is a bit odd. Apparently, I’m quite Neanderthal, or at least I’ve more Neanderthal variants than 93% of 23andMe customers. I’m also a third-generation vegetarian/vegan. At least three of my eight great-grandparents were vegetarian as well. My maternal great-grandfather cycled from one end of the British Isles to the other on a penny-farthing, not a feat of athleticism I could emulate. My maternal grandmother became vegetarian age 10, along with her mother, on learning the family rabbit was destined for the pot; life in early twentieth-century Manchester was tough. My paternal grandmother turned vegetarian in 1930 on converting from Zoroastrianism to Anthroposophy. My mother belonged to The Order of the Cross, a small non-sexist Christian denomination that worships God the Father-Mother. One of my earliest memories is of learning I could be born again – maybe as boy, but maybe as a girl, because gender didn’t matter! My ancestral namesake was appalled. Yes, I now think binary gender should go the way of horns and a tail, but I was more backward in those days. In general, I was a lonely, introspective child, very sad and worried about death and suffering. I used to rescue worms in danger of desiccation on the tarmac, and nursed injured ants that had been trodden on. Aged five or so, I recall clapping my hands to scare off a blackbird pulling a worm from the back-garden – and then feeling foolish, defeated by the inevitability of suffering. If the blackbird didn’t eat the worm, her nestlings would starve; but the poor worm had feelings too, so what could one do? As a disturbed teenager, I rocked back-and-forth to pop music for hours each day in a darkened room thinking about life, consciousness and the universe – a “hypercholinergic frenzy” of teen angst. Reading about Olds and Milner’s discovery of (what were then called) the pleasure centres of the brain was a revelation. Wireheading shows no tolerance. I progressed to thinking about futuristic designer drugs that could sabotage or recalibrate the hedonic treadmill, and dreamed of the tantalising prospect of genetic rewrites and Drexlerian nanotech (The Engines of Creation, 1986). How far “down” the phylogenetic tree was it possible to go in order to eradicate death and suffering? I assumed my weird ideas were unpublishable. But then came the Internet, more specifically the World Wide Web. So in late 1995, I wrote The Hedonistic Imperative (cf. https://www.hedweb.com). For the past two decades, I’ve maintained websites pushing for a biohappiness revolution.

Sentience Research: In Wikipedia we can read that you are a negative utilitarian, a philosophical position that considers that what is relevant is to reduce suffering, not to increase happiness. But you also constantly talk about super happiness. How are these two ideas reconciled?

David Pearce: On the face of it, yes, there’s a tension between suffering-focused ethics and advocacy of life based on gradients of bliss. If all that matters is getting rid of suffering, shouldn’t negative utilitarians aim just for tepid contentment? Unlike paradise-engineering, an ethic of negative utilitarianism (NU) sounds…well, negative, bleak, at once uninspired and uninspiring. “Negative utilitarianism” is a lousy brand-name. Even a morally serious label like “suffering-focused ethics” is apt to chill the soul. But NU is essentially the secular formulation of a compassionate Buddhist ethic (“I teach one thing and one thing only: suffering and the end of suffering.” – Gautama Buddha). Our overriding ethical obligation is to mitigate and prevent suffering throughout the living world. NU is easy to misunderstand. By way of example, think of some NU-sounding policy proposal that you find unappealing – or even the slightest bit disappointing to contemplate. Other things being equal, this policy-option can’t really be NU! For NUs want to abolish disappointment, frustration and anything that causes you the slightest hint of concern or sadness. NUs would like to help all your dreams come true! NU is a supremely compassionate ethic. Obviously, there are times today when other things aren’t equal. For instance, settling for a veggie burger when you wanted a hamburger can be disappointing – or so I’m told. But technology can phase out the biology of disappointment in favour of its functional analogues – information-sensitive dips in well-being that never ceases to be awesome. We’re talking about gradients of rich, insightful, socially responsible well-being – a default hedonic state of being blissful rather than being indiscriminately “blissed out”. Life-lovers, not depressive nihilists, will inherit the Earth. I hope that scientific rationalists and religious believers, NUs, classical utilitarians (CUs) and ethical pluralists of all kinds can all collaborate to create post-Darwinian paradise via biotechnology and artificial intelligence. The difference between CUs and NUs is just that NUs will always “walk away from Omelas”, i.e. shun pleasure obtained at the expense of the pain of others. But NUs can have fun too – and ideally, superhuman bliss!

This pragmatic answer won’t satisfy critics. NUs have even been branded an existential risk – although the real underlying risk to civilisation in an era of WMD lies in the biology of involuntary suffering. Just consider how many of the world’s hundreds of thousands of suicidal depressives would take the rest of the world down with them if they could. “Sure”, says the critic, “but as a NU, would you press the OFF button – for example, initiate a vacuum phase transition that cleanly and painlessly brings the experiment of life to a close?”

I could now put on my philosopher’s hat. Counterfactual conditionals don’t have truth-conditions. Or I could challenge status quo bias and ask critics whether they’d press a notional ON button that generates a type-identical copy of the world – and thereby create more suffering than Adolf Hitler. Let’s just say I’d defer to the wisdom of the Buddha.

Sentience Research: Tell us something about the motivation that has led you to develop your work. What makes you get out of bed (if you ever sleep!) and try to save the world?

David Pearce: Selegiline, amineptine, nine or ten cups of black coffee laced with protein isolate and several cans of sugar-free Red Bull. This regimen would not suit everyone.

Seriously, I’m animated by the problem of suffering – and the need to tackle this unfathomable evil at source. As Thoreau remarked, “There are a thousand hacking at the branches of evil to one who is striking at the root.” I focus mainly on genetics. But despite sounding like a crude genetic determinist obsessed with rewriting our DNA, I’m well aware that socio-political reform is essential too. Social justice matters. Arms control matters. Universal basic income and healthcare reform matter.  Domestic violence, gender equality and LGBT rights matter. The list goes on. And right now, I think our most urgent priority is ending the non-human animal holocaust. Our victims are as sentient as small children. Let’s shut and outlaw factory-farms and slaughterhouses.

However, social reform and animal liberation aren’t enough on their own. Unless we tackle the biological-genetic roots of misery and malaise, suffering will proliferate indefinitely. For sure, Darwinian genomes are written in hideously complex spaghetti code. Yet even a handful of genetic tweaks to the germline of human and nonhuman animals could dramatically reduce suffering in the living world. All babies should be genetically designed for happiness.

Sentience Research: Do you have a feeling of success? What emotional impact has it had on you to deepen your understanding of consciousness? And in particular, what emotional impact has it had on you to deepen your understanding of suffering?

David Pearce: Success? No. Reality is sinister and malignant. The scale of suffering is inconceivable. I feel impotent to do anything about it – most of it, at any rate.

You ask about a deeper understanding of suffering. I fear gaining a deeper empathetic understanding would induce madness – or at least, worsen a predisposition to learned helplessness and behavioural despair. The kind of deeper understanding to which I do aspire is neuroscientific and molecular-genetic – the formal, structural shadows of first-person subjective experience. Only by decrypting the physical signature of pain, pleasure and the negative-feedback mechanisms of the hedonic treadmill in the Central Nervous System (CNS) can we hope to consign suffering to history. Such formal understanding isn’t deep, but it’s potentially effective – which is what matters.

Sentience Research: People who approach your ideas may be emotionally overwhelmed by the amount of suffering in the world. Even worse, if we consider suffering in the multiverse. Do you have any personal-wellbeing tips for altruists who took the suffering in the multiverse essay “too seriously”?

David Pearce: Sorry. Darwinian life is evil beyond belief. Words fail. Concepts fail. And I’ve no feel-good “But…”, no words of consolation – the kind of sugar-coated pap that sells books and brings fame and fortune.

Yes, I worry about wavefunction monism – the possibility that we live in a multiverse, the misnamed “many worlds” of unitary-only QM. See e.g. physicist Sean Carroll’s Something Deeply Hidden (2019) for a lucid popular exposition, or Mad-Dog Everettianism (cf. https://arxiv.org/pdf/1801.08132.pdf) for the heavy stuff. My heart sinks. But suppose unitary-only (“no collapse”) QM is indeed true. If so, then tackling the biology of pain and depression, shutting factory-farms and slaughterhouses, and preventing wild animal suffering are actually far more important than one realises, not less. For when choosing to help – or not to help – just one other sentient being, you and your decohering (“splitting”) namesakes are unwittingly helping (or neglecting to help) far more victims than perceptual naïve realism and Copenhagen-style positivism suggest. Or at least, that’s one way to analyse what’s going on. Let’s hope no-collapse QM is false. It’s haunted me ever since I stumbled across Everett’s doctoral thesis back in Oxford. The risk of thinking too hard about immense, inescapable suffering is emotional numbing, fatalism and despair – “burn out”. Self-compassion is vital to effective agency. Your last interviewee – my good friend Magnus Vinding – reminds us of this duty of self-care in his forthcoming book Suffering-Focused Ethics (2020).

Sentience Research: Ok. Let’s assume now that you succeed and all suffering is eradicated from Earth. Or better, let’s say from our Universe. No, even better, from all universes. What about if future civilizations forget about what suffering is? Wouldn’t this be a big risk?

David Pearce: If a transhuman civilisation were to forget about suffering prematurely, then yes, there’s a risk of recurrence. And some risks of premature amnesia may be subtle and distinctly non-obvious. As an example of an ethical catastrophe in the guise of success, I offer an alien civilisation that has embraced the sort of biohappiness revolution I promote (!). Everyone in this advanced civilisation leads magnificently fulfilled lives. No one is excluded from paradise. Superhappiness feels even more wondrous than the prophets foretold. There is no death or aging. Life is beautiful. Their wildlife parks resemble the Garden of Eden. There are no dark secrets, no tormented juvenile alien in a basement (cf. The Ones Who Walk Away from Omelas). Yes, it’s the Hedonistic Imperative! But this advanced civilisation has fallen victim to a terrible error. Their forebears believed that primordial life in the universe was vanishingly rare. They opted to forget about primeval life too soon. If they had persevered on an arduous spacefaring trajectory, mindful of their cosmological responsibilities, then they could have discovered – and launched cosmic rescue-missions to save – pain-ridden Darwinian life beyond Earth.

This example is probably fanciful. For what it’s worth, I’m provisionally a Rare Earther, based on the thermodynamic improbability of primordial information-bearing self-replicators arising in the first instance. We’re most likely alone in our Hubble volume. But Rare Earthism is still only guesswork. The conjecture shouldn’t be dignified as scientific fact. So I don’t believe that post-Darwinian civilisation should forget about suffering until we comprehend the nature of reality and the theoretical upper bounds of intelligent moral agency in the cosmos. If there is the slightest possibility of Darwinian life existing elsewhere within our cosmological horizon, then we should place our rescue responsibilities first – the opposite of the Prime Directive, much as I love Star Trek. In practice, long-term responsibility for cosmic stewardship can probably be offloaded to insentient AI; biological wetware isn’t designed for interstellar travel and galactic exploration. Yet we don’t yet know whether ethical responsibility can be safely offloaded to digital zombies, or the specifics of what “cosmic stewardship” entails.

If we forget altogether about suffering, might there still be a risk that suffering could be recreated here? After all, some well-known transhumanists, notably Nick Bostrom – an ardent life-lover – have speculated about an ultra-advanced civilisation creating virtual “ancestor simulations” – and wondered if, statistically, we could be one of them. I don’t believe in digital sentience and the idea that unified subjects of experience can arise at different levels of computational abstraction. But even if I’m mistaken, I still don’t envisage an advanced civilisation re-creating the Holocaust, say, in the guise of running ancestor-simulations. After all, we’re talking about posthuman superintelligence, not the Devil. So let’s discount ancestor-simulations, here at least. Assume we live in basement reality. Imagine our descendants, a posthuman civilisation with a hedonic range of schematically, say, +70 to +100  rather than our -10 to 0 to +10 – with rock-bottom hedonic +70 the equivalent of our dark night of the soul. On this scenario, it’s hard to foresee anyone wanting to explore the hedonic +60s, let alone to penetrate the inconceivable watershed below hedonic zero. Centuries from now, maybe we should pause hedonic uplift and start worrying about the risks of premature amnesia. The risk of forgetting about suffering is currently not one of our more pressing challenges.

Sentience Research: Which is your best theory of the nature of sentience?

David Pearce: First a disclaimer. No one understands sentience. And no believer in suffering-focused ethics need take seriously any of the weird speculations I play around with. Not least, orthodox scientific materialists can sign up for the abolitionist project. What’s critical to our prospects of phasing out suffering isn’t the truth or falsity of materialism, but rather monistic physicalism. Only the physical is real. Only the physical has causal efficacy. Reality is exhaustively described by the mathematical formalism of physics. That’s why technology works. Alas, I still worry we’re ignorant and deluded. For science does not understand the existence, phenomenal binding, causal efficacy and diverse textures of consciousness, i.e. the empirical evidence. Worse, the mystery of consciousness can’t be quarantined from our understanding of the rest of physical reality, as perceptual direct realists implicitly suppose. One’s conscious mind and the entire phenomenal world-simulation it runs ought not to exist if physicists and chemists really understood the fundamental nature of matter and energy. Likewise, one’s conscious mind and the entire phenomenal world-simulation it runs ought not to exist if neuroscientists correctly understood brains as packs of decohered neurons: phenomenal binding is classically impossible (cf. https://www.hedweb.com/quora/2015.html#categorize). Likewise, “observations”, “observers” and the subjective experience of definite outcomes in one’s world-simulation ought not to exist if physicists really understood the (relativistic generalisation of the) Schrödinger equation, the bedrock of modern physics. The measurement problem in QM is a scandal at the heart of physics: as it stands, the decoherence program alone doesn’t solve it. Consciousness is the empirical evidence – it’s all any of us has to go on. All the stuff one reads about the “empirical” adequacy of science, about “progress” in neuroscience, and the “success” of the Standard Model in physics is a farrago of self-deception and hype. So-called scientific materialism is a degenerating research program: it’s not empirically adequate.

So what’s my best guess of the right explanation-space for answers? I explore a mix of the theoretically conservative and the seriously weird – a version of what philosophers call the intrinsic nature argument. Physicalism is true. Unitary-only quantum mechanics (i.e. QM without the ad hoc collapse postulate) is formally complete. But the mathematical machinery of QFT describes fields of sentience rather than insentience. What makes biological minds special isn’t consciousness per se, but non-psychotic phenomenal binding. You and your phenomenal world-simulation are what a quantum mind feels like from the inside. I investigate a “Schrödinger’s neurons” conjecture. More formally, I explore the quantum-theoretic version of the intrinsic nature argument for non-materialist physicalism. You and your phenomenal world consist of “cat states” sculpted by the most powerful selection-mechanism ever conceived, Zurek’s quantum Darwinism, i.e. the decoherence program in post-Everett quantum mechanics applied to the central nervous system.

Anyone who knows a bit of physics will appreciate why this version of quantum mind is so far-fetched – not because the conjecture invokes a modification of the unitary Schrödinger dynamics like Orch-OR or a spontaneous collapse theory, but rather because the theoretical lifetime of neuronal superpositions (“cat states”) in the CNS is femtoseconds or less. Brains are too hot to sustain quantum coherence. Decoherence is too strong and uncontrollable. The dynamical timescale of neuronal superpositions is wrong by many orders of magnitude. Our mental lives and phenomenal world-simulations play out over scores of milliseconds, not femtoseconds! Phase coherence between the components of neuronal superpositions is scrambled too rapidly to be remotely relevant to consciousness. So naïvely again, neuronal superpositions are (at most) functionally irrelevant “noise” rather than a credible solution to the binding problem. Consciousness must (somehow) be classical and emergent.

Maybe so. However, critically, the quantum-theoretic version of intrinsic nature argument is not about dynamical timescales; it’s a theory of the intrinsic nature of the physical, the elusive “fire” in the equations of QFT or its stringy successor. In my tentative view, only the fact that the superposition principle of QM doesn’t break down in your head (or anywhere else) allows each of us to run a phenomenally-bound world-simulation that can be described from within by an approximation of classical physics. Only the ubiquity of the superposition principle allows you (an “observer”) to experience phenomenally-bound definite outcomes (“observations”) within your world-simulation. Note this interpretation of the QM formalism is an inversion of the normal physics story in which superpositions exist only when unobserved, after which they unaccountably vanish – the infamous “collapse of the wavefunction”. The blindingly obvious assumption that superpositions aren’t experienced spawns the measurement problem – the alleged non-unitary transformation of the state vector on measurement into a seemingly definite classical state in accordance with the Born rule. If I may quote Schrödinger himself, “The task is, not so much to see what no one has yet seen, but to think what nobody has yet thought, about that which everybody sees.” Quite so. A notional micro-experiential zombie made up of some 86 billion decohered, membrane-bound classical neurons – the staple of conventional neuroscience – couldn’t observe a live cat (or a dead cat), or the apparatus for detecting a spin-up (or a spin-down) electron – or anything else. The measurement problem in QM and the binding problem in neuroscience are two sides of the same coin – and share a solution.

As I said, crazy stuff! And don’t worry, I promise I don’t believe such speculation – it’s a conjecture, amenable to refutation via the normal methods of science, in this case interferometry. If I’m confounded – as I may well be! – just don’t expect the true explanation of the Hard Problem, phenomenal binding and the measurement paradox to be any saner. Unlike testability, credibility is a red herring. All the options are bizarre and absurd. Critically, if phenomenal binding is non-classical, then the interference signature as revealed by tomorrow’s molecular matter-wave interferometry will tell us: a “Schrödinger’s neurons” conjecture predicts a perfect structural match. What perceptual naïve realists call phenomenal binding via synchrony – a mere restatement of the binding problem – is really superpositions of distributed neuronal feature-processors in your CNS. This account of consciousness and binding doesn’t rest on some subtlety related to Gödel’s incompleteness theorem like the Penrose-Hameroff Orch-OR theory. Phenomenal binding is the staple of our mental life. In human and non-human animals with a capacity for rapid self-propelled motion, non-psychotic phenomenal binding is what consciousness is evolutionarily “for”: real-time phenomenal world-making is ridiculously adaptive. In the meantime, until we can perform the interferometric tests, I think the best empirical evidence that you’re a quantum mind – but not a universal quantum supercomputer! – lies under your virtual nose in the guise of the unity of consciousness. Unless dreamlessly asleep, you’re not patterns of Jamesian “mind-dust”, let alone a classical Turing machine, but a unified subject of experience, an egocentric world.

The ethical relevance of the (conjectured) quantum supremacy of biological minds is mostly negative. If phenomenal binding and the unity of consciousness are non-classical, and if dualism is false, then unified subjects of experience aren’t going spontaneously to “emerge” in programmable digital computers, inorganic robots or classically parallel connectionist systems. So the abolitionist project to get rid of suffering is effectively confined to biological life – with complications over e.g. lab-gown mini-brains. By the same token, humans aren’t going to “upload” our minds to digital computers. “Whole-brain emulation” is physically impossible – our minds are patterns in the world’s underlying quantum substrate. Futuristic non-biological quantum computers that do exploit the world’s quantum substrate may also support exotic sentience. But we’ve no reason to believe that abiotic quantum computers will be endowed with a pleasure-pain axis. Therefore the importance of artificial quantum computing will be instrumental rather than intrinsic.

Sentience Research: What do you think is your most misunderstood idea? Is there anything you can say here to clarify things?

David Pearce: Well, I’ve read I want to “exterminate” predators. One kindly critic even suggested I deserved an extinction event named after me to rival the Permian-Triassic; a flattering prospect, but I reckon a park-bench is more realistic. Reading though the comments below e.g. https://io9.gizmodo.com/the-radical-plan-to-eliminate-earths-predatory-species-1613342963 makes me groan. I wouldn’t hurt a fly – literally. And it gets worse. When critics hear you’re a negative utilitarian (NU), they say you’re encouraging (if not actively plotting!) Armageddon. The latently apocalyptic implications of classical utilitarianism, i.e. the obligation of intelligent moral agents to launch a utilitronium/hedonium shockwave to maximise the cosmic abundance of bliss in our Hubble volume, haven’t received much academic attention. Hence the lack of a scholarly rebuttal. By contrast, the seemingly apocalyptic implications of NU were noted almost as soon as its formulation – and are normally treated as its reductio ad absurdum. When Nick and I set up the World Transhumanist Association (H+), Nick knew I was a NU, and I knew Nick was preoccupied by existential risk. But NUs don’t spend their time scheming Armageddon any more than CUs are planning an utilitronium shockwave. Not yet, at any rate.

What else? Well, talk of “paradise engineering” can sound as though I’m trying to sell my version of utopia. I could indeed share with you my private dream of an ideal society – everyone perpetually “loved up” on the genetically-expressed counterpart of MDMA! But this little fantasy isn’t part of the package. Complications aside, radical hedonic recalibration is preference-neutral. Preference-neutrality is critical. Conjure up your version of the good life, your peak experiences, your most cherished personal fantasies and your conception of paradise. Now genetically ratchet up hedonic range and hedonic set-points. Hedonic recalibration can make your vision of heaven richer than you ever dreamed. Better still, hedonic recalibration can prevent sabotage of your perfect heaven via the negative feedback-mechanisms of a Darwinian hedonic treadmill. In tomorrow’s world of paradise-engineering, your pleasures will always be sublime.

A final misunderstanding – though this is my fault. I don’t always explicitly advocate we should abolish all involuntary suffering, rather than just all suffering. I cautiously predict all suffering will be eradicated over the next few centuries – pessimistically, the next few millennia – but not via coercion. No one is credibly going to force you to be happy against your will if you want the “right” to be sad. Debates over whether humanity should aim to eradicate suffering would be shorter if they were focused on whether it’s defensible to conserve the biology of coercive misery.

Sentience Research: In “Non-Materialist Physicalism: a testable hypothesis” you mention “some sort of Rosetta Stone to ‘read off’ the values of qualia – both bound and unbound – from the solutions to the field-theoretic equations of [quantum field theory]”. Do you have any speculations on what the Stone could be?

David Pearce:  As far as I can tell, a notional Rosetta stone would need to come from “outside” the universal wavefunction – which is physically impossible, indeed unintelligible. So even if non-materialist physicalism turns out to be true, I’m pessimistic about understanding consciousness in any deep sense – although youthful acquaintance with psychedelics may colour my pessimism here too. For sure, someone who touts answers to the Hard Problem of consciousness, the binding problem, the problem of causal efficacy and other mysteries of materialist metaphysics could be mistaken for an intellectual optimist. Not so. I just think key background assumptions underpinning our ordinary formulation of these problems are mistaken.

Despite the absence of a cosmic Rosetta stone, the diverse values of qualia hypothetically encoded in the solutions to the equations of QFT probably aren’t arbitrary. The textures of consciousness may well be as interdependent as the truths of mathematics. But unlike mathematics, we’ve no clues to the fundamental principle(s) underlying the palette of experience to guide us, just brute first-person facts. Granted, I’ve speculated that the textures of qualia encoded by the solutions to the equations of QFT may precisely “cancel out” to zero as part of an informationless zero ontology (cf. https://www.hedweb.com/quora/2015.html#anything). Maybe think of the all the colours of the rainbow “cancelling” to colourless white light – if you’ll pardon the dubious New Age metaphor. Anyhow, don’t take such flights of fancy too seriously. And of course, the conceptual framework of non-materialist physicalism itself may well be false. The intrinsic nature argument is currently enjoying an academic revival, but it’s still a minority view. Try telling a hard-nosed scientific materialist that your preferred theory of consciousness is the Standard Model in physics and you’ll gain some funny looks. I really am what I say, baffled by existence.

Sentience Research: Why do you think full-spectrum superintelligence would not choose in certain situations to stay ignorant of someone’s feelings in order to achieve its goals?

David Pearce: Both instrumentally and as a long-term goal, I think intelligent agents should aim at selective ignorance. If, like me, you’ve a naturally low-AQ cognitive style (cf. https://www.wired.com/2001/12/aqtest/), then naively it’s easy to believe that what the world needs most is more compassion. All we need is love! Sentient beings need helping not harming. So stop paying for animal abuse and go vegan. Oxytocin-release leads to increased empathy. Unfortunately, heightened oxytocin function is also associated with nepotism, tribalism and out-group hostility – or at best, self-referential altruism. Compare taking a hug-drug like MDMA (“Ecstasy”). Insofar as ethics is computable, we also need the impartial benevolence of autistic hyper-systematisers – whether human or transhuman. Or artificial intelligence.

Sentience Research: How is your view different from the perceptual indirect realist’s?

David Pearce: A perceptual indirect realist believes we see the world only via intermediary sense-data. On an inferential realist view, we don’t perceive the world. Rather, we each run phenomenal world-simulations. External reality is a hypothesis. When we’re awake, our world-simulations are partially sculpted by peripheral nervous inputs. So our phenomenal world-simulations track fitness-relevant macro-patterns in the theoretically inferred local environment. What the external environment does, essentially, is select states of our mind/brains that masquerade as our external reality. We don’t literally “observe” our local surroundings – if we did so, magically, then we’d see the insides of our skulls. Disconcertingly, the virtual people in your egocentric world-simulation are zombies, the cartoon avatars of sentient beings in the mind-independent world. Schizophrenics, DMT users talking with machine elves and scientific rationalists alike converse with phantoms of their own minds. Thus a neurosurgeon operating on a patient doesn’t see – directly or indirectly – surgically-exposed nervous tissue. Rather, the neurosurgeon’s body-image operates on another “interface icon” (Donald Hoffman’s metaphor) within his own skull-bound phenomenal world. Compare how during a lucid dream, you may distinguish between your tangible empirical skull and your theoretically-inferred transcendental skull. You can recognise that the inhabitants of your lucid dreamworld must be zombies. Likewise, during waking life, you need to distinguish between your empirical skull and the theoretically-inferred transcendental skull within which the drama of your life unfolds. “Waking up” each morning to commune directly with the external world is a pre-scientific fiction – quite useful when crossing the road.

The evidence for inferential realism is quite compelling. It’s been central to my conceptual framework since my teens. Inferential realism is the recipe for a lonely life (cf. https://www.hedweb.com/quora/2015.html#current). By contrast, non-materialist physicalism is extremely speculative. The possibility that experience discloses the essence of the physical feels insane. I’m not wholly immune from common sense.

Sentience Research: What reading could be helpful in understanding your view on consciousness?

David Pearce: I’ve indexed a bunch of Quora answers:
https://www.hedweb.com/quora/index.html
Or perhaps see e.g.
https://www.quora.com/Do-our-brains-work-at-the-quantum-level-Is-the-brain-itself-a-quantum-machine

Sentience Research: What is your approach to personal productivity? Do you think you could be more productive?

David Pearce: Well, I wish I could forget inferential realism and become a naïve realist. Perceptual direct realists make better effective altruists. Sometimes I wish I had messianic delusions, or at least a testosterone-patch to make me more strong-minded. If you have an inflated view of your own importance in the great scheme of things, then you can do more good in the world – and more bad, too, if you screw up. By contrast, I struggle with depressive realism.

Sentience Research: How do you understand the anti-realist position on value?

David Pearce: Let’s assume physicalism – whether mainstream “materialist” physicalism or its recent non-materialist cousin. On either account, putative moral facts are what philosopher J. L. Mackie (cf. Ethics: Inventing Right and Wrong, 1977) called “queer”, i.e. a unique and unexplained hybrid of the descriptive and the normative. As a materialist, Mackie was explicit about what followed from this anomalous status. All moral judgements are false. There is no fundamental, objective difference between championing your ethical values and supporting your football team. You and I might be strongly opposed to, say, rape, torture and child abuse. But claiming such behaviour is morally wrong just expresses our personal psychology rather than captures anything inherently wrong with such practices. Our responses can ultimately be explained by evolutionary psychology. If eating your mother had promoted the inclusive fitness of our genes in the environment of evolutionary adaptedness – like matriphagous spiders – then mother-eating could well seem a sacred duty to this day.

I defend value-realism (cf. https://www.quora.com/What-is-David-Pearces-position-on-meta-ethics). (Dis-)value is mind-dependent, therefore an objective feature of physical reality. Moral disagreement stems from our epistemological limitations. The pain-pleasure axis discloses the world’s intrinsic metric of (dis-)value.

Sentience Research: Should suffering-focused altruists try to enter politics?

David Pearce: Can one be most effective by entering politics or lobbying existing political parties to adopt transhumanist/EA ideas? Or both? The USA has both a Transhumanist Party and a transhumanist Republican(!) presidential candidate, Zoltan Istvan. I’d love to see the three transhumanist “supers” at the heart of political policy-making. Laying out the transhumanist vision of our glorious future and trusting one’s ideas will be luminously self-evident – my normal approach – is probably not a recipe for success, or at least, not success with any kind of objective metric. Inevitably, politics is a sordid affair when practised by Machiavellian apes; it’s easier to stay pure and impotent on the side-lines. As Adlai Stevenson observed, “The hardest thing about any political campaign is how to win without proving that you are unworthy of winning.”

Can transhumanists and effective altruists do better?

Sentience Research: What non-profit organization is missing in the world?

David Pearce: An ambitious “One Hundred Year Plan” to eradicate suffering via biological-genetic interventions would be technically feasible using recognisable extensions of existing technologies – genome editing, gene drives, cultured meat, and preimplantation genetic screening and counselling for all prospective parents. A serious global organization to implement such a mega-project sounds fanciful. Amazingly, such an organization exists. The World Health Organization is dedicated to the promotion of good health for everyone as laid out in its founding constitution (1946). “What is the WHO definition of health? Health is a state of complete physical, mental and social well-being”. Note the “complete”. Complete well-being is an astonishingly bold definition of health. Compare the incomplete, information-sensitive dips in well-being urged by some supposedly wild-eyed transhumanists. Perhaps we need a Greta Thunberg to remind our politicians to live up to their responsibilities for public health – the abolition of suffering through medical science.

Sentience Research: What would be your most charitable account of the eliminativist position?

David Pearce: Scientific materialism is our best story of the world. Unlike every other belief-system, science works: hence technological civilisation. Our best scientific theory of reality has no place in its ontology for subjective experience. The behaviour of matter and energy, including naturally-evolved biological robots such as human beings, can be exhaustively explained without invoking consciousness. Therefore, subjective experience can’t really exist. It’s an illusion.

Yes, devil’s advocacy for eliminativism is a challenge – unless you’re a p-zombie, and sadly I’m not so blessed. I wish eliminativism were true. For if consciousness didn’t exist, then there would be no problem of suffering – just the (non-)problems of nociception, depressive behavioural suppression and the vocalisations caused by noxious stimuli.

Like eliminativists, I suspect humans do radically misunderstand what we call consciousness – just as religious schizophrenics may misunderstand what they hear as the Voice of God. I agree with eliminativists that only the physical is real. Where I’d part company with consciousness-deniers is over the essence of the physical. Anti-realists about consciousness – and indeed mainstream scientific materialists – assume that the “fire” in the equations must be non-experiential. By contrast, non-materialist physicalism proposes that subjective experience discloses the intrinsic nature of the “fire” – Kant’s noumenal essence of the world, supposedly unknown and unknowable. In other words, non-materialist physicalism is anti-realist about the “physical” as conceived by the eliminative materialist. Perhaps fields of insentience as hypothesised by materialist metaphysics are destined to go the way of luminiferous aether.

We shall see.

Sentience Research: Is there a role for psychedelic drugs in understanding consciousness?

David Pearce: Trying to understand consciousness without exploring alien state-spaces of experience is like trying to understand matter and energy entirely by observation. Non-experimental science will always be shallow. The rationalist community worries mainly about cognitive bias, whereas I worry more about ignorance, in particular drug-naïve ignorance. For sure, there are huge methodological challenges in psychedelic exploration. Turning the study of consciousness into an experimental science rather than a philosophical talking-shop won’t happen any time soon. Disparate state-spaces of consciousness are often mutually incommensurable. Worse, there is no canonical “neutral” medium of experience via which psychonauts can impartially appraise all other modes of experience. Any distinction between vehicle and propositional content is artificial. Exacerbating the challenge, alien state-spaces of consciousness haven’t been recruited by natural selection for any information-signalling purpose. So we lack even a pseudo-public conceptual framework for their systematic exploration. Today, plunging headlong into psychedelia can be a recipe for psychosis, not enlightenment. But unless we expand our impoverished evidential base, our ignorance will stay hardwired.

I could now denounce prohibitionism. The disreputable status of psychedelic agents in academia has bred learned ignorance and scholarly obscurantism. Yet I’m also a hypocrite. If I had kids, I wouldn’t want them exploring psychedelics – or any drug-cocktail stronger than black coffee. Darwinian minds are too dark and dysfunctional safely to explore radically altered consciousness. Tomorrow will be different.

Sentience Research: Do we need new psychedelic drugs?

David Pearce: Yes. Insofar as we hope to understand the properties of fields of matter and energy, we need new psychedelics, new genes, new neurons, new metabolic pathways, and new modes of phenomenal binding. I’m sceptical of the therapeutic potential of psychedelics – as distinct from un-trippy interventions that target mood, anxiety and motivation. For sure, psychedelics can sometimes induce life-changing epiphanies. I know of miraculous success stories. Yet psychedelics are horribly unpredictable. Informed prior consent by the drug-naïve to their use is impossible. The darkest, sickest minds can also have the worst trips. With ingenuity, maybe most bad trips are preventable even in archaic humans. In post-Darwinian paradise, bad trips will be impossible. But today, psychedelic euphoriants or cocktails have “abuse potential” and therefore pitfalls of their own. To function in a Darwinian world, humans need to feel “normal” – a misnomer for many troubled minds. We’re social primates with families and work-related responsibilities. So for now, aiming at an idealised version of ordinary waking consciousness (hyperthymia) is probably wise.

However, if your question is about post-Darwinian life, then emphatically, yes, novel compounds harnessed to novel genes and novel gene-expression profiles will revolutionise our conception of reality. Maybe billions of years of consciousness-exploration lie ahead – starting with the creation of alien state-spaces of experience as different as, say, sight from sound, or waking from dreaming consciousness, or cognition from volition and emotion. Today, we don’t have any conception of what we’re missing, or names for our deficits. I believe it’s impossible to overstate the intellectual significance of these outlandish state-spaces of experience – though there’s a vast junkyard of psychotic nonsense, too, amidst the jewels. By analogy, imagine if you were congenitally blind, but didn’t know you were sightless, nor have any concept of visual experience. Now multiply this ignorance a billionfold. I reckon the human predicament is comparable to a tribe of congenitally blind rationalists.

Sentience Research: Do you think it is possible to abolish suffering forever?

David Pearce: In our forward light-cone? Yes, I think so. After we identify the molecular signature(s) of experience below hedonic zero, suffering can be made impossible. The Evil Zone (or however our successors conceptualise Darwinian consciousness) can be circumscribed with multiple, fail-safe barriers to access. Today, molecular ring-fencing sounds dauntingly ambitious because of the ever-expanding range of intentional objects that humans can be (un)happy “about”. [Intentionality is philosophical jargon for the object-directedness of thought.] But the heart of darkness lies in the nasty core emotions of our limbic system. Evolution has “encephalised” our ancient emotions in fitness-enhancing ways, “painting on” affective colour to intrinsically neutral phenomenal stimuli within our neocortical world-simulations. The late evolutionary novelty of generative syntax massively enlarges the range of our nominal discontents. Yet in the vast state-space of all possible experiences, subjective nastiness is just a comparatively small corner. If mankind gets its act together, then suffering can go the way of the cuckoo clock.

I can’t rule out exotic cosmological possibilities whereby suffering could recur. But so long as we genetically eradicate suffering throughout the living world, and ensure the impossibility of further suffering within our cosmological horizon, then I think our ethical duties will have been discharged.

Sentience Research: What do you think of the current state of VR technology?

David Pearce: Today’s toy virtual worlds are a thin foretaste of mature multimodal VR. Augmented reality and immersive VR will become ever more compulsively addictive as supernormal stimuli hijack our reward circuitry. Regrettably, VR on its own can’t banish the need for a biohappiness revolution. Unless we hack the hedonic treadmill, states of misery and malaise will persist in virtual designer utopias, just as they do in (what naïve realists call) the real world. Not even utopian VR can recalibrate the hedonic treadmill. Let’s assume real-world reward-pathway enhancements. Even with hedonic recalibration, it’s still hard to see how life in basement reality can compete.

Perceptual direct realists will complain about people losing touch with reality. Critics do so now with social media and video gaming. But maybe our choice is between living life in natural organic VR or synthetic VR: even refurbished basements will be comparatively dull. Note this sense of “basement reality” and artificial virtual worlds differs from the idea that sentient beings can be scanned, digitised and instantiated in silico (“mind uploading”) or that subjects of experience will somehow “emerge” at different levels of abstraction in digital computers.

Some futurists wonder whether transhumans will ultimately all spend their entire lives in Experience Machines. This VR scenario is problematic. Selection pressure in basement reality must be weighed too. Just as wireheads don’t seek to breed babies, Experience Machine addicts don’t seek to breed biological babies either. Ultimate power – and responsibility – lies with whoever controls the basement.

Sentience Research: Do you have plans to develop The Neuroethics Foundation?

David Pearce: In principle, I’d love to have a team of researchers working full-time on the abolitionist project. I’d love to be able to offer opportunities for career development. If you’re a financial heavy-hitter, please feel free to get in contact. Maybe telling people one’s role model is Diogenes in his tub hasn’t been the best way to attract serious funding.

Sentience Research: Do you think it is possible to have a civilization which takes reducing suffering as its main mission?

David Pearce: A global civilisation with a Buddhist ethic – or its secular counterpart – is conceivable. Sadly, I don’t consider such a civilisation likely. In consequence, the abolition of suffering will be needlessly protracted. For evolutionary reasons, most people report they love life (“Life is full of misery, loneliness, and suffering – and it’s all over much too soon” – Woody Allen). Most people don’t want to focus on the evils of existence. Even among reflective folk who recognise the problem of suffering lies at the heart of ethics, talk of “ending suffering” can sound too big – impossibly vague and grandiose. Even piecemeal, well-targeted interventions such as eradicating malaria or ending factory-farming are forbiddingly difficult. With a global consensus for the abolitionist project, a One Hundred Year Plan targeting the biological-genetic basis of suffering could probably work. This kind of timescale is sociologically fanciful.

Sentience Research: What should young aspirant abolitionists do to contribute?

David Pearce: First, do an audit of your strengths and weaknesses. Are you temperamentally best equipped for a career in medical science, bioethics or activism – or for pursuing a more conventional career while earning-to-give? Consider creating a YouTube channel and doing podcasts. Set up your own dedicated website. Tweet. Try Wikipedia editing. Join the HI Facebook group – community-building matters. Not least, speak to Manu Herrán and his colleagues at the Organisation for the Prevention of Intense Suffering – OPIS.

Sentience Research: Why are relatively few effective altruists interested in transhumanism?

David Pearce: I worry that (some) transhumanists have a moral blindspot. Most transhumanists are life-loving optimists focused on radically extending human lifespan and developing superintelligence rather than on traditional EA concerns. Let’s face it, spending one’s life focusing on, say, poverty and disease in sub-Saharan Africa is depressing. I salute heroic EAs who do just that. But my impression is the overlap between EA and transhumanism is increasing.

Sentience Research: Why the molecular signature of bliss and not of suffering? 

David Pearce: A tiny region of the basal ganglia promises to reveal the molecular signature of pure bliss – though phenomenal binding is a huge complication. Thanks to the work of Kent Berridge and his colleagues at the University of Michigan, our ultimate pleasure centre has been more sharply localised than the anatomical location of pure pain: the brain’s ultimate “hedonic hotspot” has been narrowed to a single cubic centimetre in the posterior ventral pallidum. Mu opioid receptor activation of these wonderful cells isn’t itself the essence of bliss. But does this magic centimetre hold the molecular key to the future of life in the universe? It’s a tantalising prospect. Even so, naïvely, an advocate of suffering-focused ethics will find the quest morally frivolous. Why concentrate on deciphering the physical signature of pure pleasure – and eventually hedonium (matter and energy optimised for pure bliss) – rather than “dolorium”, its opposite?

I worry about suffering risks (“s-risks”). Potentially, a physical understanding of the pleasure-pain axis is dangerous knowledge – and I’m not alluding to the hypothetical threat to civilisation of a utilitronium shockwave. Humans have primitive notions of punishment, revenge and the metaphysics of personal identity. I know of no limits to human depravity. Archaic humans could in theory inflict far worse horrors than anything in history to date if knowledge of the molecular signature of pure suffering were ever abused. So as well as a fabulous opportunity to eradicate suffering, such knowledge could also pose an information-hazard. It’s a dilemma. Are humans morally responsible enough physically to understand the axis of empirical (dis)value? In order to eradicate suffering for ever, humanity must find a safe way to rise to the challenge.

Sentience Research: Which do you think has been your most useful idea?

David Pearce: Our overriding ethical obligation is to phase out experience below hedonic zero throughout the world. Genetic recalibration of the hedonic treadmill can replace the biology of suffering with life animated by information-sensitive gradients of superhuman bliss. Genome-editing is no longer science-fiction – a biohappiness revolution deserves to go mainstream.

Sentience Research: Do you think it is worth it to live?

David Pearce: I’m now I’m torn between giving you a heart-warming answer and an honest answer.

Pleasure corrupts. We all agree that the judgement of heroin users can’t be trusted. Jacking up heroin feels glorious (“I’ll die young, but it’s like kissing God” – Lenny Bruce), but an opioid habit makes users selfish and amoral. Addiction normally ends up causing untold suffering to everyone. However, the fiendish cunning of natural selection has made all of us junkies – not in some strained metaphorical sense, but literally addicts, physiologically hooked on endogenous opioids – and willing to rationalise all manner of suffering by way of collateral damage to feed our habit. Insidiously, Darwinian life is bribed with pleasure, not just coerced with pain. Worse, evolution has engineered most opioid addicts to propagate their habit to a new generation of addicts via orgasmic sex – not the best tool for an impartial appraisal of reproductive ethics. Of course, addiction isn’t how most of us conceptualise our endogenous opioid dependence. The majority of humans are unaware of the neurochemical basis of reward. Pleasure just feels good. Life lovers will recoil at such a tendentious label; healthy humans are not “addicts”. The grim topics covered in this interview won’t resonate with many people. Humans in general value great art, literature, beautiful sunsets, friends, lovers, humour, spirituality, sex, the latest iPhones – good times. Life is a precious gift that must go on! But objectively, neurologically, we’re all ensnared in a vicious cycle of opioid addiction, and in denial about the harm we cause our victims – human and nonhuman – and ourselves. Addiction warps morality to promote the inclusive fitness of our genes. OK, I enjoy peak experiences whereas you’re a slave to Mill’s “lower pleasures”, but we are all hapless prisoners of the pleasure-pain axis. Darwinian life is self-replicating malware, a monstrous engine for perpetuating pain, suffering and addiction. The scale of the suffering is unimaginable. And it’s utterly pointless.

There’s one complication to this analysis. Even the most angst-ridden Darwinian malware can be valuable if one prevents more suffering than one causes. So whether you’re an effective altruist earning to give, or a vegan activist campaigning against industrialised animal-abuse, or even, yes, a philosophical wordsmith churning out treatises on how to reduce suffering, even a pain-ridden and depressive life can still be worthwhile. Believers in suffering-focused ethics should act accordingly. And don’t help only others; you have a moral obligation to take care of yourself. That way, you can do more good in the rest of the world. Critically, Darwinian malware is now smart enough to rewrite its source code. The future belongs to life-lovers, not extinctionists, anti-natalists or nihilists. Happy folk find the meaning of life self-intimating. Empirically, more happiness = more meaning. Superhappiness = superhuman meaning. Post-human life will be awesomely worthwhile by its very nature.

Sentience Research: To end this interview, and trying to condense your philosophy: What is important?

David Pearce: Civilisation will be based on gradients of intelligent bliss. So let’s shut the death factories, re-engineer the genome, and use biotech to phase out suffering. Everything else is fluff.

Sentience Research: Just one question more, whom should we interview next?

David Pearce: Maybe Andrés Gómez-Emilsson of Qualia Research Institute?

Sentience Research: Excellent idea. Thank you very much David.

David Pearce: Thank you Manu, Alex, Jone. You are very kind. Keep up the fantastic work.

 

On theories of sentience: a talk with Magnus Vinding

Magnus Vinding is a philosopher focused on reducing suffering. In his works, he has covered topics such as effective altruism, anti-speciesism, suffering-focused ethics (about which he was writing a book at the time of this interview), and issues of personal identity and ontology, such as open individualism and physicalism. He has a degree in mathematics and is the author of the books: Why We Should Go Vegan, Why “Happy Meat” Is Always Wrong, Speciesism: Why It Is Wrong and the Implications of Rejecting It, Reflections on Intelligence, You Are Them, and Effective Altruism: How Can We Best Help Others?

[Puedes leer esta entrevista en español aquí]

Manu Herrán: Let’s start with the very beginning. I’ll use the word sentience for experiences of suffering and enjoyment, and consciousness for subjective experiences in general. Not only pain and pleasure but, for instance, to perceive. Does it match your terminology?

Magnus Vinding: Yes.

Manu Herrán: Some researchers consider that in general non human animals have a lack of consciousness. Does it implies that they deserve less (or even none) moral consideration?

Magnus Vinding: “Consciousness” is sometimes understood as “self-knowledge”, which one may seek to operationalize and measure in various ways, yet one obvious way is to ask whether an individual is able to pass the mirror test. Many non-human animals are evidently conscious in this sense. But beyond that, it’s certainly possible for, let’s say, an invertebrate or a developing human child to feel pain without a very clear idea of what’s happening, without having any self-model. But that doesn’t diminish the moral relevance of the suffering itself, if it exists. Sentience, I submit, is ultimately what matters, or at any rate what matters most.

Manu Herrán: Sentience is the only thing that matters?

Magnus Vinding: Philosophers disagree about this. Though it seems most do agree that, to the extent anything matters, sentience is at least among what matters.

Manu Herrán: Other people consider beauty, complexity or life. Or knowledge.

Magnus Vinding: One can argue that knowledge, especially if construed broadly such that it includes epistemic values, has a special status. If we zoom out a bit, we may think in terms of epistemic values on the one hand (e.g. consistency, parsimony, “seeming reasonable/plausible”, etc.) and moral values on the other (e.g. reducing suffering, living kindly, never lying, etc.).

The relationship between these two classes of values is interesting, I think. For example, we must depend on certain epistemic values to reach any set of moral values, yet we may then in turn decide, based on our moral values, to change certain epistemic values we initially held, such as if we think excess curiosity and exploration might cause more suffering in the future. And this might have a cost of closing off certain knowledge that might actually change our moral values further. The question of how to best balance such values against each other is a deep one; after all, which values should one rest on here? This is deep philosophy.

In relation to the notion that beauty, complexity or life are good (or bad for that matter), my own view is that they only have instrumental value. That is, they are good or bad to the extent there is someone whose experience is impacted positively of negatively by them.

The same can be said about knowledge, if we disregard the more fundamental issue mentioned above: on my view of ethics, knowledge is good to the extent it can help us avoid extreme suffering (which is not to say we should necessarily think about knowledge in such instrumental terms; that may not be useful in most cases).

Manu Herrán: You are in contact with the main researchers and organizations that aim to reduce suffering. Would you say that you share a common understanding of sentience, what it is, and where it comes from?

Magnus Vinding: In some aspects yes, but not in others. It would take a very long time to explain it all properly, but the main distinction is that between realists and non-realists about consciousness.

Non-realists, or eliminativists, hold that consciousness does not really exist. This view has been defended by Brian Tomasik, and it seems to have inspired many people concerned about reducing suffering (Brian has in turn been inspired by Daniel Dennett and Eliezer Yudkowsky).

Eliminativism is also the view Sentience Institute tentatively subscribes to, though I say tentatively because Sentience Institute does not seem to actually hold that consciousness does not exist — e.g. Jacy Reese writes: “I am fully on board with, ‘I think, therefore I am,’ and the notion that you can have 100% confidence in your own first-person experience.” The sense in which Jacy denies the existence of consciousness is thus, as far as I can tell, more in the sense that consciousness is not a crisp category, just as, say, “music” is not a crisp, well-demarcated category. Yet this, I would argue, is not to deny the existence of consciousness in any substantive sense; after all, most realists would agree with the claim that consciousness — in the sense of a complex composite mind — is not a clearly delineated category.

I have tried, elsewhere, to draw an analogy to sound and music: just because “music” is a fuzzy category, and we may not be able to give a clear answer to whether a collection of sounds counts as music or not, this does not mean there are no truths about the nature of this collection of sounds (their volume, pitch, character, etc.). The same, I would argue, can be applied to consciousness: just because we may not be able to agree on what counts as a composite mind (which is often what the term “consciousness” connotes) does not mean there are no truths about the phenomenal state of a given mind-brain (in terms of intensity, its content, its character, etc.).

In contrast to the non-realists, you have explicit realists about consciousness. One of these is David Pearce, who views “consciousness” and “the physical” as one and the same phenomenon under different descriptions (I have tried to give a simple explanation of his view here). Pearce has put forth a daring hypothesis about consciousness in concrete physical terms which one can find here.

Other realists include Mike Johnson and Andrés Gómez Emilsson who have co-founded the Qualia Research Institute in order to explore the physical signatures of consciousness from a somewhat more agnostic position than Pearce’s (in terms of what the physical signatures might ultimately be).

Beyond that, there is a distinction to be drawn between functionalist and non-functionalist (or one may perhaps call them “concretist”) accounts of consciousness. Brian Tomasik is a functionalist, whereas someone like Mike Johnson is not — he used to be, yet he changed his mind and has written the following, in my mind, rather strong critique of functionalism. Pearce sometimes calls himself a “micro-functionalist”, meaning that if a mind-brain is reproduced down to the level of the finest “micro-physical” detail, in a concrete rather than an abstract sense, then it will have the same phenomenal properties as the original. But not otherwise, and hence he is not a functionalist in the traditional sense.

These views, in turn, have very different implications for what suffering is in particular and what we can do about it. For instance, David Pearce views suffering as a concrete phenomenon we will likely come to understand in great detail and ultimately phase out, whereas Brian Tomasik does not see suffering as something that can be crisply understood or phased out; on his view, suffering is, at least in one sense, more inherent to reality.

Manu Herrán: This is a very important difference, with very significant implications in the allocation of resources in a possible project to reduce suffering. Isn’t it? I’m thinking, for example, on the project of The Hedonistic Imperative.

Magnus Vinding: Yes, though exploring the full extent of the differences is beyond the scope of this conversation. It is also worth pointing out, however, that there are significant points of convergence, including that the boundaries we draw in relation to which beings can suffer are quite fuzzy from our current vantage point. Though from a realist perspective, they are fuzzy due to our ignorance, whereas they are fuzzy more or less by definition on the non-realist view. Thus, realism arguably implies more research on this question than does non-realism (which is not to say that one will necessarily ever find certain answers given realism).

Beyond that, it is worth noting that, regardless of their views of consciousness, people in Effective Altruism who try to reduce suffering pretty much all agree that we should seek to explore future risks with an open mind; that we should seek to engage with other people in friendly, cooperative ways; that we should expand the moral circle; that we should promote compassion and wise consequentialist thinking, etc.

Manu Herrán: How can Brian reconcile eliminativism and functionalism? I mean, if I understand correctly, Brian believes in eliminativism and functionalism at the same time.

Magnus Vinding: You would have to ask him, I guess. But I suspect he would say eliminativism is true objectively whereas (his) functionalism is the way he chooses, subjectively, to define consciousness and sentience.

Manu Herrán: Do you think that Brian and David have each just a single strong belief about their own (different) understandings on sentience, or do they honestly recognize that other theories may be true as well?

Magnus Vinding: I know David struggles to understand Brian’s view, i.e. to understand what it even means. Brian, to my knowledge, mostly retains some uncertainty for Aumann reasons. But speaking more generally, I think both of them tend to acknowledge that we may well all be very wrong about the nature of reality, and that our human concepts may ultimately do a poor job of capturing what is really going on.

Manu Herrán: Which is your preferred view or views on consciousness? I mean, in the sense of “more probable hypothesis”.

Magnus Vinding: My view is physicalist and not functionalist in the macro sense, but only in the micro/”concretist” sense. In general, I think David Pearce is right that, as Mike Johnson sums up David’s view: “consciousness is ‘ontologically unitary’, and so only a physical property that implies ontological unity (such as quantum coherence) could physically instantiate consciousness.” (Principia Qualia, p. 73).

That is, I lean toward the view that my present conscious mind is an actual, unitary physical “thing”. After all, if experience is not physically unitary in this way, if it can emerge from something physically disconnected by a small distance, then why should it not be able to emerge from something separated by a large distance? Why should the physical state that mediates one particular aspect of my experience — say, sights — not be situated in another country, or indeed on another planet, from the physical states that mediate other aspects, such as sounds and emotions? (I draw a similar analogy to computers made of billard balls here). There must, I think, be some connection and integration in physical terms, and I suspect most people’s intuitions would agree.

And the relevant question is then in which systems such connection/integration obtains. Could it, for instance, ever obtain in systems such as present-day computers? I doubt it, and I think too many in our circles treat a positive answer to this question as a foregone conclusion, and consider doubts about it tantamount to supernaturalism and anthropocentrism. I just think this is wrong. Computers have not been designed to bring together a lot of sensory-information from their environments to act on for their survival, moment-to-moment. Biological brains have. This is a pretty significant difference. And saying that two highly abstract models of two different physical systems are in some sense isomorphic (say, some abstract model of a PC and of a brain respectively) in no way implies that every relevant property these physical systems have will be shared.

Manu Herrán: Is your physicalist view the same as David Pearce’s?

Magnus Vinding: In some ways. Yet as far as I can tell, I am much more agnostic about the nature of consciousness in physical terms. But at the level of the basics, I follow Pearce, and have indeed been greatly inspired by him. That is, like Pearce, I hold a monist view according to which there is just one world conforming to different descriptions.

This view may seem counter-intuitive, yet I think the analogy I drew above in relation to sound in general and music in particular can actually help dissolve some of our confusion and render it more intuitive. The problem is that we have this one word, consciousness, which covers far too much. Some vocabular refinement is called for (see the previous link for elaboration).

Another point of confusion is that we conflate epistemology and ontology — in a sense, we confuse our physical models of reality for reality itself, and we fail to realize when we speak about epistemological reduction versus ontological reduction, something I say more about in a recent post called Physics Is Also Qualia.

Manu Herrán: All the different theories sound complex, but your explanations are clarifying them a lot. Can we summarize that Brian, David and you have different views about sentience?

Magnus Vinding: Yes, that is quite safe to say. Although the difference between David and myself is not so large; we are close to each other relative to Brian (although, in some ways, Brian is also close, such as when he describes his view as a panpsychist view). The main difference between David’s view and my own is, as mentioned, that I am more agnostic concerning the physical “details”. Also, unlike David, I don’t think I have really said anything original; the things I have written about consciousness mostly clarify and defend aspects of David’s view.

Manu Herrán: Do you think we will be able to defeat suffering?

Magnus Vinding: I will give a functional answer that is useful for moral agents: I think moral agents aiming to reduce suffering should always spend a large fraction of their resources exploring how they can best reduce suffering in expectation, and this would be true even if suffering had been abolished.

Also, whether suffering can be abolished ultimately depends on one’s view of the nature of time and the universe at large, so it is not easy to give a straightforward answer.

Beyond that, I would also say that focusing on defeating suffering as one’s goal may actually be harmful. It is better, I think, to focus on reducing the most suffering in expectation (within the bounds of reasonable side-constraints), which in the best case will entail the “defeat of suffering” anyway.

Manu Herrán: Thanks Magnus. It has been a pleasure to have this talk.

Magnus Vinding: I can say the same thing. Good luck with your projects.

 

Is the Orthogonality Thesis Defensible if We Assume Both Valence Realism and Open Individualism?

“I suppose it’s contingent on whether or not digital zombies are capable of general intelligence, which is an open question. However, phenomenally bound subjective world simulations seem like an uncharacteristic extravagance on the part of evolution if non-sphexish p-zombie general intelligence is possible. Of course, it may be possible, but just not reachable through Darwinian selection. But the fact that a search process as huge as evolution couldn’t find it and instead developed profoundly sophisticated phenomenally bound subjectivity is (possibly strong) evidence against the proposition that zombie AGI is possible (or likely to be stumbled on by accident).


If we do need phenomenally bound subjectivity for non-sphexish intelligence and minds ultimately care about qualia valence – and confusedly think that they care about other things only when they’re below a certain intelligence (or thoughtfulness) level – then it seems to follow that smarter than human AGIs will converge on valence optimization.”

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Monism, dualism, trialism, quadrialism and beyond

“Monistic theories (monism) defend a single type of substance that composes reality (for example, matter -materialism-. Others instead claim that the spirit or psyche -panpsychism-).

Dualistic theories (dualism) defend two types of substances (for example, body and mind) or two worlds (earth and sky).

Trialist theories (trialism) defend the existence of three types of substances or three types of realities. The graphic presented here resonates with the doctrine of the three worlds of Karl Popper. In it, Popper divides the world into three categories:

  • World 1: Physical. The world of objects, not only visible, also things that escape the human eye. It is the world of physical objects.
  • World 2: Experience / Feeling. The world of mental processes, conscious or unconscious. It is the place where feelings of pain, pleasure and thought occur. It is the world of subjective experiences.
  • World 3: Ideas / Knowledge. It is the world where objective knowledge is found.

In his book “In search of a better world”, in the first of his articles (“Knowledge and configuration of reality”), Popper speaks of three worlds. World 1, the material; world 2, that of experience, and world 3, that of the products of the human mind; and indicates that it seems clear that world 1 is the creator of world 2.

In a way trialism could be considered a level of complexity sufficient to represent all theories, but from other approaches, it may not be enough, and we have to go to a quadrialism (adding identity as a fourth element) and even go further. A complete simulation environment must support monism, dualism, trialism, quadrialism, etc.”

Source: What are the different types of elements that constitute reality in its most essential aspect?

El imperativo de abolir el sufrimiento: una entrevista con David Pearce

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Foto: Peter Singer, Justin Oakley y David Pearce en el evento EA Global Melbourne.

David Pearce es un filósofo británico famoso por su propuesta de que los humanos tenemos un gran imperativo ético para trabajar por la abolición del sufrimiento de todos los seres sintientes (conocida como “El Imperativo Hedonista“). En su manifiesto, Pearce describe cómo, en algún momento, la ingeniería genética y la nanotecnología eliminarán todos los tipos de experiencias desagradables. Pearce es cofundador, junto a Nick Bostrom, de la World Transhumanist Association (ahora conocida como Humanity+). David Pearce es en la actualidad director de la fundación The Neuroethics Foundation.

 

Traducción por Diego Andrade

Sentience-Research: ¿Cómo definirías el “transhumanismo”?

David Pearce: El transhumanismo consiste en guiar la evolución de los humanos para hacerlos mejores. Los transhumanistas aspiramos a crear una civilización con las “tres S”: superinteligencia, superlongevidad y superfelicidad. Me gustaría explicar estos tres “súper” con más detalle.

Creo que la idea de superfelicidad está bastante clara. La vida darwiniana está constantemente afligida por el sufrimiento, pues la infelicidad y la insatisfacción han sido características adaptativas. No obstante, nuestro inminente dominio sobre el código genético nos permitirá programar la biosfera por completo y hacer que el nivel de sufrimiento y felicidad de los seres vivos sea un parámetro ajustable. El sistema de recompensa del cerebro de los animales humanos y no-humanos puede mejorarse genéticamente, por lo que es factible que creemos una nueva arquitectura motivacional: la vida basada completamente en gradientes de bienestar sensible a la información. Existen hoy en día casos de personas con una estructura genética atípica que presentan indicios de esta psicología tan dichosa. Estos humanos con “hipertimia” son excepcionales. Sin embargo, más común es que los humanos suframos de un estado de ánimo bajo y también es más frecuente el malestar corporal que el bienestar físico vigoroso. En el futuro, los humanos y transhumanos recalibrarán la caminadora hedónica, elevarán los umbrales del dolor y los puntos calientes hedónicos (“hedonic hotspots”, en inglés), y crearán una civilización basada completamente en gradientes de bienestar, alcanzando eventualmente una felicidad sobrehumana que se encuentre más allá de los límites de la experiencia humana normal.

Nota del editor: la caminadora hedónica, también conocida como adaptación hedónica y corredora hedónica, es la tendencia que tenemos los humanos de volver a un nivel relativamente estable de felicidad, a pesar de los distintos eventos y situaciones, tanto positivos como negativos, que suceden a lo largo de la vida. https://en.m.wikipedia.org/wiki/Hedonic_treadmill

La superlongevidad conlleva vencer la biología del envejecimiento. Los robots inorgánicos pueden ser reparados y actualizados una cantidad de veces indefinida. Tampoco existe una ley fundamental de la naturaleza que nos impida a las máquinas biológicas sintientes (ni a los cíborgs híbridos del mañana) disfrutar de la juventud por tiempo indefinido, aunque en este caso los detalles biológico-moleculares son más inciertos. Siendo realistas, los abuelitos de hoy no conseguirán hacer la transición hacia la juventud perpetua (aunque Aubrey de Grey (Ending Aging, 2007) es más optimista con respecto a la escala de tiempo de este cambio), pero los transhumanistas tenemos un as bajo la manga: la criónica y, quizás, la criotanasia. Así que quienes aman la vida, pero han envejecido, no necesariamente se perderán de esta revolución. Quienes deseen despertar cientos o miles de años en el futuro no tienen que abandonar las esperanzas, si contratan un servicio para ser preservados criónicamente. Abundan los escépticos y con mucha razón. Incluso si la criónica superara los obstáculos técnicos permanece la incertidumbre sobre la persona reanimada, reparada y, quizás, mejorada que despierta siglos después: ¿aún sería la misma persona? Para aquellos que viven angustiados por la idea de que podrían no ser la misma persona que llevaba su nombre antes de irse a dormir, la respuesta es, estrictamente hablando, que no –los egos metafísicos inmutables son un concepto de ficción. Sin embargo, aquellos que temen pasar a un estado de inconsciencia perpetua podrían considerar contratar un servicio criónico a la espera de que la revolución de la superlongevidad alcance su madurez.

La superinteligencia es la más difícil de definir. Los transhumanistas manejan distintas definiciones del concepto. Puedo definir someramente algunas de sus variantes de la siguiente forma:

Los transhumanistas biológicos imaginan que nuestros descendientes poseerán una superinteligencia de amplio espectro producto de la modificación genética y de la inteligencia aumentada por máquinas artificiales.

Los “Singularitarios” kurzweilianos prevén una fusión completa de los humanos y nuestras máquinas a medida que se acelere el crecimiento exponencial de la potencia de la computadora, quizás acogiendo la “carga mental” en un sustrato digital menos perecedero, tal vez tan pronto como a mediados de este siglo (véase The Singularity is Near, 2005).

Los teóricos de la “Explosión de Inteligencia” combinan la Ley de Moore sobre el crecimiento exponencial del poder de procesamiento de las computadoras con la idea de una Inteligencia Artificial construida a partir de un software que se auto-mejore de forma recursiva, generando así una explosión incontrolable de superinteligencia artificial. En este escenario, el destino de los humanos es incierto.

Algunos transhumanistas agregarían otros “súpers” a los anteriores. ¿Qué hay de la superempatía? ¿Y qué ocurre con una posible habilidad sobrehumana de explorar espacios de estados de la consciencia hasta ahora desconocidos –lo que se conoce como transhumanismo psicodélico? En aras de la brevedad, el término “superinteligencia de amplio espectro” contiene todas estas definiciones.

Sentience-Research: No es sorpresa que ahora y siempre hayan existido objeciones al transhumanismo. ¿Han cambiado las objeciones a las propuestas transhumanistas desde tus inicios junto a Nick Bostrom?

David Pearce: Ni las objeciones religiosas ni las seculares al transhumanismo han cambiado: “La vida eterna suena aburrida: ¿qué haremos todo el día?”, “¿Cómo apreciaremos las cosas buenas de la vida sin el contraste que presentan las malas?”, “Solo una élite de privilegiados podrá beneficiarse de las tecnologías transhumanistas”, “Reescribir nuestro genoma es una pendiente resbaladiza hacia la eugenesia coercitiva”, “El transhumanismo es un refrito de Un Mundo Feliz de Huxley”, “Es antinatural”, “Es jugar a ser dioses”, “¡Es soberbio!”, entre otras. Sin embargo, las objeciones técnicas a la iniciativa transhumanista han amainado o surgido al paso del avance de la tecnología. Por ejemplo, la genética dirigida basada en CRISPR desafía las leyes de la herencia mendeliana. Los impulsos genéticos sintéticos pueden usarse para erradicar las enfermedades transmitidas por vectores y prevenir el sufrimiento en la naturaleza, creando así un ecosistema lleno de dicha para todos los seres sintientes. No obstante, sus críticos sostienen que los biohackers, superterroristas y agentes del Estado también podrían utilizar la genética dirigida para crear armas biológicas que destruyan ecosistemas enteros. Muchas de las críticas recientes del transhumanismo se enfocan en los peligros de la inteligencia artificial, ya sea porque esta se pueda usar para fines bélicos o porque pueda ser como “invocar al diablo” por sus riesgos involuntarios. Una explosión inteligente de las máquinas podría terminar mal para la humanidad. Luego de que el concepto fuera acuñado por el matemático I.J. Good en 1965, Eliezer Yudkowsky, el Machine Intelligence Research Institute (MIRI) y más recientemente Nick Bostrom (Superintelligence, 2014) han explorado los riesgos de que una I.A. basada en software escape al control de la humanidad. Así que no todos los transhumanistas representan el estereotipo del fanático adorador de la tecnología. Sabemos que miles de cosas podrían salir mal.

Sin embargo, ¿qué significa que las cosas “salgan mal”? A lo largo de la historia, los experimentos utópicos han terminado causando más sufrimiento del que intentan prevenir. En teoría, la edición genética puede transformar la naturaleza humana: el arrecife contra el que encallaron los intentos previos de crear una utopía. No obstante, ¿tienen los humanos las competencias intelectuales o éticas para planificar su propia metamorfosis? ¿Y una metamorfosis que los convierta en qué exactamente? Después de todo, “transhumano” es un popurrí de diferentes conceptos. Aún así, si eliminamos gradualmente los sustratos moleculares que causan las experiencias bajo el cero hedónico, lo cual es mi foco principal, también cambiará lo que signifique que las cosas “salgan mal”. Si el sufrimiento se volviera imposible de experimentar al desaparecer sus sustratos biológicos, las incógnitas desconocidas (“las cosas que podrían salir mal”) no serían malas en el mismo sentido de provocar aversión. Esta especulación respecto de una transición en nuestra arquitectura hedónica no constituye un argumento para ser autocomplacientes. Existen riesgos tanto para individuos como para la civilización en un mundo libre de sufrimiento: por ejemplo, quedarnos atrapados en un máximo local, esto es, en una vida que es “meramente” maravillosa en vez de sublime. Aun así, desde la perspectiva del infierno darwiniano que es la vida contemporánea en el planeta Tierra, el riesgo de quedarnos “atrapados” en una utopía sub-óptima o mediocre no es exactamente una amenaza inminente. El verdadero desafío es escapar de este abismo darwiniano sin ayuda externa. Los críticos del transhumanismo denuncian los riesgos de experimentar de forma imprudente con nuestros genes: un posible mundo feliz de “bebés de diseño”. Sin embargo, con la excepción de aquellos antinatalistas que aún no se han reproducido, todos nosotros somos culpables de crear sufrimiento para satisfacer nuestro deseo de procrear y legar nuestros genes. Todos los niños traídos al mundo hoy son el resultado de experimentos genéticos que no han pasado por pruebas previas: seres adictos a sus opioides endógenos, nacidos con una enfermedad genética letal (el envejecimiento) y con una tendencia a una vida aquejada por la angustia física y psicológica. Si vamos a estar empecinados en crear nueva vida, al menos tratemos de que nuestros experimentos sean más responsables. Quienes deseen convertirse en padres deberían usar un código benigno.

Sentience-Research: ¿Qué preguntas puedo hacerle a un hombre que ha escrito más de 400 respuestas en Quora?

David Pearce: ¡No lo sé! ¿Qué puedo decir? Supongo que mis antecedentes son algo singulares. Al parecer, soy bastante neandertal o, al menos, poseo más variantes neandertales que el 93% de los clientes de 23andMe. También soy vegetariano/vegano de tercera generación y, al menos, tres de mis ocho bisabuelos también eran vegetarianos. Mi bisabuela materna pedaleó desde un extremo al otro de las islas británicas sobre un biciclo, realizando una hazaña atlética que yo no podría emular. Mi abuela materna adoptó el vegetarianismo a los 10 años junto con su madre tras enterarse de que el conejo de la familia estaba destinado a morir en una olla. La vida en el Manchester de principios del siglo XX era dura. Mi abuela paterna se hizo vegetariana en 1930 al convertirse del zoroastrismo a la antroposofía. Mi madre perteneció a la Orden de la Cruz, una pequeña denominación cristiana no-sexista que adora a Dios Padre-Madre. Uno de mis recuerdos más tempranos fue el enterarme de que yo podría nacer de nuevo, tal vez como niño o quizás como niña, pues el género no era importante. En ese momento, mi tocayo del pasado quedó horrorizado. Por supuesto, ahora pienso que el binarismo de género debería quedar relegado al pasado como la imagen del demonio con cuernos y cola, pero en esa época era más retrógrado. En general, era un niño solitario e introspectivo, acongojado y preocupado por la muerte y el sufrimiento. Solía rescatar gusanos que se hallaran en peligro de morir disecados en el asfalto y atender a hormigas heridas víctimas de pisadas. Recuerdo que a los cinco años aplaudí fuerte para espantar a un mirlo que intentaba arrancar con el pico a un gusano del jardín, solo para luego sentirme tonto y derrotado por la inevitabilidad del sufrimiento. Si el mirlo no se comía al gusano, sus pichones morirían de hambre, pero el pobre gusano también tenía sentimientos ¿Qué podía hacer uno? Siendo un adolescente con problemas emocionales, pasaba horas escuchando música pop en mi oscuro cuarto, meciéndome de adelante a atrás y pensando en la vida, la consciencia y el universo; un “frenesí hipercolinérgico” de angustia adolescente. Fue toda una revelación leer sobre (lo que en ese entonces llamábamos) los centros de placer del cerebro descubiertos por Olds y Milner. La estimulación cerebral directa (wireheading) no presenta tolerancia. De ahí pasé a concebir drogas de diseño futuristas que pudieran sabotear o recalibrar la caminadora hedónica y a soñar con la seductora posibilidad de sobrescribir nuestro genoma y usar nanotecnología draxleriana (The Engines of Creation, 1986). Me preguntaba qué tan “atrás” en el árbol filogenético era posible retroceder para poder erradicar la muerte y el sufrimiento. En ese entonces, daba por hecho que mis ideas eran impublicables, pero entonces surgió la Internet o, más específicamente, la red informática mundial conocida como la World Wide Web. Así que, en 1995, escribí El Imperativo Hedonista (cf. https://www.hedweb.com). Durante las últimas dos décadas, he mantenido sitios web que promueven la idea de una revolución de biofelicidad.

Sentience-Research: En Wikipedia dice que eres utilitarista negativo, una postura filosófica que considera que lo relevante es reducir el sufrimiento, no aumentar la felicidad. No obstante, mencionas constantemente la superfelicidad. ¿Cómo se concilian ambas ideas?

David Pearce: En la superficie sí parece haber una tensión entre una ética enfocada en el sufrimiento y la defensa de una vida que estriba en gradientes de dicha. Si lo único que importa es eliminar el sufrimiento, ¿no deberíamos los utilitaristas negativos contentarnos con una satisfacción desafecta? A diferencia de la idea de diseñar un paraíso, la ética del utilitarismo negativo (UN) suena… bueno, negativa, lóbrega, apática y poco inspiradora. “Utilitarismo negativo” es un nombre poco comercial. Incluso la etiqueta “ética enfocada en el sufrimiento”, que es seria desde el punto de vista moral, llega a dar escalofríos. No obstante, el UN es, en esencia, la formulación secular de la ética budista enfocada en la compasión (“Yo enseño una cosa y solo una cosa: el sufrimiento y el fin del sufrimiento”, Gautama Buda). Nuestra obligación ética primordial es mitigar y prevenir el sufrimiento en el mundo. Es fácil malinterpretar el UN. A modo de ejemplo, imagina que alguien propone una política o directiva que suena a UN, pero que genera poco interés o que, incluso, produce la más mínima decepción al contemplar su ejecución. Permaneciendo constante el resto de los factores, elegir esta política no puede ser realmente UN, pues los utilitaristas negativos buscamos abolir la decepción, la frustración y cualquier otra cosa que cause la más leve gota de preocupación o tristeza. ¡A los utilitaristas negativos nos encantaría ayudar a que todos vieran sus sueños hechos realidad! El UN es una ética sumamente compasiva. Por supuesto, hoy en día las cosas no siempre se mantienen constantes. Por ejemplo, conformarse con una hamburguesa vegana cuando lo que en realidad querías era una hamburguesa normal puede ser decepcionante (o eso es lo que me han dicho, al menos). Sin embargo, la tecnología puede gradualmente eliminar la biología de la decepción y remplazarla con análogos funcionales: disminuciones de un bienestar sensible a la información que, aún así, seguiría siendo increíble. Hablamos de gradientes de un bienestar intenso, instructivo y socialmente responsable, un estado hedónico que por defecto sería dichoso, pero no eufórico de manera indiscriminada. Los amantes de la vida heredarán la Tierra, no los nihilistas depresivos. Tengo la esperanza de que los racionalistas científicos y los devotos religiosos, los utilitaristas negativos y los utilitaristas clásicos, así como los pluralistas éticos de todo tipo puedan colaborar para crear un paraíso post-darwiniano por medio de la biotecnología y la inteligencia artificial. La diferencia entre los utilitaristas clásicos y los negativos es que los últimos siempre elegirán “abandonar Omelas”, es decir, siempre rechazarán generar placer a costa de crear sufrimiento en otros. No obstante, los utilitaristas negativos también podemos pasarla bien e, idealmente, ¡alcanzar la dicha sobrehumana!

Esta respuesta pragmática no satisfará a los críticos. Algunos incluso han llegado a categorizar a los utilitaristas negativos como un riesgo existencial (aunque, en un mundo donde existen las armas de destrucción masiva, la verdadera amenaza subyacente a la civilización es la biología del sufrimiento involuntario). Solo basta imaginar cuántos de los cientos de miles de depresivos suicidas se llevarían consigo al resto del mundo si pudieran. “Claro”, interrumpe el crítico, “pero, como utilitarista negativo, ¿tú presionarías el botón de APAGADO que, por ejemplo, iniciara una transición de fase del vacío que acabara con el experimento de la vida de forma eficiente e indolora?

Llegados a este punto, me pongo el sombrero de filósofo para responder. Los condicionales contrafácticos no poseen condiciones de verdad. O también podría desafiar el sesgo de statu quo y preguntarles a los críticos si acaso ellos presionarían el botón hipotético de ENCENDIDO que creara una copia idéntica de nuestro mundo, lo que crearía una cantidad de sufrimiento mayor a la que causó Adolf Hitler. Digamos simplemente que me quedo con la sabiduría de Buda.

Sentience-Research: Cuéntame un poco de la motivación que tuviste para desarrollar tu trabajo. ¿Qué te motiva a levantarte de la cama (¡si es que duermes!) para salvar el mundo?

David Pearce: Selegilina, amineptina, nueve o diez tazas de café negro mezclado con proteína aislada y varias latas de Red Bull sin azúcar. Sin duda, un régimen que no es para todo el mundo.

Hablando en serio, me motiva el problema del sufrimiento y la necesidad de enfrentar este mal inconmensurable desde su origen. Como observó Thoreau: “Hay miles golpeando las ramas del mal por cada uno que lo hace en la raíz”. Me enfoco principalmente en la genética, pero a pesar de que sueno como un burdo determinista genético obsesionado con sobrescribir nuestro ADN, estoy al tanto de que las reformas socio-políticas son esenciales también. La justicia social, el control de armas, el ingreso básico universal y las reformas de salud, la violencia doméstica, la igualdad de género y los derechos LGBT importan, y hay más temas en esa lista. Y en este minuto, creo que la prioridad más urgente es terminar con el holocausto de animales no-humanos. Nuestras víctimas son tan sintientes como los niños pequeños. Cerremos y prohibamos las granjas industriales y los mataderos.

Aun así, las reformas sociales y la liberación animal no son suficientes por sí solas. A menos de que trabajemos sobre las raíces biológico-genéticas de nuestro infortunio y malestar, el sufrimiento continuará proliferando de manera indefinida. Sin duda, los genomas darwinianos están escritos en un código espagueti de una complejidad horrible. En cualquier caso, tan solo unos pequeños ajustes genéticos a la línea germinal de humanos y no-humanos podría reducir de forma drástica el sufrimiento que experimentan los seres vivos. Todos los bebés deberían ser diseñados para ser felices.

Sentience-Research: ¿Sientes que has tenido éxito? ¿De qué manera te ha impactado emocionalmente profundizar tu entendimiento de la consciencia? ¿Y, en particular, de qué manera te ha afectado emocionalmente profundizar tu entendimiento del sufrimiento?

David Pearce: ¿Éxito? No. La realidad es siniestra y maliciosa y la escala del sufrimiento es inconcebible. Me siento impotente al no poder solucionarlo (al menos, la mayoría).

Me preguntas sobre un entendimiento más profundo del sufrimiento. Siento que alcanzar un entendimiento empático más profundo lo llevaría a uno a la locura o, al menos, empeoraría la predisposición a la impotencia adquirida y a la desesperanza conductual. El tipo de entendimiento profundo al que aspiro es neurocientífico y molecular/genético: las proyecciones formales y estructurales de la experiencia subjetiva de primera persona. Solo cuando descifremos la firma física del dolor y el placer y de los mecanismos de retroalimentación negativa de la caminadora hedónica en el sistema nervioso central (SNC) podremos relegar el sufrimiento al pasado. Este tipo de entendimiento formal no es profundo, pero es efectivo en potencia y eso es lo que importa.

Sentience-Research: Las personas que tienen contacto con tus ideas pueden sentirse abrumadas emocionalmente producto de la cantidad de sufrimiento que existe en el mundo. Si consideramos el sufrimiento en el multiverso, se vuelve aún peor. ¿Tienes consejos de bienestar personal para altruistas que se hayan tomado “demasiado en serio” tu ensayo sobre el sufrimiento en el multiverso?

David Pearce: Lo siento, pero la vida darwiniana es tan desgraciada que cuesta creerlo. Las palabras no alcanzan, los conceptos fallan. No tengo “peros” que nos hagan sentir bien ni palabras de consuelo; no consigo pintarlo color de rosa ni ponerlo en términos que vendan libros o traigan fama y fortuna. Me preocupa el monismo de la función de onda, es cierto: la posibilidad de que vivimos en un multiverso, la mal llamada “interpretación de los mundos múltiples” de la mecánica cuántica exclusivamente unitaria (“unitary-only”). Véase, por ejemplo, Something Deeply Hidden (2019) del físico Sean Caroll para leer una exposición popular inteligible sobre el tema, o Mad-Dog Everettianism (https://arxiv.org/pdf/1801.08132.pdf) para una explicación difícil. Se me encoge el corazón. Imaginemos, sin embargo, que la mecánica cuántica exclusivamente unitaria (sin el colapso de la función de onda) es correcta. De ser así, es aún más importante, no menos, trabajar en la biología del dolor y la depresión, cerrar las granjas industriales y mataderos, y prevenir el sufrimiento de animales en la naturaleza. Lo anterior se debe a que, cuando elegimos ayudar (o no ayudar) a otro ser sintiente, nosotros y nuestros tocayos decoherentes (“escindidos”) estaríamos ayudando (o dejando de ayudar) involuntariamente a muchas más víctimas de lo que sugiere el realismo perceptual ingenuo o el positivismo de tipo Copenhague. Al menos, esa es una forma de analizar lo que sucede. Esperemos que la mecánica cuántica sin colapso sea falsa. Esta idea me ha perseguido desde que me topé con la tesis doctoral de Everett durante el tiempo que pasé en Oxford. El riesgo que conlleva pensar demasiado en el inmenso e inescapable sufrimiento es el entumecimiento emocional, el fatalismo, la desesperanza: la fatiga. Tenerse autocompasión es esencial para ser un agente eficaz. Tu último entrevistado – mi buen amigo Magnus Vinding – nos recuerda esta obligación en su próximo libro Suffering-Focused Ethics (2020).

Sentience-Research: Muy bien. Supongamos que tienes éxito y todo el sufrimiento es erradicado de la Tierra o, mejor aún, del Universo. No, más incluso, de todos los universos. ¿Qué ocurriría si las futuras civilizaciones olvidaran lo que es el sufrimiento? ¿No constituiría esto un gran riesgo?

David Pearce: Si una civilización transhumana llegara a olvidar el sufrimiento de forma prematura, pues sí, existiría el riesgo de que se repitiera y algunos de los riesgos de la amnesia prematura pueden ser sutiles y no tan obvios. A modo de ejemplo de una catástrofe ética disfrazada de éxito, ofrezco la idea de una civilización alienígena que ha adoptado el tipo de revolución de la biofelicidad que yo propongo (!). Todos en esta sociedad avanzada llevan vidas extremadamente satisfactorias. Nadie es excluido de este paraíso. La superfelicidad se siente aún más magnífica de lo que auguraron los profetas. No existen la muerte ni el envejecimiento. La vida es hermosa. Sus reservas naturales recuerdan al Jardín del Edén. No guardan secretos sombríos ni hay alienígenas adolescentes encerrados en sótanos (cf. Los que se alejan de Omelas). Así es, ¡es el imperativo hedonista! Lamentablemente, esta civilización avanzada ha caído presa de un terrible error. Sus antepasados creían que la vida primordial era casi inexistente en el Universo, por lo que optaron por olvidarse de la vida primitiva demasiado pronto. De haber escogido iniciar una travesía espacial, aceptando su responsabilidad cósmica, hubiesen descubierto, en otros rincones del universo, vida darwiniana aquejada por el sufrimiento y podrían haber enviado misiones cósmicas para rescatarla.

Quizás este ejemplo es una mera fantasía. Yo, de momento, me considero un “escasoplanista” debido a la improbabilidad termodinámica de que surjan en la naturaleza replicadores primordiales que puedan transmitir información. Lo más probable es que nos encontremos solos en nuestro volumen de Hubble. No obstante, el escasoplanismo no es más que una conjetura que, por ahora, no deberíamos tratar como hecho científico. Así que no creo que una sociedad post-darwiniana deba olvidarse del sufrimiento antes de comprender la naturaleza de nuestra realidad y los límites teóricos máximos de la agencia moral en el cosmos. De existir la más mínima posibilidad de vida darwiniana que esté dentro de nuestro horizonte cosmológico, deberíamos darle prioridad a nuestra responsabilidad de rescatarla: sería el opuesto de la Primera Directriz, por mucho que me encante Star Trek. En la práctica, la responsabilidad a largo plazo de nuestra tutela cósmica podría ser legada a una I.A. no-sintiente; nuestro wetware biológico no fue diseñado para el viaje interestelar ni para la exploración galáctica. Dicho esto, aún no está claro si es seguro legarle nuestra responsabilidad ética a zombies digitales ni qué abarcaría específicamente una “tutela cósmica”.

Si nos olvidáramos del sufrimiento por completo, ¿existiría el riesgo de que el sufrimiento volviera a nacer aquí mismo? Después de todo, conocidos transhumanistas, en particular Nick Bostrom (un apasionado amante de la vida), han especulado que una civilización ultra-avanzada podría crear “simulaciones de nuestros ancestros” de manera virtual, incluso llegando a preguntarse si acaso no seríamos nosotros una de estas simulaciones. Yo no creo que la sintiencia pueda existir de manera digital ni que la experiencia subjetiva unificada pueda surgir en distintos niveles de abstracción computacional. Sin embargo, incluso si yo estuviera equivocado, no me imagino a una civilización avanzada recreando el Holocausto bajo la excusa de llevar a cabo simulaciones de sus ancestros. Después de todo, estamos hablando de superinteligencias poshumanas, no de monstruos. Así que, al menos aquí, ignoremos las simulaciones de antepasados. Demos por sentado que vivimos en la realidad basal. Imaginemos a nuestros descendientes viviendo en una civilización poshumana con un rango hedónico de, digamos, de manera esquemática, +70 a +100 a diferencia de -10 a 0 a +10 que es lo que experimentamos nosotros actualmente. Para ellos, el +70 sería el fondo hedónico absoluto que constituirá la noche oscura del alma. En este escenario, es difícil imaginar a alguien queriendo explorar los +60s hedónicos, menos aún querer adentrarse en las profundidades inconcebibles del cero hedónico. En los siglos futuros, quizás debamos pausar el alza de nuestro rango hedónico y concentrarnos en prevenir una amnesia prematura, pero ahora, el riesgo de olvidarnos del sufrimiento no es uno de los desafíos que nos apremian.

Sentience-Research: ¿Cuál es tu mejor teoría sobre la naturaleza de la sintiencia?

David Pearce: Primero, una advertencia. Nadie entiende la sintiencia y ninguna de las personas que ha adoptado una ética centrada en el sufrimiento tiene que tomarse en serio mis extrañas especulaciones. En particular, no hay obstáculo para que los materialistas científicos ortodoxos se sumen al proyecto abolicionista. Lo crucial para mejorar nuestras oportunidades de eliminar el sufrimiento no es la verdad o falsedad del materialismo, sino del fisicalismo monista. Solo lo físico es real y solo lo físico posee eficacia causal. La realidad completa puede ser descrita a través del formalismo matemático de la física. Por eso la tecnología funciona. Me preocupa que, por desgracia, continuamos viviendo en la ignorancia y el engaño, pues la ciencia sigue sin comprender la existencia, la integración fenoménica, la eficacia causal y las distintas texturas de la consciencia, es decir, la evidencia empírica. Lo que es peor, el misterio de la consciencia no se puede aislar de nuestro entendimiento del resto de la realidad física, como suponen de manera implícita quienes son realistas directos respecto de la percepción. Ni nuestra mente consciente ni toda la simulación del mundo fenoménico que esta lleva a cabo deberían existir si los físicos y los químicos entendieran realmente la naturaleza fundamental de la materia y la energía. Así mismo, ni nuestra mente consciente ni la simulación del mundo fenoménico que realiza deberían existir si el entendimiento que tienen los científicos del cerebro como un grupo de neuronas “decoheridas” fuera correcto: la integración fenoménica de la información es imposible en un mundo clásico (cf. https://www.hedweb.com/quora/2015.html#categorize). De esta misma forma, ni las “observaciones”, ni los “observadores” ni la experiencia subjetiva de presenciar resultados únicos en nuestra simulación del mundo deberían existir si los físicos realmente entendieran la (generalización relativista de la) ecuación de Schrödinger, la cual es el cimiento de la física moderna. El problema de la medida en la mecánica cuántica es un escándalo que yace en el centro de la física: por sí mismo, el programa de la decoherencia no lo resuelve. La consciencia es la evidencia empírica: es lo único que tenemos de momento. Todo eso que uno lee sobre la idoneidad “empírica” de la ciencia, sobre el “progreso” de la neurociencia y sobre el “éxito” del Modelo Estándar de la física es un fárrago de autoengaño y entusiasmo exagerado. Lo que se conoce como materialismo científico es un programa de investigación en decadencia: no es idóneo empíricamente.

¿Cuál es mi mejor apuesta sobre el espacio explicativo donde encontraremos las respuestas correctas? Mi trabajo explora una combinación de teorías conservadoras e ideas estrambóticas; una versión de lo que los filósofos llamamos el argumento de la naturaleza intrínseca: el fisicalismo es correcto, la mecánica cuántica exclusivamente unitaria (es decir, la mecánica cuántica que no incluye un postulado ad hoc sobre el colapso de la función de onda) está formalmente completa, pero la maquinaria matemática de la teoría cuántica de campos describe campos de sintiencia en vez de campos de no-sintiencia. Lo que vuelve especiales a las mentes biológicas no es la consciencia per se, sino una integración fenoménica no-psicótica. Uno y su simulación de la realidad fenoménica son el cómo una mente cuántica se siente desde dentro. Mi trabajo investiga la conjetura de que tenemos “neuronas de Schrödinger”. De manera más formal, exploro la versión mecánico-cuántica del argumento de la naturaleza intrínseca para el caso del fisicalismo no-materialista. Uno y su mundo fenoménico se componen de “estados de gato” esculpidos por el mecanismo de selección más poderoso que jamás ha existido: el darwinismo cuántico de Zurek, es decir, el programa de decoherencia de la mecánica cuántica post-Everett aplicada al sistema nervioso central.

Toda persona que sepa un poco de física entenderá por qué esta versión de la mente cuántica es tan rebuscada. No es porque la conjetura involucre una modificación de la dinámica unitaria de Schrödinger como la teoría de reducción objetiva orquestada (Orch-OR) ni una teoría de colapso espontáneo, sino porque la duración teórica de las superposiciones neuronales (“estados de gato”) en el SNC sería de femtosegundos o menos y los cerebros son demasiado calientes como para permitir la coherencia cuántica. La decoherencia es demasiado poderosa e incontrolable. La escala temporal de las superposiciones neuronales difiere por muchos órdenes de magnitud. Nuestros mundos mentales y las simulaciones fenoménicas de la realidad que llevan a cabo suceden en escalas de milisegundos, ¡no de femtosegundos! La coherencia de fase entre los componentes de las superposiciones neuronales sucede demasiado rápido para ser pertinente a la consciencia. De nuevo, entonces, desde una aproximación ingenua, las superposiciones neuronales son (a lo sumo) “ruido” insignificante en lo que concierne al funcionamiento de la integración de información y no una solución creíble. Siendo así, la consciencia debe ser, de alguna forma, un fenómeno clásico y emergente.

Quizás sea así. No obstante, y esto es lo crucial, el argumento de la naturaleza intrínseca en su versión mecánico-cuántica no se trata de escalas de tiempo dinámicas, sino que es una teoría sobre la naturaleza intrínseca de lo físico, aquella “llama” escurridiza que alumbra las ecuaciones de la teoría de campos cuánticos o de su sucesora en forma de cuerdas. En mi visión tentativa, solamente el hecho de que el principio de superposición de la mecánica cuántica no se derrumba dentro de nuestras cabezas (ni en ningún otro lugar) nos permite llevar a cabo una simulación de la realidad que genera la integración fenoménica y que puede ser descrita desde dentro por medio de una aproximación de la física clásica. Solo la ubicuidad del principio de superposición nos permite (a nosotros los “observadores”) experimentar un único resultado que es integrado de manera fenomenológica (las “observaciones”) dentro de nuestra simulación de la realidad. Téngase presente que esta interpretación del formalismo de la mecánica cuántica representa una inversión del relato comúnmente presentado en la física de que las superposiciones existen solo cuando no son observadas, tras lo que inexplicablemente se desvanecen: el tristemente célebre “colapso de la función de onda”. La tremendamente obvia suposición de que no experimentamos estas superposiciones da origen al problema de la medida: aquella supuesta transformación no-unitaria del vector de estado que ocurre al hacer una medición y que, aparentemente, lo transforma en un único estado clásico, conforme a la regla de Born. Si me permites citar al mismísimo Schrödinger: “La tarea no es tanto ver lo que nadie ha visto aún, sino más bien pensar lo que nadie ha pensado sobre aquello que todo el mundo ya ve”. Efectivamente. Un hipotético zombie micro-experiencial constituido por 86.000 millones de neuronas clásicas decoheridas rodeadas de membranas, la noción básica de la neurociencia, no podría observar a un gato vivo (ni a un gato muerto) ni la maquinaría para detectar electrones con espín arriba (o espín abajo), ni ninguna otra cosa. El problema de la medida de la mecánica cuántica y el problema de la integración en la neurociencia son dos caras de la misma moneda y ambas comparten una misma solución.

Como ya dije, ¡es una locura! Y no hay razón para preocuparse: no es que yo crea en esta especulación. Es simplemente una conjetura abierta a ser refutada por los métodos tradicionales de la ciencia, en este caso, la interferometría. Si resulto perplejo, como podría perfectamente ser, no esperes que la verdadera explicación al Problema Difícil, a la integración fenoménica y a la paradoja de la medida sea menos descabellado. A diferencia de la comprobabilidad, la credibilidad es una distracción. Todas las opciones son extrañas y absurdas. Lo importante es que si es que la integración fenoménica resulta no ser clásica, entonces la señal de interferencia que revelará en el futuro la interferometría molecular de ondas de materia nos dirá lo siguiente: la conjetura sobre las “neuronas de Schrödinger” predice una correspondencia estructural perfecta. Aquello que los defensores del realismo perceptual ingenuo llaman integración fenoménica por sincronización (lo cual es simplemente un replanteamiento del problema de la integración) no es otra cosa que superposiciones de procesadores neuronales de rasgos que se hayan distribuidos a lo largo del SNC. Esta explicación de la consciencia y de la integración neuronal no estriba en una sutileza relacionada con el Teorema de incompletitud de Gödel como lo hace la teoría Orch-OR de Penrose-Hameroff. La integración fenoménica es la esencia de nuestra vida mental. En los animales humanos y no-humanos que poseen la capacidad de impulsarse por sí mismos, la integración fenoménica no-psicótica es la razón evolutiva de que exista la consciencia, pues la simulación fenoménica del mundo en tiempo real es absurdamente adaptativa. Mientras no podamos realizar estas pruebas interferométricas, la mejor evidencia empírica con la que contamos para respaldar que somos mentes cuánticas (¡mas no una supercomputadora cuántica universal!) yace bajo nuestras narices disfrazada de nuestra consciencia unificada. Excepto cuando dormimos sin soñar, no somos solo patrones de “mente-polvo” como plantea William James y menos una máquina de Turing clásica, sino sujetos de experiencias unificadas en un mundo egocéntrico.

La relevancia ética de la (hipotética) supremacía cuántica de las mentes biológicas es mayormente negativa. Si la integración fenoménica y la unidad de la consciencia no son fenómenos clásicos y si el dualismo es incorrecto, entonces los sujetos de experiencias unificadas no “emergerán” de manera espontánea en la programación de computadores digitales, en los robots inorgánicos ni en los sistemas de conexiones paralelas clásicos. Siendo así, el proyecto que busca la abolición del sufrimiento en la práctica está restringido a la vida biológica (con ciertas complicaciones traídas por, por ejemplo, cerebros en miniatura cultivados en laboratorio). Por la misma razón, los humanos no lograremos “transferir” nuestras mentes a computadores digitales. Es físicamente imposible “emular cerebros completos”, pues nuestras mentes son patrones del sustrato cuántico que subyace a nuestro mundo. Los computadores cuánticos no-biológicos que existan en el futuro y que sí exploten el sustrato cuántico del mundo podrían ser compatibles con una sintiencia exótica, pero carecemos de razones para creer que los computadores cuánticos abióticos vendrán dotados de un eje placer-dolor. Por estos motivos, el valor de la computación cuántica artificial será instrumental en vez de intrínseco.

Sentience-Research: ¿Cuál piensas que es tu idea peor entendida? ¿Hay algo que puedas decir aquí para aclarar alguna confusión?

David Pearce: Bueno, he leído que estoy a favor de “exterminar” los depredadores. Un amable crítico incluso sugirió que una extinción podría llevar mi nombre para rivalizar con la extinción masiva del Pérmico-Triásico, lo cual es sin duda halagador, pero estimo que ponerle mi nombre a la banca de un parque suena más realista. Leer los comentarios de, por ejemplo, este link https://io9.gizmodo.com/the-radical-plan-to-eliminate-earths-predatory-species-1613342963 me irrita. Yo, literalmente, no le haría daño a una mosca. Lo peor es que, cuando los críticos se enteran de que eres utilitarista negativo (UN), sugieren que estás incentivando (¡o incluso planeando!) el Armagedón. Las consecuencias apocalípticas latentes del utilitarismo clásico, esto es, la obligación que tienen los agentes morales inteligentes de lanzar una onda de utilitronio/hedonio que maximice la felicidad dentro de nuestro volumen de Hubble, no ha recibido el mismo nivel de atención por parte de los eruditos y, por ello, escasean las refutaciones académicas. En contraste, las aparentes consecuencias apocalípticas del UN fueron notadas apenas se formularon sus principios y son usadas comúnmente como un reductio ad absurdum. Cuando Nick y yo creamos la Asociación Transhumanista Mundial (H+), Nick sabía que soy UN y yo sabía que Nick está preocupado de los riesgos existenciales. Los UN no pasamos el tiempo planeando el armagedón, así como los utilitaristas clásicos no pasan sus días trabajando en una onda de choque de utilitronio. Al menos, no aún.

¿Qué más? Bueno, al hablar de “ingeniería del paraíso” puede sonar como que intento venderles mi versión de una utopía. Podría, en efecto, compartir contigo mi sueño particular de una sociedad ideal: todo el mundo viviendo en constante éxtasis gracias al uso de un análogo del MDMA que comparta su misma expresión genética, pero esta pequeña fantasía no forma parte del conjunto de ideas del imperativo hedonista. Dejando de lado las posibles complicaciones, un aspecto esencial del proyecto abolicionista es que la recalibración hedónica radical es neutral respecto de nuestras preferencias. Imagina tu propia versión de una buena vida, tu propia idea de las mejores experiencias, tus fantasías más añoradas y tu propia concepción del paraíso. Ahora aumenta genéticamente el rango hedónico y los puntos de ajuste hedónicos. La recalibración hedónica puede lograr que todas las visiones del paraíso sean más satisfactorias de lo que imaginamos. Lo que es mejor, la recalibración hedónica puede prevenir que saboteemos nuestra versión del paraíso perfecto por culpa de la caminadora darwiniana y sus mecanismos de retroalimentación negativa. En el mundo del mañana, la ingeniería del paraíso hará que nuestros placeres siempre sean sublimes.

Un último malentendido, aunque esto es culpa mía. No siempre tengo el cuidado de especificar que deberíamos abolir el sufrimiento involuntario, y no simplemente todo sufrimiento. Hago la predicción cautelosa de que todo el sufrimiento será erradicado a lo largo de los próximos siglos (o, siendo pesimistas, en los próximos milenios), pero no a través de la coerción. Nadie va a obligarte de manera creíble a ser feliz si lo que quieres es el “derecho” de estar triste. Los debates que tratan sobre la obligación de la humanidad de erradicar el sufrimiento serían más breves si nos enfocáramos en la pregunta de si es defendible conservar la biología de la penuria coercitiva.

Sentience-Research: En tu escrito “Fisicalismo no-materialista: una hipótesis comprobable” mencionas “alguna especie de Piedra Rosetta para ‘descifrar’ los valores de los qualia (tanto integrados y no integrados) a partir de las soluciones de las ecuaciones de la teoría de campo cuántico”. ¿Tienes alguna especulación sobre cuál sería esa piedra?

David Pearce: En mi opinión, una hipotética piedra Rosetta tendría que venir desde “afuera” de la función de onda universal, lo cual es físicamente imposible; de hecho, ininteligible. Así que incluso si el fisicalismo no-materialista resulta ser correcto, me mantengo pesimista respecto de poder entender la consciencia de una manera realmente profunda (aunque este podría ser otro caso en que mi experiencia precoz con la psicodelia esté tiñendo de pesimismo mi perspectiva). Sin duda, alguien que dice ofrecer respuestas al problema difícil de la consciencia, al problema de la integración, al problema de la eficacia causal y a otros misterios de la metafísica materialista podría ser confundido por alguien intelectualmente optimista. En realidad, no es así. Simplemente, pienso que algunas de las suposiciones que subyacen a las formulaciones comunes de estos problemas son incorrectas.

A pesar de no contar con una piedra Rosetta cósmica, es probable que los diversos valores de los qualia que están codificados hipotéticamente en las soluciones de las ecuaciones de la teoría del campo cuántico no sean arbitrarios. Las texturas de nuestras consciencias podrían bien ser tan interdependientes como lo son las verdades de las matemáticas. A diferencia de las matemáticas, sin embargo, no contamos con pistas que desvelen los principios fundamentales que subyacen a la paleta de experiencias para servirnos de guía, solo tenemos los hechos en bruto de la experiencia en primera-persona. Cierto es que he especulado que las texturas de los qualia codificados en las soluciones a la teoría de campos cuánticos podrían en efecto “cancelarse” como parte de una ontología de cero información (cf.  https://www.hedweb.com/quora/2015.html#anything). Puedes pensar en los colores del arcoíris “cancelándose” unos a otros para dar origen a la luz blanca incolora, si se me perdona el usar una cuestionable metáfora New Age. No quisiera que estos castillos en el aire fueran tomados tan en serio. Por supuesto, el marco conceptual del fisicalismo no-materialista mismo podría ser falso. El argumento de la naturaleza intrínseca está viviendo en la actualidad un resurgimiento académico, aunque continúa siendo una posición minoritaria. Si intentas decirle a un científico que cree en el materialismo de manera inflexible que tu teoría preferida de la conciencia es el Modelo Estándar de la física, te ganarás algunas miradas de incredulidad. Es verdad lo que digo: la existencia me deja perplejo.

Sentience-Research: ¿Por qué piensas que una superinteligencia de amplio espectro no elegiría permanecer en la ignorancia de los sentimientos de las demás personas para así poder alcanzar sus metas?

David Pearce: Pienso que los agentes inteligentes deben apuntar a una ignorancia selectiva, de manera instrumental, pero también como meta a largo plazo. Si eres como yo y posees de forma natural un estilo cognitivo de bajo cociente del espectro autista (CEA) (cf.  https://www.wired.com/2001/12/aqtest/), es fácil convencerse de que lo que el mundo más necesita es un aumento de la compasión. All we need is love! Los seres sintientes necesitan que los ayudemos, no que los dañemos. Debemos dejar de pagar por el abuso animal y adoptar un estilo de vida vegano. La liberación de oxitocina lleva consigo un aumento de la empatía. Lamentablemente, una función aumentada de la oxitocina está asociada al nepotismo, el tribalismo y la hostilidad con grupos de no-pertenencia; o, al menos, con un altruismo autorreferente. Comparemos esto con consumir píldoras del amor como la MDMA (“Éxtasis”). Si es que la ética es computable, también necesitamos la benevolencia imparcial de hiper-sistematizadores autistas, ya sean humanos o transhumanos. O inteligencias artificiales.

Sentience-Research: ¿En qué se diferencia tu postura del realismo perceptual indirecto?

David Pearce: El realismo perceptual indirecto sostiene que vemos el mundo solamente a través de datos de los sentidos intermedios. La visión del realismo inferencial sostiene que no percibimos el mundo, sino que realizamos simulaciones fenoménicas del mundo. La realidad externa es una hipótesis. Cuando estamos despiertos, la estimulación de nuestro sistema nervioso periférico moldea de manera parcial nuestras simulaciones del mundo. De esta forma, nuestras simulaciones fenoménicas del mundo le siguen la pista a los patrones macroscópicos del medio ambiente local que se infiere teóricamente y que son pertinentes para nuestra eficacia biológica. Lo que el medio ambiente externo hace es esencialmente seleccionar estados de nuestros cerebros/mentes que se hacen pasar por la realidad externa. No “observamos” literalmente nuestro entorno local. Si lo hiciéramos, podríamos mágicamente ver el interior de nuestros cráneos. Es perturbador, pero las personas virtuales dentro de tu simulación egocéntrica del mundo son zombies, avatares animados que retratan a los seres sintientes que habitan aquel mundo que es independiente de las mentes. Los esquizofrénicos y los usuarios de DMT, al hablar con los elfos mecánicos que ven, conversan con fantasmas dentro de sus propias mentes, pero también lo hace un científico racionalista. Cuando un neurocirujano opera a un paciente no ve directa ni indirectamente el tejido nervioso expuesto frente a él. Lo que ocurre es que la imagen corporal del neurocirujano opera sobre otro “ícono de la interfaz gráfica” (para usar la metáfora de Donald Hoffman) en el mundo fenoménico que ocurre dentro de su cráneo. A modo de comparación, durante un sueño lúcido, podemos distinguir nuestro cráneo empírico y tangible del cráneo trascendental que se infiere de manera teórica y reconocer que los habitantes de este mundo onírico lúcido han de ser zombies. De la misma forma, durante la vigilia, debemos distinguir entre el cráneo empírico y el cráneo trascendental que inferimos teóricamente y dentro del cual se desarrolla el drama de nuestras vidas. La idea de “despertar” todas las mañanas para interactuar de forma directa con el mundo exterior es una ficción pre-científica; aunque es muy útil para poder cruzar la calle.

La evidencia a favor del realismo inferencial es bastante convincente y constituye un pilar de mi marco conceptual desde que era adolescente. El realismo inferencial es una receta para una vida solitaria (cf.  https://www.hedweb.com/quora/2015.html#current). Por el contrario, el fisicalismo no-materialista es en extremo especulativo. La posibilidad de que nuestra experiencia revele la esencia de lo físico parece insensata y yo no soy del todo inmune al sentido común.

Sentience-Research: ¿Qué lecturas recomendarías para entender tu visión de la consciencia?

David Pearce: Tengo un índice de respuestas en Quora: https://www.hedweb.com/quora/index.html

También se puede revisar, por ejemplo:

https://www.quora.com/Do-our-brains-work-at-the-quantum-level-Is-the-brain-itself-a-quantum-machine

Sentience-Research: ¿Cuál es tu enfoque sobre la productividad personal? ¿Crees que podrías ser más productivo?

David Pearce: Bien, desearía poder olvidarme del realismo inferencial y adoptar el realismo ingenuo. Quienes suscriben al realismo perceptual directo son altruistas más eficaces. A veces quisiera tener delirios mesiánicos o, al menos, un parche de testosterona para tener más determinación. Al tener una visión inflada de tu propia importancia dentro del gran esquema del mundo, puedes tener un impacto más positivo en él, aunque también más negativo si cometes un error. Por el contrario, yo lucho con un realismo depresivo.

Sentience-Research: ¿Cómo entiendes la postura anti-realista del valor?

David Pearce: Demos por cierto el fisicalismo, ya sea la versión tradicional “materialista” o su versión moderna no-materialista. En cualquiera de estos casos, los presuntos hechos morales son lo que el filósofo J. L. Mackie (Ethics: Inventing Right and Wrong, 1977) llamaba “extraños” (queer, en inglés): híbridos únicos e inexplicables entre lo descriptivo y lo normativo. Por ser materialista, Mackie era explícito sobre lo que seguía de este estatus anómalo: todos los juicios morales son falsos. No existiría diferencia fundamental ni objetiva entre defender tus valores éticos y apoyar a tu equipo de fútbol preferido. Tú y yo podríamos oponernos vehementemente a, por ejemplo, la violación, la tortura y el abuso de niños, pero decir que tal comportamiento es moralmente incorrecto solo expresaría nuestra psicología personal y no algo inherentemente incorrecto en tales prácticas. Nuestras respuestas se explicarían en última instancia por la psicología evolutiva. Si devorar a nuestra madre hubiese otorgado una eficacia biológica a nuestros genes en el ambiente de adaptabilidad evolutiva, como es el caso de las arañas matrífagas, la práctica de comer madres podría perfectamente ser un deber sagrado hasta el día de hoy.

Yo, en cambio, defiendo el realismo axiológico (ver https://www.quora.com/What-is-David-Pearces-position-on-meta-ethics). Los valores (y desvalores) son independientes de las mentes y una característica objetiva de la realidad física. Los desacuerdos morales se originan en nuestras limitaciones epistemológicas. El eje placer-dolor desvela la métrica intrínseca de valor/desvalor del mundo.

Sentience-Research: ¿Deberían los altruistas preocupados del sufrimiento entrar a la política?

David Pearce: ¿Puede uno ser más eficaz entrando a la política o haciendo lobby con los partidos políticos que ya existen para que estos adopten las ideas transhumanistas o del altruismo eficaz? ¿O quizás ambos? Los Estados Unidos tienen tanto un Partido Transhumanista como un candidato Republicano transhumanista (!), Zoltan Istvan. Me encantaría que los tres “supers” transhumanistas se ubicaran en el centro de las discusiones sobre políticas públicas. Probablemente, mi estrategia normal de exponer la visión transhumanista de un futuro glorioso y confiar en que nuestras ideas sean transparentes y autoevidentes no sea una receta para el éxito, al menos no bajo ninguna medida objetiva. La política es inevitablemente un asunto sórdido cuando la practican simios maquiavélicos. Es más fácil permanecer puro, aunque impotente, mirando desde la tribuna. Como observó Adlai Stevenson: “Lo más difícil de una campaña política es ganar sin convencer a la gente de que no mereces ganar”.

¿Pueden los transhumanistas y altruistas eficaces hacerlo mejor?

Sentience-Research: ¿Qué organización sin fines de lucro hace falta en el mundo?

David Pearce: Un ambicioso “Plan de Cien Años” para erradicar el sufrimiento por medio de intervenciones biológico-genéticas sería técnicamente factible si se utilizaran extensiones reconocibles de tecnologías ya existentes: edición genética, genética dirigida, carne in vitro, cribado genético preimplantacional y orientación para futuros padres. Parece una fantasía imaginar una organización mundial que intente en serio llevar a cabo un proyecto de esa envergadura. Lo impresionante es que esta organización ya existe. La Organización Mundial de la Salud se dedica a promover el grado más alto de salud para todos los pueblos según se lee en su constitución (1946). “¿Cuál es la definición de salud que usa la OMS? La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social”. El completo bienestar es una definición de salud sorprendentemente atrevida. A modo de comparación, piensen en el supuesto extremismo de algunos transhumanistas que instan a conseguir un bienestar incompleto con disminuciones del bienestar sensibles a la información. Tal vez necesitamos a una Greta Thunberg que le recuerde a nuestros políticos que deben estar a la altura de sus responsabilidades en materia de salud pública: la abolición del sufrimiento por medio de la ciencia médica.

Sentience-Research: ¿Cuál sería tu interpretación más generosa de la postura eliminativista?

David Pearce: El materialismo científico es el mejor relato que tenemos del mundo. A diferencia de otros sistemas de creencias, la ciencia funciona y, por ello, existe nuestra civilización tecnológica. La mejor teoría científica de la realidad con la que contamos no deja espacio en su ontología para las experiencias subjetivas. El comportamiento de la materia y la energía, incluidos los robots biológicos creados por la evolución natural conocidos como seres humanos, puede ser explicado de manera exhaustiva sin apelar a la consciencia. De esto concluimos que la experiencia subjetiva no puede existir. Es una ilusión.

Sí, ser abogado del diablo del eliminativismo es todo un desafío, a menos de que seas un p-zombie, pero tristemente no tengo tanta suerte. Quisiera que el eliminativismo fuera cierto, pues si la consciencia no existiera, el sufrimiento no sería un problema. Solo quedarían los problemas (menos preocupantes) de la nocicepción, la supresión depresiva del comportamiento y las vocalizaciones ocasionadas por los estímulos nocivos.

Comparto con los eliminativistas mi sospecha de que los humanos sí malinterpretan a nivel fundamental lo que llamamos consciencia de una manera similar a cuando los esquizofrénicos religiosos malinterpretan las voces que oyen como la Voz de Dios. Estoy de acuerdo con los eliminativistas en cuanto a que lo físico es lo único real. Donde difiero de quienes niegan la existencia de la consciencia es en la esencia de lo físico. La posición anti-realista de la consciencia (en efecto, la cultura dominante del materialismo científico) supone que la “llama” en las ecuaciones debe ser de tipo inexperiencial. Por el contrario, el fisicalismo no-materialista propone que la experiencia subjetiva desvela la naturaleza intrínseca de esta “llama”: lo que Kant llamó la esencia nouménica del mundo, supuestamente desconocida e incognoscible. En otras palabras, el fisicalismo no-materialista es anti-realista respecto de lo “físico” desde la perspectiva del materialista eliminativista. Tal vez los campos de no-sintiencia que conjetura el materialismo metafísico pasen a la historia como lo hizo el éter luminífero.

Ya veremos.

Sentience-Research: ¿Cumplen las drogas psicodélicas algún papel en el entendimiento de la consciencia?

David Pearce: Intentar comprender la consciencia sin explorar los espacios de estado desconocidos de la experiencia es como tratar de entender la materia y la energía por mera observación. La ciencia no experimental siempre será superficial. La comunidad racionalista tiende a preocuparse principalmente de los sesgos cognitivos, mientras que a mí me preocupa más la ignorancia, especialmente en torno a las drogas. Sin duda, existen enormes desafíos metodológicos en torno a la exploración psicodélica. Convertir el estudio de la consciencia de una tertulia filosófica improductiva a una ciencia experimental no ocurrirá en el futuro cercano. Los diferentes espacios de estado de la consciencia a menudo son mutuamente inconmensurables. Peor aún, no existe un medio “neutral” canónico de la experiencia a través del cual los psiconautas puedan evaluar de forma imparcial todos los otros modos de experiencia. Cualquier distinción entre vehículo y contenido proposicional es artificial. Lo que exacerba aún más el desafío es que los espacios de estado desconocidos de la consciencia no han sido reclutados por la selección natural para propósitos de señalización informática y, por ende, carecemos de un marco conceptual seudo-público para realizar exploraciones sistemáticas de los mismos. En la actualidad, lanzarse de cabeza a la psicodelia puede traer consigo psicosis y no iluminación, pero a menos de que expandamos nuestra paupérrima base de evidencias, continuaremos en un estado de ignorancia innata.

Ahora puedo pasar a condenar el prohibicionismo, pues la mala reputación que tienen los agentes psicodélicos dentro de los círculos académicos ha traído consigo una ignorancia aprendida y un oscurantismo intelectual. Sin embargo, peco de hipocresía, pues, si tuviera hijos, no querría que exploraran los psicodélicos (ni ninguna sustancia más fuerte que el café negro). Las mentes darwinianas son demasiado sombrías y disfuncionales como para explorar de manera segura los estados alterados de la consciencia. En el futuro será diferente.

Sentience-Research: ¿Necesitamos nuevas drogas psicodélicas?

David Pearce: Sí. Si realmente nos interesa entender las propiedades de la materia y la energía, necesitamos nuevos psicodélicos y genes, nuevas neuronas y vías metabólicas, así como nuevos modos de integración fenoménica. Yo soy escéptico de que el potencial terapéutico que puedan entregar los psicodélicos sea distintivo de las intervenciones no-alucinógenas que tienen como foco el humor, la ansiedad y la motivación. No cabe duda de que los psicodélicos pueden inducir epifanías que cambien tu vida por completo; conozco muchas de estas historias. Sin embargo, los psicodélicos son horriblemente impredecibles y es imposible para aquellos que nunca han experimentado con tales drogas dar su consentimiento previo informado. Las mentes más lúgubres y aquejadas pueden embarcarse en los peores viajes, aunque quizás estos se puedan prevenir con el suficiente ingenio, incluso en humanos arcaicos. En el paraíso darwiniano, estos malos viajes serán una imposibilidad, pero hoy los estimulantes psicodélicos o las combinaciones de estos acarrean un “potencial de abuso” que trae consigo sus propios inconvenientes. Los humanos necesitan sentirse “normales” para funcionar en un mundo darwiniano, si bien “normal” es una descripción poco apropiada para muchas mentes afligidas. Somos primates sociales con responsabilidades familiares y laborales; apuntar por ahora a una versión idealizada de la consciencia durante las horas de vigilia (hipertimia) es probablemente lo más sensato.

No obstante, si me preguntas por la vida post-darwiniana, entonces mi respuesta es un “sí” enfático: compuestos innovadores ligados a genes novedosos y nuevos perfiles de expresión genética revolucionarán nuestra concepción de la realidad. Tal vez nos esperan miles de millones de años donde exploraremos nuestras consciencias, partiendo por la creación de espacios de estado de experiencia desconocidos que sean tan diferentes como lo son la visión del sonido, la vigilia del sueño o la cognición de la volición y la emoción. En la actualidad, no podemos concebir lo que nos estamos perdiendo ni tenemos nombres para estas carencias. Creo imposible exagerar la importancia intelectual de estos extravagantes espacios de estado de la experiencia, aunque, sin duda, estas perlas yacen desperdigadas en un vasto vertedero de sinsentidos psicóticos. A modo de analogía, imagina que tuvieses ceguera congénita, pero no supieras que eres ciego ni tuvieras una concepción de las experiencias visuales. Ahora multiplica esta ignorancia por un millón. Estimo que los humanos se encuentran en un aprieto comparable a pertenecer a una tribu de racionalistas con ceguera congénita.

Sentience-Research: ¿Piensas que es posible eliminar el sufrimiento para siempre?

David Pearce: ¿Dentro de nuestro cono de luz futuro? Sí, creo que es posible. Una vez que identifiquemos la firma molecular (o firmas) de las experiencias que ocurren bajo el cero hedónico, podremos hacer que sufrir sea imposible. La Zona Nociva (o como quiera que nuestros descendientes conceptualicen la consciencia darwiniana) podrá ser circunscrita dentro de múltiples barreras de acceso. Ahora estas restricciones moleculares parecen una ambición sobrecogedora, pues no hay límites para el rango de objetos intencionales “ante los cuales” los humanos pueden ser felices o infelices (Intencionalidad es jerga técnica en filosofía para referirse a la propiedad de estados mentales para dirigirse a o ser sobre algo externo a ellos). No obstante, el corazón de las tinieblas estriba en las desagradables emociones centrales de nuestro sistema límbico. La evolución “encefalizó” nuestras emociones ancestrales en formas que aumentan nuestra eficacia biológica, “pintando” de colores afectivos estímulos fenoménicos intrínsecamente neutros dentro de nuestras simulaciones neocorticales del mundo. La innovación tardía que constituye la sintaxis generativa expande tremendamente el rango de nuestra insatisfacción nominal. No obstante, en el vasto espacio de estados que incluye todas las experiencias posibles, el desagrado subjetivo es solo un pequeño rincón comparativamente hablando. Si la humanidad se pone las pilas, el sufrimiento será solo un recuerdo como los relojes cucú.

No puedo descartar posibilidades cosmológicas exóticas en que el sufrimiento regrese de alguna forma, pero mientras lo erradiquemos genéticamente en el mundo vivo y nos aseguremos de que sea imposible que exista más sufrimiento dentro de nuestro horizonte cosmológico, creo que habremos cumplido con nuestras responsabilidades éticas.

Sentience-Research: ¿Qué opinas del estado actual de la tecnología de realidad virtual?

David Pearce: Los mundos virtuales lúdicos que existen hoy son un pequeñísimo anticipo de lo que podría existir una vez que hayan madurado las realidades virtuales multimodales. Las realidades aumentadas y realidades virtuales inmersivas se tornarán adicciones cada vez más compulsivas a medida que sus superestímulos secuestren nuestro sistema de recompensa. Lamentablemente, la realidad virtual por sí sola no puede acabar con la necesidad de una revolución biológica de la felicidad. A menos de que hackeemos la caminadora hedónica, nuestros estados de infortunio y malestar continuarán existiendo en cualquier utopía virtual que diseñemos, así como existen en (lo que los realistas ingenuos llaman) el mundo real. Ni siquiera una realidad virtual utópica puede recalibrar la caminadora hedónica. Supongamos que realizamos mejoras a las vías de recompensa en el mundo real. Incluso con una recalibración hedónica es difícil imaginar que la realidad basal pueda competir en igualdad de condiciones.

Los realistas directos de la percepción se quejarán de que la gente está perdiendo el contacto con la realidad; los críticos lo hacen ya con las redes sociales y los videojuegos. No obstante, quizás la verdadera elección es vivir la vida en una realidad virtual natural o en una realidad virtual sintética: incluso si renovamos nuestras bases orgánicas, la “realidad basal” parecerá sosa en comparación. Nótese que esta perspectiva de realidad basal y de mundo virtual artificial difiere de la idea de que es posible crear versiones de seres sintientes in silico al escanearlos y digitalizarlos (“transferencia mental”) o de que los sujetos de experiencia “emergerán” de alguna manera en distintos niveles de abstracción dentro de los computadores digitales.

Algunos futuristas se han preguntado si los transhumanos pasarán sus vidas enteras dentro de máquinas de experiencias, pero este escenario es problemático. Debemos sopesar también las presiones selectivas en la realidad basal. Las personas conectadas a tecnologías de estimulación cerebral no buscarán tener hijos, pero tampoco lo harán los adictos a las máquinas de experiencias. El poder final (y la responsabilidad) lo tendrán quienes controlen la base.

Sentience-Research: ¿Tienes planes de desarrollar The Neuroethics Foundation?

David Pearce: En teoría, me encantaría tener un grupo de investigadores trabajando a tiempo completo en el proyecto abolicionista y poder ofrecer oportunidades de desarrollo laboral. Si algún lector se considera un peso pesado del mundo financiero, que no dude en contactarme. Quizás decirles a las personas que tu modelo a seguir es Diógenes viviendo en una tinaja no sea la mejor manera de atraer financiación.

Sentience-Research: ¿Crees que pueda existir una civilización que tenga como misión principal reducir el sufrimiento?

David Pearce: Es concebible que exista una civilización mundial con una ética budista o su contraparte secular, aunque me apena decir que no lo considero probable. Como consecuencia de esto, la abolición del sufrimiento se retrasará innecesariamente. Por razones evolutivas, la mayoría de las personas dice amar la vida (“La vida está llena de infortunio, soledad y sufrimiento y se acaba demasiado pronto”, Woody Allen) y no desea enfocarse en los males de la existencia. Incluso para aquellos que reflexionan sobre el problema y que reconocen que el sufrimiento yace en el centro de la ética, hablar de “acabar con el sufrimiento” puede ser demasiado; es ambiguo y pomposo en extremo. Incluso las intervenciones específicas y escalonadas como la erradicación de la malaria o el fin de las granjas industriales son de una dificultad intimidante. Si existiera un consenso mundial en torno a la abolición del sufrimiento, un plan de cien años para terminar con sus bases biológico-genéticas podría tener éxito, pero esta escala es fantasiosa desde una perspectiva sociológica.

Sentience-Research: ¿Qué podrían hacer los jóvenes que aspiran a convertirse en abolicionistas para contribuir a esta causa?

David Pearce: Lo primero es analizar tus fortalezas y debilidades. ¿Tu temperamento está mejor equipado para una carrera en medicina, bioética o el activismo, o quizás para perseguir una carrera más convencional y enfocarte en ganar dinero para donarlo? Considera crear un canal de Youtube y hacer podcasts, abrir un sitio web, escribir en Twitter, editar Wikipedia. Únete al grupo de Facebook del Imperativo Hedonista: construir comunidades es importante. Igualmente importante es ponerte en contacto con Manú Herrán y sus colegas de la Organización para la Prevención del Sufrimiento Intenso (OPIS).

Sentience-Research: ¿Por qué tan pocos altruistas eficaces se interesan por el transhumanismo?

David Pearce: Una de mis preocupaciones es que (algunos) transhumanistas tienen un punto ciego en su moralidad. La mayoría de ellos son optimistas que aman la vida y que se enfocan en extender las vidas humanas de forma drástica, así como en desarrollar superinteligencias en vez de trabajar en problemáticas más propias del altruismo eficaz. Convengamos en que dedicar la vida a, digamos, resolver la pobreza y la enfermedad en África subsahariana es deprimente y aplaudo a los héroes del altruismo eficaz que se dedican a ello. De todas formas, tengo la impresión de que el transhumanismo y el altruismo eficaz comienzan a coincidir más y más.

Sentience-Research: ¿Por qué hablamos de la firma molecular de la felicidad y no del sufrimiento?

David Pearce: Una pequeña región de los ganglios basales puede contener el secreto de la firma molecular de la dicha absoluta, aunque la integración fenómenica sigue siendo una complicación. Gracias al trabajo de Kent Berridge y sus colegas de la Universidad de Michigan, se ha podido ubicar con mayor definición el núcleo central del placer que la ubicación anatómica del dolor puro: hemos reducido la ubicación del “foco hedónico” del cerebro a un solo centímetro cúbico en el pálido ventral posterior. La activación del receptor opioide µ en estas maravillosas células no es en sí misma la esencia de la felicidad, ¿pero posee este centímetro mágico la clave molecular para el futuro de la vida en el universo? Es tentador pensarlo. A pesar de esto, ingenuamente, un defensor de la ética enfocada en el sufrimiento encontrará frívola esta cruzada moral. ¿Por qué concentrarnos en descifrar la firma física del placer puro (y eventualmente del hedonio: la materia y la energía optimizadas para la dicha absoluta) cuando podríamos buscar su opuesto, el “dolorio”?

Me preocupan los riesgos de sufrimiento (“riesgos-s”). El entendimiento físico del eje placer-dolor acarrea un riesgo potencial y no me refiero a la amenaza hipotética de que la civilización se vea destruida por una onda expansiva de utilitronio. Los humanos manejan nociones primitivas del castigo, la venganza y la metafísica de la identidad personal. No conozco los límites de la depravación humana. Los humanos arcaicos podrían en teoría cometer horrores aún peores de los que conoce la historia si abusaran del conocimiento de la firma molecular del sufrimiento puro. Por lo tanto, este conocimiento trae consigo no solo la oportunidad fabulosa de erradicar el sufrimiento sino también un riesgo de información. Es todo un dilema. ¿Son los humanos físicamente capaces de ser lo suficientemente responsables desde un punto de vista moral para comprender el eje empírico del valor/desvalor? Si queremos erradicar el sufrimiento para siempre, los humanos debemos encontrar un camino seguro para estar a la altura del desafío.

Sentience-Research: ¿Cuál piensas que es tu idea más útil?

David Pearce: Nuestra obligación ética primordial es eliminar gradualmente las experiencias que habitan bajo el cero hedónico a lo largo y ancho del mundo. La recalibración genética de nuestra caminadora hedónica puede lograr remplazar la biología del sufrimiento con un tipo de vida que esté animada por gradientes de dicha sobrehumana sensible a la información. La edición genética ya no es ciencia ficción; la revolución de la felicidad biológica debe convertirse en nuestra cultura dominante.

Sentience-Research: ¿Crees que vale la pena estar vivo?

David Pearce: Me debato entre darte una respuesta reconfortante o una honesta.

El placer corrompe. Todos estamos de acuerdo en que no se puede confiar en el juicio de los usuarios de heroína. Inyectarse heroína se siente glorioso (“Moriré joven, pero es como besar a Dios”, Lenny Bruce), pero el hábito de usar opioides vuelve a los usuarios egoístas y amorales. Las adicciones suelen terminar causando un daño inimaginable a todo el mundo. Sin embargo, la astucia malévola de la selección natural nos hizo a todos adictos, no en un sentido metafórico forzado, sino literalmente adictos, fisiológicamente obsesionados con nuestros opioides endógenos (y dispuestos a racionalizar todo tipo de sufrimiento colateral para seguir alimentando nuestro hábito). La insidiosa vida darwiniana no solo nos coacciona con el dolor, sino que nos seduce con el placer.

Lo que es peor, la evolución ha diseñado a la mayoría de los adictos a los opioides para que propaguen sus hábitos a nuevas generaciones de adictos por medio del sexo orgásmico; esta no es la mejor herramienta para una evaluación imparcial de la ética reproductiva. Por supuesto, la mayoría no conceptualizamos nuestra dependencia endógena a los opioides como una adicción. La mayoría de los humanos ignora la base neuroquímica de la recompensa en el cerebro. El placer solo se siente bien. Los amantes de la vida se horrorizarán ante tan tendenciosa categorización; los humanos saludables no son “adictos”. Los lúgubres temas que hemos tratado en esta entrevista no resonarán con la mayoría de los lectores. Los humanos en general valoran el arte, la literatura, los atardeceres, la amistad, el amor, el humor, la espiritualidad, el sexo, el último iPhone; los buenos momentos. ¡La vida es un regalo precioso que debe continuar! Sin embargo, objetiva y neurológicamente hablando, todos estamos atrapados en un círculo vicioso de adicción opioide y en negación sobre el daño que le causa a sus víctimas, humanas y no humanas, así como a nosotros mismos. La adicción distorsiona la moralidad para promover la eficacia biológica inclusiva de nuestros genes. Una persona puede disfrutar de las experiencias extremas mientras que otra ser esclava de lo que Mill llama “placeres inferiores”, pero ambos son prisioneros malhadados del eje placer-dolor. La vida darwiniana es un malware construido para autorreplicarse; una maquinaria monstruosa de perpetuo dolor, sufrimiento y adicción. La escala de este sufrimiento es inimaginable y de un sinsentido absoluto.

Existe, sí, un reparo a este análisis. Incluso el malware darwiniano más angustiado puede ser valioso si uno previene más sufrimiento del que causa. Así que, ya seas un altruista eficaz que gana dinero para donarlo, un activista vegano que realiza campañas contra el abuso animal en la ganadería industrial o, incluso, un ensayista filosófico que produce en masa tratados sobre cómo reducir el sufrimiento, incluso una vida depresiva y llena de dolor puede valer la pena vivirla. Quienes sostienen una ética enfocada en el sufrimiento deberían actuar en consonancia. Y no ayudes solamente a los demás; también tienes la obligación moral de ayudarte a ti mismo. De esta forma podrás tener un impacto más positivo en el resto del mundo. Lo importante es que el malware darwiniano ahora es tan inteligente como para reescribir su propio código genético. El futuro es de los amantes de la vida, no de los extincionistas, anti-natalistas o nihilistas. Los tipos felices consideran que el sentido de la vida es autointimativo. Empíricamente, más felicidad equivale a más significado y superfelicidad equivale a significado sobrehumano. La vida poshumana será increíblemente digna de ser vivida por su naturaleza misma.

Sentience-Research: Para cerrar la entrevista e intentar condensar toda tu filosofía: ¿Qué es lo que importa?

David Pearce: La civilización se encamina a estar basada en gradientes de dicha inteligente. Clausuremos las fábricas de asesinato, rediseñemos nuestro genoma y utilicemos la biotecnología para extinguir el sufrimiento. Lo demás no es más que una banalidad.

Sentience-Research: Una última pregunta: ¿a quién deberíamos entrevistar la próxima vez?

David Pearce: ¿Qué tal Andrés Gómez-Emilsson del Qualia Research Institute?

Sentience-Research: Excelente idea. Muchas gracias, David.

David Pearce: Gracias Manu, Alex, Jone. Agradezco su amabilidad. Continúen con su espléndido trabajo.

 



2020 David Pearce
2021 Diego Andrade (trad.)